LIMA (AP) — Cerca del palacio presidencial de Perú y con dos hijos dentro de un carrito de supermercado, César Alegre sale de la casona en ruinas donde vive para rogar por alimentos en tiempos del coronavirus.
“Comemos una o dos veces al día”, asegura. Su familia y otras 44 habitan en la vieja casa frente a San Lázaro, iglesia fundada en 1650 como hospital para refugiados de una peste de lepra.
Pese a su cercanía con el poder, los vecinos de la casona están en el sótano de la vulnerabilidad. Varios son exreclusos, con diversas dolencias y casi ninguno encuentra trabajo.
La cuarentena de un mes para evitar la expansión del nuevo coronavirus ha obligado a permanecer en casa a 32 millones de peruanos. Las calles están vacías; los comedores para pobres, cerrados. La medida en beneficio de la salud pública los empuja a buscar comida; el hambre les corroe el vientre.
Alegre, de 52 y que estuvo en seis cárceles diferentes por robo, camina tres kilómetros hasta un mercado donde pide alimentos a los comerciantes. Junto a sus vecinos, van en grupos de 15, incluidos los niños. Les regalan papas, huesos de vaca o frutas maduras que nadie quiere comprar.
A medida que transcurren los días de la cuarentena, mendigar se complica.
Los comerciantes del mercado se niegan a compartir alimentos a diario porque las ventas han caído.
“Son vagos”, dice una vendedora de carne. Hace dos semanas, un joven de 21 años que vive en la casona robó una bolsa de pescados y la policía lo apresó por varias horas.
Para diversificar, Alegre también vende dulces en los buses con pasajeros que usan tapabocas.
“El virus ha resaltado el egoísmo que el hombre lleva dentro”, dice en referencia a que un puñado puede comprar grandes cantidades de alimentos mientras millones no toman las tres comidas diarias.
La pandemia ha relucido a nivel global la brecha entre ricos y pobres, una de las principales características de Latinoamérica que además experimentará su peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, según el banco de inversión Goldman Sachs.
“El impacto económico de lo que está sucediendo no tiene precedentes”, dijo la ministra peruana de Economía, María Alva.
Por eso Perú, en una medida histórica, inició el reparto de unos 400 millones de dólares para alimentar durante un mes a 12 millones de pobres que ahora tienen sus economías estranguladas.
Pese al esfuerzo, ese dinero no llega a la mayoría de familias que viven en la casona, también conocida como “Luriganchito”, diminutivo de San Pedro de Lurigancho, la cárcel más poblada de Perú.
El inmueble de tres plantas tiene pasadizos estrechos y oscuros. La casona, construida con barro y caña y adornada con balcones, está en la zona histórica del distrito del Rímac.
En los pasillos, a veces huele a ropa húmeda, a marihuana y los niños corren descalzos, mientras varias cucarachas color caramelo escapan a toda velocidad para no ser aplastadas.
La vulnerabilidad aparece en cada historia de los habitantes de la casona de más de 100 años.
Santos Escobar, un excomerciante de tazas de 68 años, terminó viviendo ahí luego de que su casa se incendiara dos veces. En la primera murieron dos de sus seis hijas; en la segunda se quemó ambas piernas.
Nélida Rojas, de 59 años, tuvo un accidente cerebrovascular hace dos años y le provocó una parálisis parcial del cuerpo, por lo que necesita usar muletas y pide limosna.
Nilú Asca, es madre soltera de 24 años y tiene dos hijas. La menor tiene dos años y padece displasia o dislocación de cadera, lo que la obliga a usar una férula de yeso.
Algunos de ellos han comenzado a rezar por las tardes encabezados por un pastor evangélico.
En su pequeña habitación y almorzando con sus hijos a las cuatro de la tarde, Alegre mira las noticias en un viejo televisor. Cree que cualquier posibilidad de saqueo está frenada por el despliegue de 140.000 uniformados que cuidan los mercados de alimentos y los bancos.
Pero su mirada a largo plazo no es optimista.
“Hay mucha gente desesperada, se podría levantar si no ve ayuda”, dijo Alegre.
En esta imagen del 29 de marzo de 2020, Ivonne García cambia el pañal de su hija en la pequeña habitación, mientras su primo sin hogar se echa una siesta, en el deteriorado edificio apodado donde viven en Lima, Perú. Debido a las estrictas medidas contra la pandemia del nuevo coronavirus, que incluyen una prohibición a circular por la calle, García ha permitido a su primo sin hogar que duerma en una esquina de su habitación. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 5 de abril de 2020, mascarillas de Raúl Coyantes dentro del pequeño cuarto que arrienda en una deteriorada casona apodada "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 23 de marzo de 2020, María Isabel Aguinaga lava su ropa en una zona comunal de lavandería en la ruinosa casona apodada como "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. Aguinaga, que ya no podía pagar su alquiler, vive ahora con su sobrina Zulema en el edificio, que acoge a más de 40 familias. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 19 de marzo de 2020, Nilu Asca y su hija de dos años Darleth, que lleva una escayola para tratar su displasia de cadera, duermen en su pequeño cuarto en un edificio apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. Asca, madre soltera de 24 años, pasa el día mendigando para alimentar a sus dos hijos y ganar los 10 soles, unos tres dólares diarios, que le cuesta el alojamiento diario. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 19 de marzo de 2020, María Isabel Aguinaga se sienta en su cuarto de la ruinosa casona apodada "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 3 de abril de 2020, Zulema Aguinaga sonríe a su gato mientras comienza la jornada en el pequeño cuarto que comparte con su hijo y su anciana tía, en una casona ruinosa apodada "Luriganchito", por la prisión de San Pedro de Lurigancho, la más populosa del país, en Lima, Perú. El gobierno impuso medidas para combatir la expansión del nuevo coronavirus, como restricciones por género que permiten a las mujeres salir los martes, jueves y sábados. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 5 de abril de 2020, Raúl Coyantes desayuna en la azotea del deteriorado edificio apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, donde arrienda un cuarto, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 5 de abril de 2020, Carmen Rosa de la Cruz, que tiene cicatrices de autolesiones en el brazo, pela patatas mientras prepara una sopa en un ruinoso edificio apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, durante una cuarentena nacional para ayudar a contener la expansión del nuevo coronavirus. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 20 de marzo de 2020, residentes congregados para rozar en uno de los pocos espacios comunales del edificio apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 23 de marzo de 2020, Carmen Rosa de la Cruz se cubre la boca con la camiseta mientras estornuda, sentada con otras vecinas para una plegaria en la zona comunal de la ruinosa casona apodada "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. 45 familiar arriendan los pequeños cuartos del lugar, apenas a unas cuadras del palacio presidencial, por 100 soles, o unos 87 dólares al mes. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 18 de marzo de 2020, César Alegre lleva a su hija Valeria mientras sostiene su pastel, comprado en una tienda, mientras él y otros vecinos se preparan para celebrar el primer cumpleaños de la pequeña en el ruinoso edificio donde viven, apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 19 de marzo de 2020, Nélida Rojas, con una camiseta que dice "Vístete con una sonrisa", se ríe mientras bromea con otros vecinos mientras espera su turno en la zona comunal de lavandería, en un edificio ruinoso apodado "Luriganchito" por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. Rojas, de 59 años, tuvo una apoplejía hace dos años que le causó una parálisis parcial. Ahora utiliza muletas y pasa el día pidiendo limosna. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 18 de marzo de 2020, César Alegre, acompañado por su hija de 4 años, Lia coloca una manzana estropeada en su carro lleno de productos desechados y que le dieron los comerciantes en un popular mercado de Lima, Perú. Es una tarea dura en el mejor de los casos, pero ahora le resulta mucho más difícil alimentar a sus hijos con la cuarentena de un mes impuesta para frenar el contagio del nuevo coronavirus. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 5 de abril de 2020, Grace López y Iunzu Asca hacen sus tareas sentadas en un escalón dentro del edificio ruinoso donde viven, apodado "Luriganchito" por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 24 de marzo de 2020, varios niños, uno de ellos con una máscara de Jason de Halloween, juegan en la casona ruinosa apodada "Luriganchito" por la prisión más populosa del país, en Lima, Perí. La referencia no es solo porque la mayoría de los residentes son exconvictos, sino también porque el interior de la casa es como una prisión latinoamericana, con pasajes estrechos, sin luz y mal ventilada. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 3 de abril de 2020, el exconvicto Julio Ramos, de pie junto a su hijo de tres meses, José, en el edificio ruinoso en el que viven. Ramos dijo que no quiere que sus tres hijos sufran como él, y quiere darles el afecto que nunca tuvo. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 19 de marzo de 2020, César Alegre se ve reflejado en un espejo mientras se prepara para la jornada en el baño comunal de una ruinosa casona apodada "Luriganchito", por la ciudad más populosa del país, en Lima, Perú. Alegre mendiga en mercados y vende dulces, tareas mucho más difíciles desde que se impuso una cuarentena para frenar el contagio del nuevo coronavirus. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 26 de marzo de 2020, pintura desconchada en el pequeño cuarto de Santos Escobar y unas pocas de sus pertenencias, en un edificio ruinoso apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, donde los vecinos narran historias de mala suerte y una vida dura, en Lima, Perú. Escobar, exvendedor de 68 años, terminó viviendo en la casona compartida después de que su casa sufriera dos incendios. En el primero murieron dos de sus seis hijas. En el segundo sufrió quemaduras en las piernas. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 18 de marzo de 2020, Nilu Asca, una madre soltera de 24 años, trata de subir escaleras arriba un carro con su hija de dos años, Darleth, en un edificio apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. A Darleth se le ha diagnosticado una displasia de cadera y debe llevar las piernas escayoladas. Ella y su madre son una de las 44 familias que viven en los pequeños cuartos del deteriorado edificio, a unas pocas cuadras del palacio presidencial. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 29 de marzo de 2020, María Isabel Aguinaga, de 72 años, con mascarilla, baja las escaleras del ruinoso edificio apodado "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 23 de marzo de 2020, peatones pasan junto a la casona amarilla apodada "Luriganchito", por la prisión más populosa del país, en Lima, Perú. El edificio es una reliquia de la era histórica de la zona. Pero por dentro de sus muros agrietados es un laberinto de estrechos y oscuros pasillos que huelen a humedad y marihuana. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 18 de marzo de 2020, Flor Vaso empuja a su madre de 84 años, Carmen Reyes, en una silla de ruedas hasta su casa en Lima, Perú. Vaso y su madre viven con otras 44 familias en una gran casona en ruinas cerca del palacio presidencial, apodada "Luriganchito" por San Pedro de Lurigancho, la prisión más populosa del país. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 19 de marzo de 2020, César Alegre, en el extremo a la izquierda, y otros residentes que comparten una casona en ruinas reciben equipo gratuito de protección para frenar el contagio del coronavirus ante un popular mercado de comida en Lima, perú. nt in Lima, Peru. (AP Foto/Rodrigo Abd)
En esta imagen del 19 de marzo de 2020, Luis Mendoza bromea colocándose en la cara una redecilla para el cabello que le dio un grupo que reparte equipo de protección, ante un popular mercado al que acude a mendigar comida con su hija de dos años, Alejandra, en Lima, Perú. (AP Foto/Rodrigo Abd)