Coronavirus y la guerra, doble azote de Yemen

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Coronavirus y la guerra, doble azote de Yemen
Foto tomada por un activista en mayo del 2020 que muestra el entierro de una víctima del coronavirus en Ibb, localidad del norte de Yemen controlada por rebeldes hutíes. (Activista yemení vía AP)

EL CAIRO (AP) — En la oscuridad transportan los cadáveres de personas que se cree murieron por el coronavirus, uno tras otro, para ser enterrados en distintos cementerios del norte de Yemen. Las luces de las linternas titilan mientras los dolientes se mueven entre las sombras.

Los cuerpos son limpiados con desinfectantes y envueltos en plástico y sábanas blancas antes de ser depositados en pozos de dos metros de profundidad. No hay nadie, excepto por un puñado de parientes con tapabocas, guantes y vestidos blancos. Las reuniones grandes están prohibidas. Tampoco se permite el uso de teléfonos.

El personal que cava las fosas y los guardias del cementerio tienen prohibido hablar acerca de las causas de las muertes. Si alguien les pregunta, tienen que decir que son “cadáveres de personas no identificadas muertas en la guerra”, según varios residentes y un empleado del cementerio. Las familias nunca se enteran si un ser querido falleció por el virus. Jamás se dan a conocer los resultados de las pruebas. Estos rituales diarios se suceden mientras las redes sociales se llenan de mensajes de condolencias y de fotos de los muertos.

El coronavirus se está propagando por todo Yemen, un país devastado por cinco años de guerra civil entre rebeldes hutíes apoyados por Irán que controlan la capital Saná y buena parte del norte del país, y una coalición encabezada por Arabia Saudí que respalda al gobierno reconocido internacionalmente.

La guerra costó la vida de más de 100.000 personas y desplazó a millones. Años de bombardeos aéreos y de intensos combates han destruido miles de edificios y las instalaciones sanitarias de Yemen ya no funcionan. Aproximadamente el 18% de los 333 distritos del país no tienen médicos. Los sistemas de agua y sanitario colapsaron. Muchas familias apenas comen una vez al día, sobre todo las desplazadas por la guerra.

La pandemia del COVID-19 se suma así a los estragos de la guerra y el sistema sanitario no está en condiciones de tratar a los contagiados. El país tiene a lo sumo 500 respiradores y 700 camas en unidades de cuidados intensivos. Hay un tanque de oxígeno por mes por cada 2,5 millones de habitantes.

La situación es particularmente grave en el norte, controlado por los hutíes y donde los rebeldes suprimen toda información del virus, castigan a quienes hablan, casi no toman medidas para prevenir contagios y promueven teorías conspirativas.

Oficialmente, los rebeldes dicen que se han detectado solo cuatro casos de coronavirus en la región bajo su control, y se niegan a dar cifras de contagios y muertes.

No lo hacen porque esos datos conllevan “una fuerte carga psicológica en la gente”, según dijo el portavoz del ministerio de salud hutí, en respuesta a preguntas de la Associated Press.

Dos meses atrás, el ministro de salud hutí Taha al-Motawakel pintó un panorama sombrío y dijo que el país tendría que lidiar pronto con un millón de personas que necesitan una cama en un hospital. Señaló entonces que llegaría el momento en que los médicos tendrían que decidir a quién salvar y a quién dejar morir.

La Organización Mundial de la Salud cree que hay cientos de muertos y miles de contagiados.

Funcionarios locales, personal de organizaciones de ayuda, residentes y activistas que hablaron a condición de no ser identificados dicen que la situación empeora rápidamente. Sindicatos locales afirman que en un período de tres semanas entre mediados de mayo y principios de junio fallecieron 46 personas de los servicios médicos, 28 jueces y 13 abogados.

La falta de información acerca de la cantidad de personas infectadas en las zonas controladas por los hutíes aumenta la confusión.

Una versión muy propagada indica que los hutíes ordenaron a los médicos que matasen a todo sospechoso de portar el coronavirus con una inyección letal. Los hutíes lo niegan y dicen que el virus vino del exterior.

El rumor de que los hospitales matan personas que supuestamente tienen el virus genera pánico y mucha gente dice que no informa a las autoridades si sospecha que alguien porta el mal.

Un legislador de Saná declaró a la AP que la gente tiene miedo de reportar casos de coronavirus porque teme represalias de los funcionarios hutíes.

“Si se sospecha que tienes el virus, te tratan como a un criminal”, sostuvo.

Las muertes que se cree fueron causadas por el virus aumentaron tanto que a fines de mayo el ministerio de religión de los hutíes, que maneja los cementerios, colgó un cartel en uno de los cementerios más grandes de Saná que decía: “El cementerio de Khazima está repleto”.

En este contexto, la filmación de los entierros con teléfonos, ignorando las órdenes de los hutíes, es hoy un verdadero acto de heroísmo, según residentes.

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