Los “lateros” se hacen de una vida en Nueva York
NUEVA YORK (AP) — Josefa Marín empezó a recoger latas y botellas de la basura hace más de una década, cuando se quedó sin empleo en el pequeño supermercado en el que trabajaba y después de que cerrara una fábrica donde tejía suéteres.
Al principio, la inmigrante mexicana sentía que la miraban como si fuera una indigente, pero ahora las cosas han cambiado. Junto a su marido, Marín recibe cientos de latas y botellas de bares, discotecas y de porteros de edificios privados que hasta le dan las llaves de los cuartos donde se guarda la basura para que ella recoja lo que necesita.
La hispana de 50 años dice que ser “latera” se ha convertido en un pequeño negocio que le permite pagar facturas, un alquiler de 1.500 dólares al mes y poner comida en la mesa durante años para dos niños.
“Este es nuestro trabajo. Hemos aprendido a sobrevivir haciendo esto, haga calor en el verano o frío en el invierno,” asegura la inmigrante, agachada, mientras remueve las latas.
En Nueva York, donde los alquileres mensuales en algunos barrios superan los 10.000 dólares, la gente que busca entre la basura puede ser considerada por algunos como indigentes o adictos a la droga, pero muchos “lateros” aseguran que no es así. En los centros de recepción de latas y botellas, donde se les paga cinco centavos por cada contenedor, muchos de ellos son considerados profesionales que tienen acuerdos con establecimientos nocturnos, que compran a otros “lateros” y que logran vivir decentemente de esta labor.
Pueden operar debido a una ley estatal de 1982 que obliga a las grandes distribuidoras de bebidas a devolver el depósito de cinco centavos que uno paga cuando comprar una bebida. Las distribuidoras pagan además una tarifa adicional de 3,5 centavos a los centros de recepción.
Además de Nueva York, otros nueve estados en el país cuentan con leyes similares.
“Los lateros tienen edificios a los que están dedicados. Y si logran hacer su trabajo adecuadamente a través de su red de contactos pueden llegar a ganar de 200 a 250 dólares al día, que equivaldría a unos 30 dólares la hora”, dijo Conrad Cutler, presidente de Galvanize Group, un centro de recepción que envía camiones a Manhattan para que compren a unos 220 lateros.
“No es un trabajo que cualquiera querría hacer, pero es ciertamente una forma honesta de ganarse la vida”, agregó.
Los camiones de las distribuidoras de bebidas aparcan cada mañana frente a Sure We Can, un centro de recepción sin ánimo de lucro en que muchos de los lateros son miembros de la junta directiva. Huele a la cerveza que emana de las botellas vacías y se oye de forma constante el ruido de botellas y latas a medida que lateros de todas las razas y edades entran desde las calles y distribuyen su material.
Todos saben cómo clasificar los contenedores en distintas bolsas y cajas: algunas son para Corona, otras para Pepsi, otras para Polar Spring. Cada latero recibirá entre seis y seis centavos y medio por cada lata o botella si la ha distribuido adecuadamente.
Eso es lo que Josefa Teco hace cada semana. La inmigrante mexicana de 57 años empezó a recoger de contenedores de la basura hace cinco años, cuando la fábrica de tortillas para la que trabajaba se trasladó a otro estado fuera de Nueva York debido a los altos alquileres.
Ahora, ella y su marido Juan tienen acuerdos informales con varios bares y con un edificio que limpian. Ganan unos 10 dólares por cada bolsa de 200 latas y botellas.
“Saco esto, que es basura, pero que también me sirve a mi para sobrevivir”, dice Teco. “Yo no ando diciendo a la gente ‘deme un dólar’. No, no, prefiero hacer esto para tener dinerito para comer y para todo lo demás”
El grupo Sure We Can ayuda a más “lateros” cada año: unos 500 en 2017, más de 700 en 2018 y más de 800 el año pasado, explica Ana Martínez de Luco, una monja española que es una de las fundadoras de la organización.
El trabajo no sólo lo hacen inmigrantes chinos o latinoamericanos, dijo, sino también ancianos estadounidenses, gente con discapacidades y trabajadores de todo tipo. Muchos no son “lateros” organizados con decenas de contactos que les proveen contenedores vacíos sino simplemente gente que necesita un poco de efectivo cada día para comida, cigarrillos y gastos diarios.
De Luco, mientras tanto, lucha para que su organización siga viva después de que el dueño de la propiedad que ocupan les haya pedido que se vayan para que así él pueda venderla.
El cierre de bares y restaurantes por parte de la ciudad debido al coronavirus significará menos latas y botellas para los “lateros”. Sin embargo, los que recogen los contenedores en edificios privados esperan lograr grandes cantidades debido a la reclusión de los neoyorquinos en sus apartamentos.
Muchos “lateros” usan guantes y algunos ahora máscaras, pero a pesar del coronavirus, siguen saliendo a las calles debido a que necesitan efectivo de forma regular.
“También creo que tenemos un sistema inmune alto porque siempre estamos alrededor de la basura”, agregó De Luco.
No está claro cómo operarán los “lateros” después de que el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, dijera el martes que quizás imponga la orden de prohibir que nadie en la ciudad salga a la calle a menos que sea para ir al supermercado, farmacia o debido a una emergencia médica.
No hay cifras oficiales sobre cuántos “lateros” hay en la ciudad, pero una consultora de temas medioambientales llamada Eunomia calcula que la cifra está entre los aproximadamente 4.000 y 8.000.
Chicago Crosby es una de ellos.
La estadounidense empezó a recoger latas y botellas hace siete años, cuando su madre se enfermó y ella acabó dejando su trabajo para cuidarla. Al principio la gente le miraba mal, explicó, pero ahora muchos la ayudan, dándole sus botellas y latas vacías.
“Básicamente me dedico a ir a buscarlas de esta persona, esa otra persona. Son muchos ahora”, dice Crosby, que hace sus recorridos con un carrito de la compra. “Mantengo una agenda, un calendario, y así veo quién me llamó este día, qué debo ir a recoger de este otro en dos semanas, de aquel otro en una semana, etcétera. Me mantengo muy, muy ocupada”.
Siempre ha habido animosidad entre las autoridades municipales y los “lateros” porque una vez que las botellas y latas son dejadas en las calles para reciclar se supone que pertenecen a la ciudad. Sin embargo, Belinda Mager, portavoz del Departamento de Recogida de Basura de la ciudad, aseguró que no es ilegal que haya gente devolviendo botellas y latas para cobrar dinero y que su departamento no se opone a los que hacen este trabajo para sobrevivir.
“Nuestro objetivo es no tener que enviar basura a los vertederos”, señaló.
Para Jesús Corral y Carlos Vega, ser “latero” es una forma de supervivencia hasta que encuentren un trabajo mejor. Ambos inmigrantes mexicanos duermen en un parque público del barrio de Greenpoint en Brooklyn y caminan las calles abriendo cada contenedor de basura.
“¿Qué tiene?”, le preguntó Corral a un trabajador de un almacén de carne una mañana reciente. El trabajador buscó y salió del almacén con sólo unas cuantas botellas de agua vacías.
“No pasa nada. Ya hemos ganado nuestro dinero de hoy”, dijo Vega, quien había pasado la noche recogiendo contenedores. “En verano es mejor. Está más bonito porque ahí sacamos más. La gente bebe más agua, más gaseosa”.