Farsas de este mundo
Desperté con una sensación de tristeza, no porque me falte algo, ya que todo lo de este mundo tengo, sino porque miro alrededor y veo la vaciedad de la gente de esta tierra, lo que me ha llenado de un sentimiento de desesperanza, porque también estoy dentro de esta vorágine de vanidades.
Gente muriendo en varios lugares del planeta, por causa de misteriosos virus, surgidos de la nada o tal vez, manipulados en laboratorios, donde mentes enfermas que tramaron exterminar a sus congéneres para satisfacer los protervos intereses de sus amos, se les escapó de su control.
Pero, en estos momentos cuando la humanidad enfrenta tamaña crisis, realmente no importa de donde surgieron o en donde se encuentren los verdaderos asesinos, ya que todos, lastimosamente estamos involucrados en tan macabro suceso, lo que es mucho más relevante es que, en momentos como estos, se van cayendo las máscaras y vemos que estamos llenos de falsedad y más falsedad, caretas que ocultan la verdad, promesas incumplidas, traiciones, engaños, deshonestidad, vanidad de vanidades, tolerancia y alcahuetería, ambiciones desmedidas....; una lista inacabable de todo lo que denigra al ser humano.
¿Para qué? Sólo para alcanzar la preeminencia, inflar el ego, ser reconocido por los que están de paso por este mundo, a igual que todo lo que existe y tiene vida.
Quiméricos momentos de alegría y el resto... vaciedad de sentimientos, desazón que envuelve el alma por no estar acorde con la luz divina, por ser menos que aquellos que llamamos irracionales y que día a día, nos dan ejemplo de lo que es: la gratitud, la lealtad, la honestidad, el verdadero amor que se brinda sin cuestionamientos.
¡Qué tristeza me da! Plagas se han apoderado de la tierra, no solo las que enferman y consumen el cuerpo, sino las que carcomen y matan el alma, con tanta bajeza que se ha acumulado, dentro del ser humano, lleno de máscaras que utiliza, según calcen con sus mezquinos intereses, poniendo en peligro la misma vida, al corromper el soplo que nos dio el Creador, contaminando todo lo que le rodea por su desmedida ambición y egolatría.
Nos hemos desviado del propósito para el cual hemos llegado a este mundo, y estamos prontos a ser raídos de este lugar de tránsito, temporal refugio, que se desmorona poco a poco, donde todo se está acabando. Frente a este desolador escenario, surgen varias interrogantes: ¿a dónde partiremos? ¿seremos mortales? ¿a dónde irá nuestro ser interior, el que no se ve, pero se siente?; o acaso ¿aquí todo finaliza?
Creo que tenemos todavía un tiempo más de gracia; por tanto, seamos honestos, aprendamos a cumplir los mandatos que están escritos desde hace tantos milenios de años atrás, y que sirven para regir la conducta humana, acerquémonos al único y Supremo Creador, en verdadera reverencia, para lograr su aceptación, que es la única valedera, para que vuelva a darnos vida y vida en abundancia, aún en el más allá.