Vidas perdidas: Joven madre brasileña amaba bailar, bromear
Desde su más temprana adolescencia, Rafaela de Jesús Silva tuvo numerosos empleos: vendió fruta y ropa en la calle, sirvió gasolina, fue recepcionista y recorrió las playas brasileñas bajo un calor sofocante para vender comida casera.
“Siempre estaba trabajando en algún lugar, siempre buscando más empleos”, cuenta su hermana, Luana de Jesús Silva. “De una forma u otra, siempre encontraba la forma” de conseguir las cosas.
Esta lucha era, en parte, fruto en parte de la necesidad. Silva había crecido en la pobreza y fue criada por una tía cuando sus padres no pudieron hacerse cargo de ella. Pero sus familiares y amigos dicen que su pasión por el trabajo duro iba más allá de las necesidades materiales. Esta mujer de 28 años trabajaba para poder ir a la universidad, donde estaba a un año de obtener su título de maestra, y para asegurarse de que su hija Alice, nacida el 25 de marzo, tendría una infancia más fácil que la suya.
Una semana después de dar a luz, Silva falleció por complicaciones relacionadas con el coronavirus.
“Mi corazón está roto”, aseguró Antonia Souza, su tía. “Su hija nunca podrá sentarse en su regazo”.
Menos de un año después de que Rafaela de Jesus Silva viniese al mundo, su madre tuvo que buscarle otro hogar. Era el final de la década de 1990 en Brasil, una época en la que la nación más poblada de Latinoamérica sufría una inflación descontrolada en un clima de crecimiento estancado e inestabilidad política.
El padre de Silva trabajaba como guardia de seguridad para la compañía postal en Salvador, la capital del estado de Bahía. Con una niña pequeña ya en casa, Luana, los padres de Rafaela la enviaron a Itaju do Colônia, una pequeña ciudad a unos 500 kilómetros (310 millas) al sur.
Allí creció con “tía Antonia", quien contó que a su sobrina le gustaba bailar forró, un género musical nacido en el noreste y en el que la pareja realiza un baile similar al vals, pero con movimientos de cintura más exagerados. También le gustaba reír, hacer bromas y siempre fue amable, atrayendo a la gente con una sonrisa.
“Todo el mundo la quería, todo el mundo quería estar cerca de ella”, apuntó Souza, de 59 años.
Tras la secundaria, Silva comenzó la universidad en Itaju do Colônia. Pero la necesidad de trabajar supuso que tuviese que dejar sus estudios durante semestres completes o tomar solo unas clases de cada vez.
Hace unos siete años, mientras trabajaba en una gasolinera en la ciudad costera de Porto Seguro, famosa por ser el lugar a donde llegaron los navegantes portugueses en 1500, conoció a Erisvaldo Lopes dos Santos.
No fue amor a primera vista. Dos Santos era un divorciado con cinco hijos y casi 20 años mayor, mientas que Silva estaba empezando. Pero él se sintió atraído por su espontaneidad y la convenció para que almorzase con él.
“Hay que saber cómo cortejar a una chica bonita, y ella era una chica bonita”, dijo Dos Santos, recordando el inicio de su relación.
Ese almuerzo llevó a más citas, y en un año ya vivían juntos. Mientras estudiaba a tiempo parcial, Silva ayudaba a Dos Santos con su negocio trasladando a viajeros de los aeropuertos a sus hoteles y con sus excursiones turísticas.
“Ahora viene nuestro bebé para llenarnos de felicidad. Nuestro amor ha florecido”, escribió Silva en Facebook el 1 de diciembre en una foto de la pareja, ambos radiantes y tocando su prominente barriga.
El 25 de marzo, Silva dio a luz por cesárea. Madre e hija recibieron el alta al día siguiente. Unos días después, Silva comenzó a vomitar, tenía fiebre y problemas para respirar. Falleció días después de ingresar en un hospital.
Los trabajadores del centro identificaron de inmediato los síntomas de Silva como coronavirus y una prueba confirmó que lo padecía, explicó Hugo Sousa, secretario de Salud de la ciudad de Itapetinga, donde Silva tuvo a su hija, a Globo News. Silva parecía tener asma crónica, agregó.
Se desconoce dónde pudo contagiarse. Dos Santos apuntó que podría haber sido el 14 de marzo, cuando su empresa trasladó a los asistentes a una boda con 280 invitados. Aunque Silva no trabajó ese día, sí manejó un vehículo que él había utilizado.
“Estábamos empezando a lograr cosas. Nuestro negocio estaba creciendo, nació nuestra hija”, dijo Dos Santos. “Y ahora se ha ido”.
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NOTA DEL EDITOR: Esta historia forma parte de una serie de reportajes para recordar a las víctimas del coronavirus en todo el mundo.
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Peter Prengaman es exdirector de la oficina de The Associated Press en Brasil. Está en Twitter en: twitter.com/peterprengaman