¿Clases al aire libre en escuelas de EEUU por coronavirus?
Han pasado siete años desde que dejó de funcionar el aire acondicionado en la escuela de Nueva York donde enseña Lisa Fitzgerald O’Connor. A medida que se acerca el inicio del nuevo ciclo lectivo en plena pandemia del coronavirus, ella y sus colegas amenazan con no regresar si no se resuelve el problema.
Su aula tiene un acondicionador de aire en una ventana, pero teme que el aire estancado aumentará las posibilidades de que contraiga el virus.
“El aire acondicionado de las ventanas no basta. No pedimos que refresque. Solo que haga circular el aire”, expresó O’Connor, maestra de ciencias que trabaja en la Patria Mirabal School de Manhattan desde el 2009. “Estamos muy estresadas por esto”.
Las escuelas de todo el país enfrentan problemas similares al prepararse para reabrir sus puertas. Cuentan con sistemas de aire acondicionado y calefacción viejos que no funcionan o funcionan mal por falta de mantenimiento o que no han sido reemplazados por falta de fondos. La inquietud en torno a la infraestructura de las escuelas está dando impulso a campañas para ofrecer clases al aire libre, incluso en regiones de mucho frío, por el bien de alumnos y maestros.
A nivel nacional, se calcula que un 41% de los distritos escolares necesitan mejorar o reemplazar sus sistemas de calefacción, ventilación y acondicionadores de aire en al menos la mitad de sus escuelas, de acuerdo con un informe del gobierno nacional emitido en junio.
No hay pruebas de que el virus pueda ser transmitido por el sistema de ventilación de un aula a otra, según el doctor Edward Nardell, profesor de la Facultad de Medicina de Harvard especializado en las enfermedades que se transmiten por el aire. El peligro, dice Nardell, es que sistemas que no funcionan bien no eliminen los virus que flotan en el aire, tras ser liberados por personas que tosen, estornudan o respiran fuerte.
“La mayoría de las escuelas no están pensada para contener infecciones. Por eso existe el peligro de que si pones a 20 niños en un aula y uno de ellos es un portador asintomático del COVID, los otros 19 estén expuestos al virus”, expresó Nardell. Los niños saludables casi siempre se recuperan del COVID, pero pueden pasárselo a sus maestros, sus padres y a otros adultos.
Nardell cree que las escuelas deberían instalar luces ultravioletas en las aulas, una tecnología que algunos usaron en la década de 1950 para combatir el sarampión, la tuberculosis y otras enfermedades que se trasmiten por el aire y que todavía es usada en hospitales y albergues para indigentes. Los virus y las bacterias son destruidos usando luces ultravioletas que no causan daños a los humanos. Los fabricantes dicen que esos aparatos costarían unos 3.000 dólares por aula.
Algunos, incluida la secretaria de educación Betsy DeVos, dicen que la solución a los problemas de circulación del aire puede ser dar clases al aire libre, como se hizo durante los brotes de influenza y tuberculosis de principios del 1900, incluso cuando hacía frío. El coronavirus no se esparce con tanta facilidad al aire libre y sería más fácil hacer que haya dos metros (seis pies) de distancia entre los alumnos.
Las clases al aire libre tienen otros posibles beneficios, de acuerdo con Sharon Danks, CEO de Green Schoolyards America, una organización sin fines de lucro de Berkeley, California, que aboga por las clases al aire libre. Asegura que los chicos se distraen menos y se sienten mejor en el plano emocional.
“Se ha demostrado que la naturaleza hace que presten más atención”, aseveró.
Varias escuelas del noreste del país compraron grandes carpas como las que se usan en bodas y otros eventos al aire libre.
La White River Valley Middle School de Bethel, estado de Vermont, invirtió 50.000 dólares en carpas y otros 20.000 en baños portátiles. El director de la escuela Owen Bradley aseguró que los alumnos están acostumbrados al frío y pueden soportar temperaturas casi de congelación sin estufas.
Agregó que la enseñanza en carpas ayudará a los estudiantes a amar a la naturaleza.
“Ojalá valoren eso y que esto ayude a salvar el planeta”, manifestó.
Las escuelas que ofrezcan clases en persona en el otoño boreal requerirán o al menos recomendarán el uso de tapabocas, pero las autoridades dicen que eso no basta durante las seis horas que duran las clases adentro de la escuela. Se necesita hacer que el aire circule.
Janet Robinson, superintendente escolar de Stratford, Connecticut, dijo que algunas de las 13 escuelas de su distrito fueron construidas hace 80 o 100 años y no pueden resistir los sistemas de manejo del aire modernos. “Eso es un problema”, señaló. Acotó que otro problema es el tamaño de las aulas. Hay salas que pueden recibir 15 estudiantes que normalmente admiten 25.
“Es irrealista que los políticos digan ‘que vuelvan los chicos y los mantenemos a dos metros de distancia’”, dijo Robinson.