Buenos Aires y cinturón urbano vuelven a cuarentena estricta
BUENOS AIRES (AP) — La persiana baja del local de ropa de Romeo Mendoza es una de las muchas en un barrio que hace apenas cuatro meses era el más comercial de Buenos Aires.
Tres días atrás, Mendoza mantenía únicamente semiabierta una pequeña apertura de la cortina metálica, esperanzado que al menos un cliente quisiera entrar. Era una de sus últimas oportunidades para vender alguna de las bufandas con los escudos de los clubes de fútbol más populares de Argentina antes del reforzamiento de la cuarentena que le obligará a cerrar.
“Está bien que el gobierno tenga que tomar medidas contra la pandemia, pero no se pone a pensar en los comerciantes, que nos friega (perjudica), no podemos pagar el alquiler”, dijo el desesperanzado hombre a The Associated Press mientras asomaba la cabeza por la portezuela. Sobre la persiana de su negocio se podía ver una imagen del rostro de Jesucristo pintada y por encima la leyenda “Buscado”.
Mendoza sostuvo que sus ventas se han derrumbado casi 100% desde que el 20 de marzo comenzó la cuarentena que ha frenado la actividad y agudizado la crisis económica en el país. Teme que este año su negocio cierre “para siempre”.
Los habitantes de Buenos Aires y su cinturón urbano entrarán el miércoles en una fase de reforzamiento de las medidas de aislamiento sumidos en el hartazgo, con la economía en picada y la falta de un horizonte sobre su futuro, lo que ha comenzado a cobrar factura a su salud mental y ha situado al presidente Alberto Fernández ante un escenario desafiante.
En esa zona populosa, que agrupa a unos 40 municipios y donde vive más de un tercio de la población del país, se concentra más del 90% de los casos del nuevo coronavirus, que ha avanzado imparable en los últimos días y, si no es detenido, podría provocar el colapso del sistema sanitario en pocas semanas más. En el resto del país la pandemia está mucho más acotada.
Desde marzo, en Argentina se han registrado más de 60.000 infectados y 1.283 muertos.
Preocupado por la creciente ocupación de las camas de terapia intensiva en la capital y las localidades cercanas -de 54% la semana pasada, aunque no sólo por COVID-19-, Fernández decidió apostar por volver a una cuarentena severa, similar a la que comenzó el 20 de marzo, al anular muchas de las actividades que se habían habilitado en las últimas semanas.
El lunes comenzaron las restricciones en el transporte público, que únicamente pudieron usar aquellos que se desempeñan en más de veinte actividades consideradas esenciales, como los médicos, los empleados de supermercados o los miembros de las fuerzas de seguridad. El resto de los trabajadores debieron trasladarse en sus vehículos o caminando.
A partir del miércoles y hasta el 17 de julio, el corsé se volverá más asfixiante cuando los únicos habilitados a permanecer activos serán los trabajadores esenciales. Eso implicará que miles de negocios de ropa, calzado, electrodomésticos, jugueterías, mueblerías y otros muchos que venían soportando una drástica caída de las ventas cerrarán sus puertas.
En tanto, seguirán cerrados -como desde el primer día- estadios de fútbol, museos, teatros, cines, gimnasios, peluquerías y restaurantes, aunque éstos últimos podrán funcionar con la modalidad de envío a domicilio.
A partir del miércoles, la actividad física en la vía pública también volverá a estar prohibida, aunque permanecerán habilitados los paseos de los menores durante el fin de semana.
“Soy diabético; necesito correr, caminar. No me sirve hacer ejercicio en mi casa”, dijo a AP Benjamín Funes, de 57 años, cuando días atrás terminaba de hacer ejercicio en uno de los grandes parques de Buenos Aires que diariamente concentra a cientos de corredores.
El Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires ha realizado ocho estudios desde el principio de la pandemia sobre los efectos del encierro, que indican que el sentimiento que prima entre los encuestados es la incertidumbre.
“Bajo el cobijo de la incertidumbre empiezan a crecer la depresión, la ansiedad, los miedos diversos, sobre todo en el plano económico”, que se están manifestando con alteraciones en el sueño y el incremento de la automedicación y del consumo de alcohol, dijo a AP Gustavo González, director de dicho observatorio.
Según advirtió, si esta situación perdura será “mucho más difícil la reversión” de los síntomas y ello puede derivar en “estados de estrés postraumático crónicos y otras cuestiones de gravedad”.
En Argentina la posibilidad de ver la luz al final del túnel está lejos, ya que es muy posible que la cuarentena -con mayor o menor nivel de restricciones- se prolongue hasta septiembre.
Según analistas, Fernández afronta una situación desafiante, ya que el incremento de los contagios coincide con el pico de malestar emocional de la gente, cuando resulta casi imposible respetar con el mismo grado de compromiso las medidas de distanciamiento social exigidas cien días atrás y mientras el deterioro económico hace estragos.
"Fernández está en un punto donde necesita volver a encantar a la gente, que fue lo que pasó al principio de la pandemia. Ahora no sólo hay un desgaste psicológico y físico sino económico, con facturas que siguen llegando y empresas que se han comido su capital y no saben cómo lo van a reponer", apuntó a AP Mariel Fornoni, titular de la consultora Management & Fit.
La pandemia golpea a una Argentina que sufre una crisis preexistente y cuya actividad se derrumbará 9,9% en 2020, según el Fondo Monetario Internacional.
La Organización Internacional del Trabajo estima que se perderían entre 750.500 y 852.500 empleos este año.
La Federación de Cámaras y Centros Comerciales de la República Argentina advirtió que unos 350.000 negocios de Buenos Aires y sus alrededores tendrán que cerrar de nuevo, al menos temporalmente, y 100.000 podrían hacerlo de modo definitivo.
Un sondeo de Giacobbe & Asociados realizado a mediados de mayo indicó que 56,4% de los 2.500 encuestados no soportaba un mes más de cuarentena.
En este contexto, aunque la valoración de la gestión presidencial sigue siendo mayoritariamente alta, se ha resentido a lo largo de los meses y los analistas creen que caerá más.
Una encuesta de la consultora Management & Fit realizada en junio a 1.020 personas señaló que la aprobación de la gestión de la pandemia cayó a 62,4% respecto al 91,7% de marzo.
Fernández se defiende afirmando que “una economía que cae siempre se levanta, pero una vida que termina no la levantamos más”. Los que le apoyan valoran cómo cuida la salud de los argentinos y las múltiples ayudas sociales que brindó para paliar el deterioro.
Mendoza afirmó que no le tiene miedo al virus, sino a no “tener ingresos” para subsistir. “Eso no es vida”, agregó el comerciante.