La muerte prevenible de un cubano que buscaba asilo en EEUU
El largo viaje de Roylan Hernández Diaz terminó en una celda de paredes blancas en el ala de confinamiento solitario de una cárcel en Luisiana.
Cerca de él estaban sus últimas pertenencias: un tubo de pasta de dientes, algunos vasos desechables y una hoja de papel que explicaba cómo podía solicitar su liberación del centro de detención de inmigrantes. Pero a él ya le habían negado tres veces la libertad.
El cubano había sido puesto en aislamiento seis días antes porque dijo que rechazaría sus alimentos en protesta por su detención. Los carceleros lo pusieron allí aun después de que el personal médico lo remitió a tratamiento de salud mental tres veces y documentó un trastorno intestinal que le provocaba un dolor insoportable.
Y durante al menos una hora antes de que descubrieran que se había ahorcado, nadie abrió la puerta para revisar si estaba vivo.
Su muerte podría haberse prevenido. Una investigación de The Associated Press en torno a la muerte de Hernández en octubre pasado encontró que hubo negligencia y aparentes violaciones de las políticas gubernamentales por parte de los carceleros del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), en un momento en el que la detención de inmigrantes ha alcanzado niveles récord y han surgido nuevos cuestionamientos sobre el trato que le da el gobierno de los Estados Unidos a las personas que buscan refugio.
ICE requiere que los inmigrantes detenidos en confinamiento solitario sean observados visualmente cada 30 minutos. El video de vigilancia muestra a una carcelera que pasa dos veces por la celda de Hernández en la hora previa a que fuera encontrado y que escribió en la carpeta guardada en la pared junto a la puerta de la celda. Sin embargo, no levantó la cubierta de la ventana de la puerta de la celda ni trató de mirar dentro. La última persona que miró por la ventana fue un empleado de la cárcel no identificado, 40 minutos antes de que Hernández fuera encontrado.
Una persona que trabaja en la cárcel y que habló con la AP bajo condición de anonimato dice que descubrieron después que Hernández no podía ser visto desde la ventana.
Yarelis Gutiérrez Barrios era la pareja de Hernández. Ella había estado con él desde hacía tres años mientras viajaban a través de Sudamérica y Centroamérica, siempre en busca de la manera de llegar a los Estados Unidos. El hombre que conoció era fuerte, dice, determinado a ganar su solicitud de asilo, no el tipo de hombre que se rendiría fácilmente.
“Creo que lo dejaron morir”, dice ella.
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Hernández pasó gran parte de sus 43 años en rebelión contra el gobierno comunista a 145 km de los Estados Unidos.
En su juventud, se rehusó a unirse a un grupo de jóvenes. Después se negó al servicio militar obligatorio y protestó contra el régimen de Fidel Castro.
En 1944, cuando tenía 18 años, trató de huir de la isla con su padre y su hermano en un bote, pero fueron capturados y encarcelados.
Hernández estuvo en prisión alrededor de dos semanas. Cuando trató de huir otra vez, en 2001, fue capturado de nuevo y sentenciado a nueve años de prisión. Tras su liberación, se le negaron trabajos y fue acosado por la policía.
En 2016, dejó Cuba para ir a Guyana, un diminuto país en Sudamérica, porque podía viajar hasta allí sin visa. Desde Guyana, se dirigió hacia los Estados Unidos.
Hernández y Gutiérrez se conocieron en Ecuador en 2016. Se encontraban entre un grupo de cubanos que acampaba fuera de la embajada mexicana en Quito, la capital de Ecuador, para demandar visas que les permitieran llegar a la frontera entre México y Estados Unidos para solicitar asilo. México se rehusó a otorgar las visas y Ecuador se movilizó para deportar a los manifestantes a Cuba.
Así que huyeron. Vendieron jugo en un carrito en Argentina, y después vivieron en Perú durante un año.
Tanto en Argentina como en Perú, recuerda Gutiérrez, lucharon para mantenerse y les dijeron que sería casi imposible que se les permitiera establecerse allí de manera permanente.
“Al final, íbamos a venir a los Estados Unidos”, dijo ella.
Cruzaron Ecuador y Colombia, y llegaron al Tapón del Darién, la selva que conecta a Sudamérica con Centroamérica. La región no tiene caminos ni ley, y está controlada mayoritariamente por pandillas que se aprovechan de los miles de migrantes que tratan de atravesarla cada año.
La pareja caminó varios días en la luz y la oscuridad antes de llegar a un pueblo en Panamá. Y finalmente se entregaron a las autoridades en un puesto fronterizo.
Pero en la jungla, dice Gutiérrez, Roylan perdió los documentos que había traído consigo desde Cuba y que documentaban su encarcelamiento y problemas políticos —papeles que habrían sido clave para probar su caso de asilo en Estados Unidos—.
Fueron detenidos durante 10 días en Panamá, y después trasladados a un pueblo fronterizo en Costa Rica. Uno por uno, abordaron autobuses y atravesaron puestos de control fronterizo en cada país en el camino: Nicaragua, Honduras, Guatemala, México. Pasaron varios días detenidos en territorio mexicano.
Después de cinco meses, el 18 de mayo de 2019, llegaron al puente fronterizo entre Juárez, México, y El Paso, Texas. Esperaron a que se les permitiera entrar.
Después de dos meses, Hernández solicitó asilo y fue detenido.
Inicialmente, él y Gutiérrez fueron llevados al mismo centro de detención cerca del puente. Los hombres y las mujeres fueron separados y llevados a celdas pequeñas y frías.
Ella lo vio por última vez desde el otro lado del comedor unos días después de que cruzaron. Era la hora de la comida, pero no se les permitía hablar entre ellos.
Gutiérrez fue liberada eventualmente, pero un oficial de la instalación le dijo que Hernández había sido llevado a un centro de detención en Mississippi.
Después de unas semanas, sería trasladado a Luisiana, un estado que para miles de inmigrantes se ha convertido en sinónimo de una detención prolongada. Permaneció encarcelado, aunque una investigación preliminar determinó que su solicitud de asilo era creíble.
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En los últimos días de su administración, el presidente Barack Obama revocó una política conocida como “pies mojados, pies secos” que dio a miles de cubanos un camino para conseguir la residencia permanente en los Estados Unidos y, eventualmente, la ciudadanía.
Bajo el gobierno del presidente Donald Trump, los Estados Unidos han restringido las razones por las que las personas pueden solicitar asilo y ha presionado a los jueces de los tribunales de inmigración para que procesen y rechacen las solicitudes más rápidamente. También ha detenido a miles de solicitantes de asilo a quienes anteriormente se les habría permitido vivir y trabajar en los Estados Unidos mientras sus casos estaban pendientes.
Esos cambios de política ocurrieron después de que Hernández dejó Cuba por última vez, pero dieron forma a los últimos meses de su vida.
El pasado 13 de junio, Hernández llegó al Centro Correccional de Richwood. Ubicado en Monroe, en la parte noreste del estado, Richwood es una de al menos seis cárceles de Luisiana que se convirtieron en centros de detención de inmigrantes durante la administración Trump.
Con el propósito de llenar cárceles vacías por la reforma de justicia penal, en las comunidades rurales de Luisiana se llenaron las camas de las cárceles con solicitantes de asilo y otros inmigrantes. En un momento del año pasado, Luisiana tenía unos 8,000 migrantes detenidos, sólo superado por Texas, cifra superior a los 2.000 que tenía al final de la administración Obama.
Luisiana también se ha hecho famoso por el amplio rango de rechazos de libertad condicional a los migrantes, particularmente a grandes poblaciones de cubanos, venezolanos y personas del sur de Asia. En septiembre, un juez federal dictaminó que la oficina de ICE en Nueva Orleans violaba las propias pautas de la agencia al no darle a cada migrante una determinación, caso por caso, sobre si podían ser liberados.
Poco cambió inmediatamente después de esa decisión, aunque ha habido algunas mejoras. Según la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), de 345 solicitudes entre el 17 de octubre y el 10 de diciembre, sólo cuatro fueron otorgadas. ICE otorgó libertad condicional a alrededor del 20% de los solicitantes de asilo en enero y febrero, dijo la ACLU de Luisiana, citando datos que ICE ha proporcionado en la demanda federal.
El portavoz de ICE, Bryan Cox, declinó comentar sobre las prácticas de libertad condicional en el estado, pero dijo que “cualquier sugerencia de que la mayoría de las personas arrestadas por ICE son detenidas, es falsa”.
Los detenidos en Richwood y otros centros de detención han protestado reiteradamente.
En una cárcel de Luisiana, hombres provenientes del sur de Asia organizaron una huelga de hambre que ha durado 100 días y continúa. En otra, los funcionaros rociaron con gas pimienta a los inmigrantes que organizaron una protesta sentados para exigir libertad.
El año pasado, un recluso de Richwood escribió en una carta publicada por el grupo de defensa Freedom For Immigrants (Libertad para Inmigrantes): “Solo queremos nuestra libertad para proseguir con nuestros casos libremente y dejar este infierno, porque Luisiana es un cementerio de hombres vivos”.
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Por teléfono desde La Habana, un hombre que estuvo detenido en Richwood recuerda una vez que vio a Hernández parado en el patio.
Hernández estaba doblado por el dolor con las manos en el estómago. Estaba pálido. Había comido por accidente algo que tenía azúcar y eso agravó su condición.
De acuerdo con Dariel Hevia León, entonces detenido y hoy deportado, Hernández se quejaba constantemente por el dolor y sentía que el personal médico no lo atendía adecuadamente.
“Me dijo que ‘la cárcel me está matando’”, dijo Hevia.
Según un informe de ICE compilado después de su muerte, el personal médico revisó a Hernández cuando llegó y confirmó que tenía síndrome de intestino irritable.
Yarelis Gutiérrez dice que le habían diagnosticado problemas intestinales en Perú y que necesitó ayuda médica en Panamá y México durante su viaje.
Las personas con síndrome de intestino irritable pueden controlar su dolor con medicamentos y dieta. El síndrome también ha sido asociado con la ansiedad y la depresión.
Cuando Hernández llegó a Richwood, rechazó una referencia de salud mental, dice el reporte de ICE. Dos veces fue referido a tratamientos de salud mental, en agosto y septiembre, aunque el reporte no dice por qué. Dice que se negó ambas veces.
Hernández le dijo a Gutiérrez, su pareja, y a otros detenidos en Richwood, que pelearía su caso en el tribunal de inmigración hasta el final. Pero de acuerdo con lo que Hernández dijo a otros después, enfrentaba un reto enorme y tal vez insuperable: la pérdida en la selva de gran parte de los papeles que documentaban su caso.
Llegó desde Richwood a su primera aparición en el tribunal de inmigración, y habló con un juez en Nueva York por video.
La Oficina Ejecutiva de Revisión de Inmigración declinó revelar su grabación de esa audiencia. Según su pareja, el juez le dijo que necesitaba alguna evidencia para para probar su caso. Así que Gutiérrez comenzó a llamar a personas en Cuba y a cubanos que habían dejado la isla, para pedirles que escribieran cartas que apoyaran su afirmación de que fue acosado en el país.
“Apenas le conseguí tres cartas, porque me tomó mucho tiempo obtenerlas ya que la gente en Cuba tiene miedo de hablar”, dijo ella. “Tiene miedo de involucrarse en problemas de esta magnitud, pero las conseguí”.
El 9 de octubre tuvo la que sería su última audiencia en el tribunal. Según una grabación, el juez le dijo a Hernández que su audiencia final quedaría agendada para el 30 de enero, a más de tres meses de distancia. Hernández responde y dice que no entiende.
“Mi caso es mi caso. Ya he enviado mi evidencia”, dice Hernández, de acuerdo con un traductor que se escucha en la grabación. “He estado detenido aquí. Mis derechos han sido violados. No tengo ningún beneficio. Ya he enviado tres cartas y mi esposa está fuera, en la calle”.
El juez repitió que su audiencia final era el 30 de enero y dijo que podría tener a un abogado presente si quería. Mientras el traductor se lo explica a Hernández, el juez dice: “Que tenga un buen día”. La grabación termina.
De acuerdo con Gutiérrez, Hernández la llamó después para decirle que iba a organizar otra huelga de hambre.
“Le dije ‘no lo hagas’, porque temía por su salud, que no la iba a soportar”, dice ella. “Se enojó conmigo. Me dijo: ‘voy a hacerla. Apóyame porque es la única manera que tengo de salir de aquí’. En su mente, esa era la única forma”.
Al día siguiente, 10 de octubre, el informe de ICE dice que le hicieron una evaluación médica antes de ser llevado a aislamiento por amenazar con una huelga de hambre. Una enfermera encontró que su salud física y mental era normal, “excepto por un estado emocional retraído”.
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El interior de la celda donde estaba recluido Hernández cuando murió no tenía vigilancia de video, según la Oficina del Sheriff del condado de Ouachita, la agencia de orden público local llamada para investigar poco después de que fuera encontrado muerto.
Pero la Oficina del Sheriff obtuvo un video del pasillo fuera de su celda que captura la última hora antes de que encontraran su cuerpo. Esto es lo que muestra:
--1:19 p.m.: una carcelera camina hasta la puerta de Hernández. Toma una carpeta de la pared junto a la puerta, escribe en ella y regresa la carpeta a la pared. Nunca mira por la ventana de la puerta de la celda de Hernández.
--1:26: un hombre vestido de civil pasa por la celda, se detiene a abrir la cubierta de la ventana en la puerta de la celda y mira al interior. La Oficina del Sheriff dice que el hombre era un empleado de la cárcel, pero no tiene su nombre en sus registros.
--1:54: la carcelera regresa. Una vez más, toma la carpeta, escribe en ella y la pone en su lugar sin mirar dentro de la celda.
--2:04: Tres miembros del personal y quien parece ser un administrador de la cárcel pasan frente a la celda y llenan casi todo el pasillo. Un capitán de la prisión rodea a la pequeña multitud y camina junto a la pared y la puerta de la celda de Hernández. El capitán, identificado por la oficina del sheriff como Gerald Hardwell, dijo después a los investigadores que había notado un “fuerte olor” que emanaba de la celda.
Hardwell se detiene y levanta la cubierta en la puerta de Hernández, como lo hizo el hombre vestido de civil. Comienza a golpear la puerta con la mano izquierda. Más tarde le dijo a la Oficina del Sheriff que no podía ver a Hernández.
Un minuto después, regresa con un juego de llaves. Usa la mano izquierda para levantar la cubierta en la puerta, la mano derecha para abrir la cerradura y empuja para abrir la puerta.
Hardwell asoma la cabeza dentro de la celda y huye de la celda, y cubre su boca con la mano izquierda.
Había descubierto que Hernández se colgó con una sábana atada al poste de su litera.
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El forense del condado de Ouachita registró la hora de su muerte a las 2:15 p.m. --10 minutos después de que estuviera aparentemente muerto para Hardwell y otros en la cárcel-- y dijo que fue visto por última vez a la 1:50 p.m., contó la forense adjunta Joy Davis a la AP. El video muestra que el personal médico permaneció fuera de su celda mucho después de que fue descubierto, y que su cuerpo no fue retirado de la celda sino hasta casi las 4 p.m.
Las fotos tomadas de su cuerpo muestran que Hernández podría haber estado muerto varias horas antes de que se encontró, con base en cómo se había acumulado la sangre en sus manos, según un análisis realizado a petición de la AP por el Dr. Nizam Peerwani, el médico forense de Fort Worth, Texas, y experto forense del grupo de defensa Physicians for Human Rights (Médicos por los Derechos Humanos).
Peerwani descubrió que la cárcel no notó varias señales de advertencia que indicaban que Hernández merecía más atención: una historia bien documentada de problemas intestinales, sus negativas repetidas a recibir tratamiento de salud mental y sus huelgas de hambre. Peerwani dice que la muerte de Hernández no se debe a “la comisión de un acto de violencia perpetrado contra él, sino a la omisión”.
Permanece la pregunta de si era necesario que permaneciera en aislamiento. De acuerdo con las pautas del Cuerpo de Servicios de Salud de ICE, en las primeras 72 horas de que fuera aislado por amenazar con una huelga de hambre, un proveedor de atención médica debería haber revisado si se podía mantener allí a Hernández. Esa revisión de 72 horas debió ocurrir a más tardar el 13 de octubre.
No hay referencia a que se realizara ninguna revisión en el informe de muerte de detenidos de ICE. El informe de ICE dice que el día de su muerte y los cuatro días previos, una enfermera observó que Hernández parecía normal y no estaba angustiado.
Y bajo los estándares nacionales de detención basados en el desempeño de ICE, cualquier persona en aislamiento debe ser monitoreada al menos cada 30 minutos.
El video mostrado por el sheriff sólo incluye la hora previa a que Hernández fuera encontrado muerto, así que es imposible determinar cuántas veces fue observado.
El empleado de la cárcel que habló con la AP bajo condición de anonimato dice que Hernández se colgó en una orilla de la celda que no se podía ver a través de la ventana de la puerta. El mismo empleado dijo que era de conocimiento común que los carceleros registraran falsamente las revisiones que se supone debían realizar.
ICE y LaSalle Corrections, la empresa privada que administra la cárcel, se negaron a informar si la carcelera que apareció fuera de la celda de Hernández fue despedida o si algún otro empleado fue considerado responsable.
ICE y LaSalle no respondieron la mayoría de las preguntas para esta investigación.
Scott Sutterfield, ejecutivo de desarrollo de LaSalle, se negó a responder cualquier pregunta “debido a un litigio pendiente”. Sutterfield se unió a LaSalle el año pasado después de trabajar como director interino de la oficina local de ICE para la ejecución y remoción en Nueva Orleans; él negó una de las solicitudes de Hernández para ser liberado.
“Puedo decir que LaSalle Corrections está firmemente comprometida con la salud y el bienestar de todos quienes están bajo nuestra custodia”, dijo Sutterfield.
“No podemos hablar por un contratista de la agencia”, dijo Cox, el vocero de ICE, en un correo electrónico. Y agregó que ICE “obliga a su personal, contratistas incluidos, a mantener los más altos estándares de comportamiento profesional y ético.
Además, aunque cualquier muerte bajo custodia es desafortunada, las muertes bajo custodia de ICE son extremadamente raras y ocurren a una tasa alrededor de 100 veces menor que el promedio nacional para personas en custodia federal y estatal en todo el país”, dijo Cox.
Ocho personas han muerto bajo custodia de ICE desde octubre, cuando inició el año fiscal, una menos que las ocho que murieron durante el año anterior. En Richwood, un hombre de Guatemala trato de suicidarse en diciembre mientras estaba detenido en aislamiento, meses después de la muerte de Hernández.
Lorena Perez-McGill, la abogada del hombre, dice que lo había visto más temprano ese día y le avisó al alcalde local que podría hacerse daño. Los guardias lograron evitar que se cortara cinco minutos después de que empezó.
Los carceleros lo llevaron a un hospital local donde le dieron puntos de sutura. Después, dice Perez-McGill, fue regresado a la misma celda de segregación.
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Además de Yarelis Gutiérrez, Hernández dejó a dos hijas y un hijo, además de a su madre y padre. La última vez que se fue de casa, su familia sabía que esperaba llegar a Estados Unidos con la intención de ganar dinero para mantenerlos. Ahora, tienen muchas preguntas sobre su muerte: ¿cómo alguien tan fuerte en sus convicciones pudo quitarse la vida? ¿Qué le pasó en su estancia en la cárcel y por qué?
“Había luchado por llegar a este país porque amaba este país, lo amaba con toda su vida”, dijo Gutiérrez. “Dio su vida por este país”.