Hispanos, el futuro de la Iglesia católica de EEUU
PHOENIX (AP) — María Chavira, administradora de la diócesis de Phoenix, lo describe como un “tsunami”: Los hispanos han pasado a ser el grupo étnico más grande de la Iglesia Católica de Estados Unidos.
En todo el sudoeste del país, donde el crecimiento de la población católica hispana ha sido más notable, los líderes de la Iglesia se muestran entusiasmados con las posibilidades que esto representa... y conscientes de los retos por delante.
Los hispanos representan el 40% de los católicos de Estados Unidos y son mayoría entre los católicos en edad escolar. Los hispanoestadounidenses, no obstante, no están bien representados en las escuelas católicas y en el sacerdocio. Son menos del 19% de los alumnos de escuelas católicas y apenas el 3% de los sacerdotes de Estados Unidos.
En la diócesis de Phoenix hay 1,2 millones de católicos, de los cuales más de la mitad, 700.000, son hispanos. De sus 200 sacerdotes, sin embargo, solo siete son hispanos nacidos en Estados Unidos, de acuerdo con investigadores católicos.
Hay varias iniciativas para tratar de reducir esa brecha demográfica, de las que se habla en un estudio de cuatro años del Quinto Encuentro, que procuran solidificar la relación de la Iglesia con los hispanos.
“Tenemos muchas oportunidades”, dijo Chavira, que supervisa la Oficina de la Misión Hispana y otros departamentos de la diócesis de Phoenix. “Puede haber algunas turbulencias por delante, pero vamos a salir a flote”.
Chavira es una de más de dos docenas de líderes y activistas católicas que hablaron sobre el fenómeno de los hispanos católicos con The Associated Press, algunas en entrevistas telefónicas y otras en persona en Arizona y la zona del Rio Grande Valley.
En Phoenix, dice Chavira, muchas iglesias donde se habla español “están que revientan”. Miles de católicos hispanos bailan y desfilan por el centro de la ciudad en diciembre para celebrar a Nuestra Señora de Guadalupe.
A nivel nacional, más de 1.200 escuelas católicas cerraron en la última década, generalmente por problemas financieros. En los suburbios al oeste de Phoenix, no obstante, se matriculan muchos chicos en una escuela secundaria católica nueva que sirve a una pujante comunidad hispana.
La escuela, que lleva el nombre del papa Juan Pablo II, fue inaugurada en 2018. Aproximadamente 70% de sus 220 alumnos son hispanos y se planea una rápida expansión que le permita recibir 1.000 estudiantes.
“Estamos sirviendo a gente que no ha sido bien servida en esta nación”, lamentó la directora de la escuela, la monja Mary Jordan Hoover. “Estos jóvenes quieren aprender para ser los futuros maestros, administradores, escritores, médicos. Sueñan en grande”.
La esperanza que se percibe aquí contrasta con las circunstancias imperantes en otras regiones. Cientos de parroquias han cerrado en el noreste y el centro del país. El escándalo por los abusos sexuales de curas motivó la bancarrota de más de 20 diócesis desde 2004.
El sudoeste tampoco estuvo exento de escándalos. Diócesis de Tucson, Santa Fe y Gallup (Nuevo México) figuran entre las que se fueron a la quiebra.
Pero en los estados a lo largo de la frontera con México, los escándalos del pasado no atenúan el entusiasmo en torno a una futura Iglesia católica dominada por los hispanos. Más de 400 parroquias han sido inauguradas desde 1970 en estados fronterizos y muchos hispanos católicos están felices con la elección del arzobispo de Los Ángeles José Gómez, quien nació en México, como el primer presidente hispano de la conferencia de obispos.
“Es la historia de dos ciudades”, indicó Hosffman Ospino, profesor del ministerio hispano del Boston College. “En Boston, veo un catolicismo muy reservado. En el sudoeste es muy público, muy expresivo”.
Señaló que la edad promedio de los católicos hispanos de Estados Unidos es de 29 años, comparado con los 55 de los católicos blancos no hispanos.
“Hay mucha energía”, expresó. “Gente que quiere ser reconocida y tener una voz en las decisiones de su Iglesia”.
En todo el sudoeste hay tensiones derivadas de las políticas inmigratorias restrictivas del gobierno de Donald Trump. Esas medidas irritaron a los activistas católicos que ayudan a los migrantes y a numerosos hispanos con familiares que no tienen permiso de residencia.
“Me gustaría que nuestros obispos denunciasen esto con más fuerza”, subrayó la monja Norma Pimental, quien dirige un centro de ayuda a los migrantes en McAllen, Texas.
Pimentel cree que los hispanos pueden revitalizar toda la iglesia estadounidense.
“Si hay algo que no perdimos es el sentido de comunidad”, manifestó. “Espero que los católicos jóvenes puedan mantener eso y disfruten celebrando su fe. Ese es el futuro de nuestra Iglesia”.
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Un fuerte desafío para la jerarquía católica: Tratar de convencer a más jóvenes hispanos de que se dediquen al sacerdocio.
Un ejemplo de ese reto: Diego Piña López de 30 años, de Tucson. Consagró su vida al principio católico de apoyar la dignidad de todas las personas, incluidas las que piden asilo y que visitan Casa Alitas, el albergue católico en el que trabaja en Tucson.
Piña pasó su infancia en Nogales, Arizona, y por momentos consideró abocarse al sacerdocio, pero prefirió sacar títulos en trabajos sociales y salud pública. ¿Por qué no se hizo cura? “Quiero tener una familia”, explicó.
Los reclutadores católicos escuchan esa justificación a menudo.
Según las últimas cifras de la conferencia de obispos, hay unos 37.300 sacerdotes en Estados Unidos. Solo 3.000 son hispanos, de los cuales más de 2.000 nacieron en el exterior. Esas cifras son sorprendentemente bajas considerando que 40% de los católicos de Estados Unidos son hispanos.
Esa brecha podría reducirse, pero no a corto plazo. Investigadores de la Universidad de Georgetown indican que 14% de los hombres que se iban a ordenar en el 2019 son hispanos. Muchos de ellos extranjeros.
Un problema, de acuerdo con Hosffman Ospino, es que el promedio de hispanos con estudios universitarios es más bajo que el del resto de la población, lo que reduce la cantidad de hispanos que pueden ingresar a un seminario.
“Mientras que los niveles educativos de la comunidad hispana sigan siendo bajos, pocos podrán ser sacerdotes o maestros”, expresó.
Los hispanos de segunda y tercera generación pueden cursar estudios universitarios, pero hay otros factores en juego.
“Esas generaciones están muy presionadas para pensar más en el progreso económico que en la gloria de Dios”, dijo el obispo de Brownsville, Daniel Flores. “Debemos inculcarles el concepto de servicio, haciendo a un lado la noción de que hay que ganar lo máximo posible”.
Brownsville es una de las diócesis más católicas del país. Aproximadamente la mitad de sus 120 curas son hispanos, dos tercios de ellos extranjeros.
Flores recomienda a los reclutadores que hablen personalmente con potenciales seminaristas y con sus padres.
“No basta con mandarles un correo electrónico o anunciarles un retiro vocacional”, expresó. “Hay que invitarlos y aprender de ellos”.
La oficina vocacional de la diócesis de Phoenix, que recluta y apoya a los seminaristas, está encabezada por el reverendo Paul Sullivan, quien además preside una parroquia abrumadoramente hispana. De los 11 seminaristas que fueron ordenados recientemente, cinco nacieron en Estados Unidos y cinco en México.
Sullivan admite que el deseo de tener una familia y de ganar dinero hace que mucha gente le dé la espalda al sacerdocio.
“El sacerdocio no el camino más seguido”, comentó.
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Los esfuerzos por aumentar la presencia hispana en puestos de liderazgo de la Iglesia se ven perjudicados por otra brecha en la matriculación de estudiantes.
La matriculación en escuelas católicas bajó pronunciadamente en las últimas décadas en Estados Unidos, de 5,2 millones de personas en la década de 1970 a 1,73 millones este año. De los estudiantes actuales, solo el 18,5% son hispanos, por más de que la mitad de los jóvenes en edad escolar sean hispanos.
Los expertos ofrecen varias explicaciones para esto. Muchos hispanos de Estados Unidos vienen de países latinoamericanos donde las escuelas privadas, incluidas las católicas, son vistas como un bastión de los ricos. Las matrículas cuestan 5.000 dólares para la primaria y 10.000 para la secundaria, lo que hace que la educación católica esté fuera del alcance de muchas familias. Bastantes escuelas católicas pierden alumnos que se pasan a escuelas “chárter”, que tienen más acceso a fondos del gobierno.
Todos estos factores están presentes en la diócesis de Brownsville, donde la matriculación en las iglesias católicas bajó pronunciadamente en los últimos años por la competencia de las escuelas públicas y las “chárter” (escuelas que reciben fondos del gobierno pero operan en forma independiente del sistema escolar estatal).
Una escuela que se esfuerza por conservar sus alumnos es la Escuela Católica St. Mary. Su directora desde hace siete años Ana Gómez, dice que 95% de los 350 alumnos son hispanos, incluidos unos 20 que vienen todos los días de Matamoros, del lado mexicano de la frontera.
Logra mantener los niveles de matriculación estables gracias a estrategias que aprendió en la Iniciativa de Matriculación de Hispanos (Latino Enrollment Initiative), un programa de la Universidad de Notre Dame. Entre sus tácticas figuran la de asegurarse que las escuelas sintonizan con la cultura de las familias hispanas y ayudan a los padres a pagar por las matrículas.
Unos 80 alumnos de la St. Mary reciben asistencia financiera, según Gómez.
Otra participante en la iniciativa de Notre Dame es la St. Agnes Elementary School de Phoenix, donde su directora Christine Tax dice que en cuatro años subió la cantidad de alumnos de 167 a 240. En 2016, dos tercios del estudiantado eran hispanos. Hoy lo son 95% de los alumnos y casi todos reciben ayuda financiera del estado.
Personal de la escuela y expertos en asuntos impositivos ayudan a las familias a solicitar asistencia y becas, asegurándose de que reciben información en español. Además han incorporado festejos culturales como el de la Festividad de Nuestra Señora de Guadalupe a su calendario escolar.
“Muchas familias hispanas de bajos recursos sentían que no eran dignas de una educación católica”, comentó Tax. “Tratamos de hacerles ver que sus hijos son merecedores de todo esto”.
A nivel nacional, según la Asociación Nacional de Educación Católica, menos del 10% de los 12.000 empleados y profesores de las escuelas católicas son hispanos.
La monja Mary Jordan Hoover, directora de la Juan Pablo II, pule sus conocimientos de español.
“Tuve que hablarle en español a una mujer acerca de los problemas de su hijo”, dijo Hoover. “Me entendió y me dio un abrazo”.
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Si bien la población hispana está llamada a aumentar, no está claro hasta qué punto la Iglesia católica podrá contar con ella. El año pasado el Centro de Investigaciones Pew informó que los católicos ya no son mayoría entre los hispanos. Solo 47% se describe como católico, comparado con 57% de 2009. La cantidad de personas que se consideran ateas, agnósticas o “nada en particular” subió de 16% a 23%. Y el porcentaje de protestantes subió de 23% a 26%.
Melba Salazar-Lucio, profesora y activista defensora de los derechos de los migrantes de Brownsville, dice que la Iglesia católica de hoy le resulta muy rígida a los hispanos. Su madre ya no va a misa y sus tres hijos dejaron de ser católicos practicantes.
“Hay otras denominaciones que tienen más música y pastores más jóvenes que aceptan más la forma de ser de la gente”, expresó Salazar-Lucio. “La Iglesia católica no está a tono con los tiempos”.
En Phoenix, no obstante, los sectores tradicionales de la Iglesia reciben con los brazos abiertos a gente como el seminarista Juan Carlos Briones, que en el portal de su parroquia escribió: “Los sacerdotes de nuestra parroquia eran muy admirados por los feligreses, jóvenes y viejos, ricos y pobres. Todo joven católico debería ser receptivo, y no tenerle miedo, al llamado a la vida religiosa y al sacerdocio”.
En un centro de ayuda al migrante de Nogales, México, próximo a la frontera con Arizona, el sacerdote jesuita Sean Carroll sirve todos los días a personas que quieren asilarse en Estados Unidos y que sueñan con sumarse a las filas de los católicos hispanos de este país.
“Traen su cultura, sus dones”, comentó. “El desafío de la Iglesia es aceptar esos dones. Hacer que se sientan líderes. Que se sientan como en su casa”.
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