Alberto Fernández valorado en pandemia, pero crece malestar
BUENOS AIRES (AP) — Sentado en una sala de su residencia, el mandatario argentino Alberto Fernández toca en su guitarra los primeros acordes de una canción del legendario artista Luis Alberto Spinetta, les pide a los jóvenes que se queden en casa y les asegura que en estos duros momentos pueden contar con él.
“En esta canción el Flaco (Spinetta) nos habla de cuidar bien al niño. Cuidarnos es quedarnos en casa para que un virus no nos ataque. Vos podés ser mi hijo, mi hija”, afirmó el mandatario en un mensaje difundido pocos días atrás en las redes sociales en el que, como en otras ocasiones, manifestó su gusto por la música y una imagen distendida.
Las paternales palabras del dirigente peronista parecen anticipar su decisión de prolongar la cuarentena obligatoria -que debería finalizar el 11 de mayo- para evitar la propagación del nuevo coronavirus. Sería la tercera prórroga luego de que, hace casi días 50 días, comenzó uno de los más estrictos aislamientos en la región, lo que le ha valido un amplio respaldo popular según varias encuestas.
Pero el apoyo a Fernández ha comenzado a ponerse a prueba a medida que los bolsillos de sus compatriotas se resienten y el descontento comienza a aflorar en medio de una crisis económica que lleva más de dos años y que se ha acelerado por la parálisis de la actividad.
“Por un lado los argentinos le tienen confianza porque les gusta ver que se ocupan de ellos y también tienen la necesidad de sentir un líder”, dijo a The Associated Press Mariel Fornoni, titular de la consultora Management & Fit.
Un sondeo de esa firma realizado entre el 23 y 27 de abril a más de 1.000 personas y con un margen de error de tres puntos porcentuales reveló que 54,8% “aprueba mucho” la gestión presidencial frente a la pandemia y 28,2% la “aprueba algo”.
En las encuestas prevalece la percepción de que Fernández se anticipó en la aplicación de medidas drásticas para que los contagios no se dispararan como ocurrió en otros países del continente como Estados Unidos y el vecino Brasil, en los que decenas de miles de personas han fallecido.
En Argentina hay algo más de 5.000 infectados y la cifra de muertos no supera los 300.
Sin embargo, “se deterioran las expectativas en la economía y nos acercamos a un punto crítico porque la gente está en un límite”, acotó Fornoni.
La pandemia golpea a una Argentina donde la pobreza afecta al 35,5% de la población y la inflación es de 53,8%, la segunda más alta de la región después de la de Venezuela.
Desde el 20 de marzo están cerrados centros educativos, culturales, recreativos, deportivos, religiosos y los que impliquen la concurrencia de personas, el transporte público de mediana y larga distancia y el aéreo comercial.
Tampoco están abiertos bares y restaurantes -que sí pueden hacer entregas de comida a domicilio- centros comerciales y pequeños negocios. Sólo los expendedores de alimentos, supermercados, farmacias y librerías tienen permiso para operar.
Las restricciones se aflojaron en los últimos días en varios sectores económicos de las provincias donde el virus circula de forma acotada. No es así en la capital argentina y las populosas localidades de su alrededor, en las que se concentra más del 60% de los infectados.
La mayor preocupación es el impacto creciente del coronavirus en los barrios marginales donde se hacinan miles de personas.
Ante las críticas de opositores y empresarios que piden que se acelere la vuelta al trabajo para evitar una profundización de la pobreza, Fernández sostuvo que la prioridad es la salud.
“Salir ya de la cuarentena, en los términos que ellos plantean, es llevar a la muerte a miles de argentinos”, advirtió el mandatario esta semana y le pidió a la Asociación Empresaria Argentina que “no abuse” porque “el Estado está haciendo un aporte importante como es pagarles la mitad de los sueldos a sus trabajadores”, en referencia a la batería de ayudas estatales concedidas que -por otro lado- han abultado el déficit fiscal.
Según la consultora D’Alessio Irol y Berensztein, la principal inquietud reflejada en los sondeos es el impacto económico que trae aparejada la lucha contra el virus.
Pequeñas y medianas empresas que no facturan siguen pagando sueldos e impuestos mientras los cuentapropistas sin ingresos y trabajadores con salarios recortados afrontan el pago de los servicios y la suba constante de precios.
Organizaciones sociales se manifestaron esta semana en reclamo de un aumento en las partidas de alimentos para los comedores comunitarios y sindicatos del sector de la salud demandaron el cobro de bonos y la apertura de negociaciones salariales.
“Antes de que arrancara el coronavirus había un consenso entre los economistas de que el Producto Interior Bruto podía caer este año un 1,5%. Ahora los pronósticos que manejamos nosotros están cerca del 8%” dijo a AP Camilo Tiscornia, director de la consultora C&T Asesores Económicos.
La producción industrial cayó 16,8% y la construcción se derrumbó 46,8% en marzo respecto del mismo mes de 2019.
Para Tiscornia los grandes desafíos son gestionar adecuadamente la salida de la cuarentena -contra lo que conspira la llegada del frío en el hemisferio sur y un posible incremento de los contagios-, atajar el creciente déficit fiscal que se “está financiando con emisión monetaria” y evitar que esa incontrolable emisión recaliente los precios.
“Entre marzo y los primeros días de abril se emitieron unos 600.000 millones de pesos (unos 8.670 millones de dólares) ... hay 70% más de billetes que los que había un año atrás”, señaló.
En este complicado contexto, el gobierno mantiene cruciales negociaciones con bonistas para renegociar cerca de 70.000 millones de dólares en títulos bajo ley extranjera y evitar un nuevo cese de pagos. Los acreedores han rechazado por ahora la propuesta argentina de una quita de intereses de 62% y de 5,4% de capital y un período de gracia de tres años. Fernández ya advirtió que es la única posible, dada la situación de crisis.