Miedo y esfuerzo en histórico hospital de Perú ante COVID-19
LIMA (AP) — En una silla de ruedas, Emma Salvador, de 84 años, se esforzaba para respirar ayudada por una mascarilla de alto flujo de oxígeno mientras su hijo la abanicaba con unas hojas de papel.
Forma parte de los 14.420 infectados por el nuevo coronavirus en Perú y es atendida en medio del alud de pacientes que acuden a la emergencia hospitalaria cuando sienten que les falta el oxígeno.
“Su dolor es lo que me agobia”, dijo José Gonzalez, hijo de 57 años de Emma y quien confesó estar asustado “que le pueda pasar algo” a su madre mientras la ayudaba a beber un poco de agua.
Los médicos del hospital Dos de Mayo de Lima realizan grandes esfuerzos para atender a los pacientes en un país que es el segundo con más infectados en Latinoamérica después de Brasil.
Décadas de crecimiento económico en el Perú no significaron inversiones serias en el sistema de salud, según el actual gobierno.
Este hospital, preferido por los estudiantes de medicina porque encuentran una gran variedad de patologías en neumología y fundado en 1875, adaptó un patio donde se colocó carpas para atender unos 100 pacientes diarios, incluso a detenidos por algún delito que llegan vigilados por policías.
Dentro de las carpas, las pocas camas están llenas y en unas bancas aledañas, hombres y mujeres se muestran encorvados, jadeando, solitarios y con los ojos enloquecidos de desesperación.
Existe poco más de medio centenar de hospitalizados y los seis más graves se encuentran en coma inducido por sedativos y con ventilación mecánica en el área de cuidados intensivos.
Son vigilados con cámaras observadas desde una pantalla y las radiografías muestran los pulmones con manchas blancas debido a las lesiones e inflamaciones causadas por el virus.
Lejos de la emergencia, los pasillos laterales de las salas de hospitalizados están vacíos y los familiares no se encuentran con sus seres queridos para evitar contagios. Una imagen de Santa Rosa de Lima que carga al niño Jesús luce en una esquina frente del escritorio del portero.
Algunos médicos creen que, pese a sus esfuerzos y a la estricta cuarentena ordenada por el gobierno, el hospital colapsaría debido a que la cifra de pacientes se incrementará, así como el número de quienes necesitan un ventilador mecánico. También, que la situación sería más difícil en los próximos días cuando se dispare el pico de infectados, según los pronósticos de los epidemiólogos.
“Ya colapsamos”, se quejó el jueves el médico internista William Torres mientras protestaba junto a sus colegas exigiendo mascarillas N95 y equipos de calidad para protegerse.
El hospital está dividido en dos: la zona del coronavirus y el resto. Y cuando un infectado es trasladado en una silla de ruedas por la frontera entre ambas áreas, los vigilantes retroceden con pavor varios metros atrás debido a que no visten trajes adecuados para protegerse.
“Tenemos que dar prioridad a quien es más joven, a quien no tiene factores de riesgo y eso no debería ser, pero tenemos que hacerlo ya que no hay más ventilación mecánica”, añadió a la prensa.
Los problemas también han comenzado a evidenciarse en otros centros médicos.
Un nuevo hospital especializado en coronavirus e inaugurado la semana pasada sólo tiene 34 trabajadores de salud, cuando deberían trabajar 320. En ese nosocomio, sólo funcionan 20 camas de cuidados intensivos y a unos 35 ventiladores mecánicos están inactivos porque le faltan piezas, según la contraloría.
Otro hospital capitalino más pequeño y a pocas cuadras del nuevo, colapsó el martes y sus ocho muertos fueron colocados de forma improvisada en su morgue con capacidad para dos.
Pese a la falta de personal, ventiladores mecánicos y equipos de protección personal los doctores, enfermeras y técnicos de enfermería del hospital Dos de Mayo se esfuerzan por luchar contra la pandemia. En un mes han muerto 348 personas por COVID-19, según cifras oficiales.
Al menos 237 médicos se han contagiado de coronavirus en los hospitales del país y el gobierno ha convocado a trabajadores de salud extranjeros para suplir las carencias.
El presidente peruano Martín Vizcarra admitió durante la semana en una conferencia de prensa que la pandemia encontró un sistema de salud “deficiente” y “desarticulado” en el país, en el que cuatro de sus exmandatarios están señalados por corrupción y uno de ellos, Alan García (2006-2011), se suicidó hace un año para evitar ser detenido.
Frente a la escasez mundial de respiradores mecánicos, el gobierno tomó la iniciativa y comenzó a fabricar 500 aparatos a los que llamará “Samay” que significa “respirar” en quechua, la lengua de los incas y que se habla en los Andes.
El problema es que ni siquiera los expertos en otras partes del mundo saben con certeza si los respiradores ayudan realmente a los pacientes luego que 80% de los pacientes conectados a esas máquinas murieron en Nueva York y 66% en el Reino Unido.
En Perú mientras los enfermos llegan a la emergencia desesperados por sus dificultades para respirar, los trabajadores de la salud del Hospital Dos de Mayo se esfuerzan como pueden.
“Tenemos estrés, pero damos lo mejor de nosotros para que los pacientes salgan de este problema”, dijo Raquel Chávez, la jefa de las enfermeras de la unidad de cuidados intensivos.
En medio de las malas noticias, en la semana surgió una esperanzadora en los antiguos pasillos del Dos de Mayo. Un hombre de 90 años, Valerio Santa Cruz, venció al coronavirus y fue dado de alta.
Ese acontecimiento mantiene con ánimos a José González, hijo de Emma Salvador, la paciente que se desespera por respirar en las carpas de la emergencia del antiguo hospital.
“Si el viejito pudo, mi madre podría salvarse”, suspiró González.
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Franklin Briceño está en Twitter como @franklinbriceno