COVID agrava escenario de exportación de flores ecuatorianas
QUITO (AP) — La exportación de flores ecuatorianas intentaba recuperarse tras una serie de protestas que paralizaron a Ecuador en octubre de 2019 cuando la pandemia del nuevo coronavirus azotó al país. La situación provocó la cancelación del 60% de los pedidos y una incertidumbre de la que aún no se sabe cómo salir.
Hasta el año pasado, esta actividad representaba el cuarto rubro de exportación de productos no petroleros de este país tras el banano, el camarón, los productos procesados y el pescado fresco. El petróleo es el más importante, aunque es un negocio exclusivo del Estado.
La pandemia llegó a Ecuador a finales de febrero y 15 días después el gobierno decretó rígidas medidas de cuarentena y un toque de queda para evitar la propagación del virus, lo que redujo la actividad productiva del 70% del aparato productivo del país. Además se cerraron las fronteras y se suspendieron los vuelos internacionales.
El resto del mundo impuso medidas similares y sus efectos también se sintieron en las flores: los principales mercados de este producto en Estados Unidos y Europa se cerraron, lo que ocasionó una reducción de 80% en las exportaciones, según la Asociación de Productores y Exportadores de Flores de Ecuador (Expoflores).
Del 52 al 54% de las ventas de flores ecuatorianas se produce en dos fechas: San Valentín y Día de la Madre, aunque —debido a la emergencia sanitaria— para la segunda fecha sólo el 40% de lo esperado pudo ser vendido.
Alejandro Martínez, presidente de ese gremio, dijo a The Associated Press que “es una situación crítica, el peor golpe que ha vivido la floricultura ecuatoriana” y aseguró que las pérdidas entre marzo y junio suman unos 130 millones de dólares. Además, explicó, se perdieron unas 10.000 fuentes directas de empleo y unas 6.000 indirectas de un total de 120.000 plazas.
“Esto ha ocasionado que haya una reducción de las plantaciones del 17%, entre 800 y 900 hectáreas, donde unos arrancaron las matas, otros cortaron las plantas literalmente hasta la raíz para que la planta produzca su primer tallo en 18 meses”, dijo.
Previo al golpe generado por la pandemia, los floricultores trataban de recuperarse de los efectos nocivos —entre ellos unos 45 millones de dólares en pérdidas— causados por una virtual paralización de 12 días en octubre del año pasado, cuando los indígenas bloquearon todo el país e invadieron muchas fincas de flores en medio de protestas sociales para oponerse a la elevación del precio de la gasolina, entre otras medidas.
En 2019 las flores reportaron casi 400 millones de dólares en ventas al exterior, de acuerdo con cifras del Banco Central.
Ecuador es el primer productor mundial de rosas, cuya calidad y colores tienen fama internacional, y sus principales competidores son Colombia y Kenia, entre otros de menor producción.
Las exportaciones de flores de Colombia también experimentaron una fuerte caída en marzo y abril, pero gracias en gran parte al consumo constante de los supermercados en Estados Unidos y Europa, la mayoría de los empleos se han conservado y el mercado se está recuperando lentamente, dijo Augusto Solano, presidente de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores.
Cuando las cuarentenas empezaron a principios de año en Asia y gran parte de Europa, la demanda se hundió, el transporte se volvió difícil y los productores colombianos se vieron obligados a destruir toneladas de flores y convertirlas en abono, dijo Solano.
Para el Día de la Madre , la demanda volvió a subir y las empresas llamaron a los sus empleados a trabajar bajo estrictas medidas de protección sanitaria. Si bien los grandes eventos como convenciones y bodas que a menudo utilizan cientos de flores aún están muy lejos, Solano dijo que es optimista de que la industria ha vuelto al camino correcto.
“En esta pandemia, tanto en Colombia, como en los países del mundo, han empezado a valorar los beneficios de las flores”, dijo. “Dan energía, dan tranquilidad, ayudan a combatir el estrés”, agregó.
No obstante, los proveedores más pequeños la siguen pasando mal, como Sonia Raga, dueña de una floristería en Bogotá, quien dijo que sus ventas bajaron un 70%. La mujer de 41 años ha pagado el alquiler dos meses y tuvo que despedir a tres de sus cuatro empleados. Aunque ahora vende a través de plataformas en línea, dijo que el estricto bloqueo de la ciudad ha diezmado su negocio y la situación la ha obligado a plantearse la posibilidad de vender flores en la calle como muchos de los trabajadores informales que circulan por la ciudad.
El floricultor ecuatoriano del grupo Ecuagarden, Klaus Grestzer, explicó a la AP que el sector florícola ecuatoriano “está muy golpeado no sólo por la pandemia, sino porque ya veníamos golpeados desde antes, con el paro de los indígenas, pero la pandemia terminó de complicar las cosas”. Añadió que “desde marzo el sector florícola ha botado a la basura más del 50% de su producción, lo que implicaría ”un crisis muy grande”.
A pesar de todo, existe las excepciones. Un pequeño productor del norte del país, Armando Morales, de la finca Tierra Verde, dijo a la AP que mayo, junio y julio “fueron muy buenos porque la mayoría de fincas cerraron o bajaron su producción, otros descuidaron sus cultivos, pero nosotros al ser una finca pequeña no redujimos personal ni sacrificamos producción, lo que nos permitió cubrir una inesperada demanda de Rusia en verano, con precios que subieron a niveles de Valentín, el mejor día del año”.
Ecuador cuenta con suelos cultivables en alturas superiores a los 2.000 metros y con abundante agua y sol perpendicular la mayor parte del año, lo que garantiza una calidad superior y una abundante gama de colores de las flores. Sin embargo, estas condiciones podrían ser insuficientes para salir del bache.
Martínez, presidente del gremio local, aseguró que “necesitamos sobrevivir un año porque no vemos nada, absolutamente nada que cambie la línea de consumo en nuestros mercados de flores. Está casi claro que nos vamos a estancar en un 70% de la exportación” a los 120 destinos habituales.