COVID-19 azota a las comunidades latinas vulnerables en EEUU
GUADALUPE, Arizona, EE.UU. (AP) — Una inmigrante hispana que trabajaba en un restaurante de comida rápida en Carolina del Sur es llevada a toda prisa al hospital porque contrajo COVID-19. Una hondureña enferma en Baltimore, sin seguro médico ni permiso para estar en el país, evita ir al doctor durante dos semanas, hasta que finalmente se traslada en taxi a un hospital y termina con oxígeno.
A medida que el coronavirus se adentra en Estados Unidos, está causando estragos en las comunidades latinas, desde los suburbios de la capital de la nación hasta los campos agrícolas de Florida, pasando por los extensos suburbios de Phoenix y otras zonas.
La epidemia ha amplificado las desigualdades que muchos latinos padecen, como trabajos que los exponen unos a otros, condiciones de vida aglomerada, falta de seguro de gastos médicos, desconfianza en el sistema de salud y una mayor incidencia de enfermedades preexistentes, como diabetes. Y muchos latinos no pueden darse el lujo de quedarse en casa.
“La gente simplemente no puede permitirse dejar de trabajar”, dijo Mauricio Calvo, director ejecutivo del grupo activista Latino Memphis, en Tennessee.
En muchas zonas, los hispanos representan un porcentaje marcadamente elevado de casos positivos de COVID-19 en comparación con otros grupos raciales y étnicos.
Alrededor de 65% de los casos de COVID en el condado donde se encuentra Chattanooga, Tennessee, corresponden a latinos, aun cuando constituyen apenas 6% de la población. Debido a que muchas familias infectadas viven en la misma casa sin tener alguna opción para mudarse, las autoridades de Chattanooga están estudiando un plan para proveerles alojamiento alternativo en hoteles u otros lugares donde las personas pueden ponerse en cuarentena.
Estas disparidades existen en todo el país.
Los latinos representan 45% de los casos de coronavirus en Carolina del Norte, donde son sólo el 10% de la población, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos del estado. En la localidad latina e indígena de Guadalupe, Arizona, los habitantes han dado positivo en las pruebas a una tasa cuatro veces mayor a la del condado en general. El código postal con el mayor número de casos de COVID-19 en Maryland es predominantemente hispano.
La hondureña Arely Martínez, que ahora vive en Baltimore, esperó dos semanas para buscar ayuda médica después de presentar fiebre y dolor de cabeza, no poder respirar y perder el olfato. Martínez se había quedado en casa debido a que no tenía un seguro de gastos médicos, su condición migratoria y desinformación sobre la pandemia, pero finalmente fue al hospital y dio positivo a COVID-19.
“No tenía ninguna orientación médica, y aparte de eso tenía miedo por los comentarios de la gente de que cuando vas al hospital terminan matándote”, dijo Martínez, que estuvo dos días hospitalizada preocupada por sus tres hijos que se estaban quedando solos cuando su esposo salía a buscar trabajo.
Su esposo dio negativo al virus, pero la hermana de ella, que salía a buscar los alimentos, se enfermó. No se hicieron pruebas a los hijos de la pareja.
“En verdad, fueron los momentos más tristes de mi vida”, manifestó. No hubo un solo momento o instante que dejara de pedirle a Dios que me diera la oportunidad de vivir para ver a mis hijos, abrazarlos, cuidarlos”.
Cada vez hay más evidencia de los terribles estragos que el coronavirus está causando entre los latinos a medida que los investigadores desarrollan un análisis de datos más avanzado sobre COVID-19 y raza.
Esta disparidad entre latinos es similar a la tendencia nacional de fallecimientos de afroestadounidenses. Un análisis de The Associated Press encontró que las personas de raza negra representan 26% de las muertes en casi 40 estados que cuentan con información detallada de los decesos, aunque representan apenas 13% de la población.
Los investigadores también están señalando otra tendencia en los casos de los hispanos. Como los latinos son más jóvenes en promedio que los estadounidenses blancos y el virus mata a las personas mayores a tasas más altas, los investigadores están utilizando cifras “ajustadas por edad” para presentar un panorama más preciso de la disparidad en casos.
Un estudio de la Institución Brookings de esta semana examinó cifras federales y encontró que la tasa de muertes por COVID-19 ajustada por edad entre los afroestadounidenses es 3,6 veces mayor que la de personas blancas no hispanas. La tasa de muertes ajustada por edad entre los latinos es 2,5 veces más alta que la de los estadounidenses blancos. En un documento de Harvard que utilizó una métrica similar para determinar "años de vida potencial perdida” se concluyó que los latinos perdieron 48.204 años, en comparación con los 45.777 de los afroestadounidenses y 33.446 de los blancos no hispanos.
En Durham, Carolina del Norte, la hondureña Lidia Reyes y su esposo se quedaron sin paga tres semanas después de que ella perdiera su empleo en un establecimiento Subway durante la pandemia. La pareja solicitó ayuda a sus seres queridos y una iglesia local a fin de pagar la renta y comprar comida para su hijo e hija.
Reyes, de 42 años, regresó a laborar en la cadena de comida rápida y se enfermó; ella cree haberse infectado el día que no utilizó una mascarilla ni guantes en el trabajo.
“Los niños estaban molestos”, dijo Reyes, quien vive sin permiso en el país. “Querían siempre entrar a mi cuarto para estar conmigo. Todos estábamos desesperados de diferente forma, y yo me deprimía por todo lo que pasaba”.
Aunque sobrevivió para contar su historia, Reyes tiene ahora dos miedos: Las facturas médicas y la falta de seriedad con la que algunas personas de su comunidad toman el virus.
Debido a la renuencia inicial de los hispanos a hacerse pruebas de coronavirus, las autoridades llevaron sitios para hacerles los exámenes a sus comunidades, incluyendo algunas tiendas de alimentos.
En la localidad de Guadalupe, Arizona, cientos de personas que viven con miembros de sus familias en pequeñas casas de adobe hicieron fila bajo un sol abrasador el 28 y 29 de mayo para que les hicieran pruebas gratuitas en la plaza principal.
Once por ciento de ellos dieron positivo a COVID-19.
“Tenemos familias que no tienen agua entubada, tenemos familias que no tienen electricidad”, dijo la alcaldesa de Guadalupe, Valerie Molina. “Tenemos muchos miembros de la comunidad que no salen de Guadalupe y pensamos que la mejor manera de hacerles la prueba era trayéndoselas”.
Molina emitió un decreto el viernes para que se usen mascarillas en áreas públicas de la comunidad.
Las autoridades de salud y los líderes comunitarios afirman que hacer las pruebas a los latinos es particularmente importante porque es un grupo que ha estado regresando a trabajar en grandes números y carece de prestaciones como ausencias por enfermedad pagadas.
“La gente continúa yendo a trabajar antes de sentirse realmente enferma y hacerse las pruebas”, dijo Pilar Rocha-Goldberg, directora ejecutiva de El Centro Hispano, un grupo activista en Carolina del Norte.
La doctora Viviana Martinez-Bianchi, médica familiar en Durham y directora de equidad sanitaria en la Universidad de Duke, dijo que es necesario hacer más para ayudar a que los hispanos se hagan las pruebas cerca de donde viven. Y las autoridades buscan alternativas para ayudar a los habitantes a confinarse voluntariamente si enferman o si sospechan que están infectados y están esperando los resultados de las pruebas. Las autoridades de Chattanooga están evaluando la posibilidad de entregar asistencia económica directa a las familias y de asignar una unidad del equipo especial del condado contra el COVID-19 al problema de la disparidad entre los latinos.
“Me parece que esta pandemia ha puesto de relieve los problemas que siempre han plagado a nuestra comunidad y contra los que hemos estado luchando”, dijo la doctora Michelle LaRue, administradora sénior de salud y servicios sociales en CASA, una organización de asistencia a los latinos en Maryland. “Ya sabes: problemas de seguridad laboral, de idioma, seguros médicos y servicios de salud”.
Tanto Martínez como Reyes dijeron que desearían no haber esperado para ver al doctor.
“La gente está muriendo en nuestra comunidad”, afirmó Reyes. “Quiero que la gente entienda y considere la situación con seriedad”.
Seis semanas después de salir del hospital, Martínez sigue débil y tiene problemas para dormir.
“No debí correr el riesgo porque también asusté a mis hijos”, agregó. “No podía respirar, mis niños estaban espantados... y no tenía a nadie que los cuidara por mí”.
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Garcia Cano informó desde Baltimore y Anderson desde Durham, Carolina del Norte. Meghan Hoyer en Washington, Adrian Sainz en Memphis, Tennessee, y David Collins en Hartford, Connecticut, también contribuyeron a este despacho.