A 1 año de tragedia por represa, Brumadinho sigue herida
RÍO DE JANEIRO (AP) — En la calma de la madrugada, Sebastião Gomes corre por su casa desesperado. Grita pidiendo auxilio para sus amigos. Grita, también, por sus compañeros.
Al igual que otras noches, Ana María Gomes, su mujer, intenta calmarlo. Según reconstruye The Associated Press con base en el relato de Gomes, su esposa le explica que tuvo una pesadilla, que la explosión que escuchó no fue real. Procura convencerlo de que la avalancha de barro de la represa minera de Brumadinho quedó atrás.
El caso de este exempleado del área de saneamiento ambiental de la mina que aprendió a convivir con las pesadillas y el tratamiento psiquiátrico no es aislado.
“La ciudad está desgarrada. Pasó un año cronológicamente, pero para nosotros es como si todo hubiese sucedido ayer”, dijo el hombre de 54 años en una entrevista telefónica con la AP.
El rompimiento de la represa de la minera Vale es una herida abierta en la ciudad de 40.000 habitantes que busca erguirse tras el golpe. La ola de lodo y residuos que enterró el equivalente a casi 300 campos de fútbol y causó la muerte de 270 personas se ha secado. Sin embargo, su huella destructiva no se ha detenido y sus efectos se sienten tanto en el campo psicológico como en el económico y ambiental.
El sábado familias de víctimas lloraron a sus seres queridos en un acto frente al letrero de la ciudad. Al final del homenaje, soltaron globos con la inscripción "duele demasiado la forma como ustedes se fueron".
La búsqueda no se ha interrumpido. Rescatistas del cuerpo de bomberos continúan escarbando para encontrar a 11 desaparecidos que, tal vez, nunca sean hallados.
Un año atrás Gomes esquivó la muerte por poco. “Se acabó. Vamos a morir acá mismo”, escuchó que le decía su compañero Elías Nunes. Detrás de ellos, que estaban trabajando en la mina cuando ocurrió el accidente, la ola de barro avanzaba raudamente llevándose todo por delante.
Gomes y Nunes buscaron refugio dentro de una camioneta. Condujeron hacia adelante, pero se arrepintieron e hicieron marcha atrás. Entregados a lo peor comenzaron a rezar mientras el lodo se deslizaba como lava volcánica, pero la ola proyectó el vehículo hacia arriba y los salvó. Al mismo tiempo, el fango enterraba a cientos de amigos y compañeros de trabajo.
“Intento encontrar una explicación, pero no hay. Fue un milagro haber salido vivo de ahí”, aseguró.
Tras haber sobrevivido, nada volvió a ser igual. Aunque ese día sufrió apenas rasguños en sus brazos y rodillas, Gomes debió pasar por varios tratamientos psicológicos y psiquiátricos y permanece medicado.
“Todavía paso noches sin dormir”, aseguró con la voz quebrada.
Buena parte de la población local enfrenta lo mismo. El consumo de antidepresivos creció 56% entre enero y noviembre en relación con el mismo período del año anterior y el uso de ansiolíticos 79%, según datos de la alcaldía de Brumadinho.
“El impacto en la salud mental de la población es semejante al provocado por un gran desastre natural como Fukushima o el propio atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos”, dijo Maila de Castro Neves, psiquiatra y profesora de la Universidad Federal de Minas Gerais.
De Castro Neves evaluará con un equipo el impacto del rompimiento de la represa minera en la población por los próximos años y los trastornos vinculados con el estrés postraumático. Señaló que la población local queda en un “estado vulnerable”, con riesgo de sufrir trastornos de ansiedad, estrés, uso de sustancias e incluso comportamiento suicida.
Andressa Rodrigues, de 42 años, perdió a su único hijo, Bruno Rocha Rodrigues. Lo encontró muerto 105 días después del colapso.
Profesora y concejal de la ciudad, continúa viviendo en la misma casa que compartía con su hijo, un ingeniero recién graduado que cumplía el sueño de trabajar en la mayor minera de Brasil.
Su cuarto continúa intacto, como si Rodrigues esperara que su hijo saliera de la habitación para el horario de la cena. “Todavía no pude soltarme del barro”, dijo Rodrigues, quien confesó que vive “a base de todo tipo de remedios”, ansiolíticos y antidepresivos.
“El corazón de una madre late con el de su hijo y el mío está ahí. Lo enterraron vivo y yo estoy con él en ese barro de sangre donde lo perdí”.
La víspera del aniversario trajo alivio para familiares de las víctimas. La Fiscalía de Minas Gerais denunció a Vale, a la auditoría alemana TÜV SÜD y a 16 funcionarios por homicidio doloso y crímenes ambientales. Entre los acusados se encuentra el ex CEO de Vale, Fabio Schvartsman, quien negó los cargos en una nota enviada a la AP.
Según los fiscales, las empresas sabían que la mina funcionaba en una situación “inaceptable” de seguridad, poniendo en riesgo la vida de sus empleados. Ejecutivos de Vale y TÜV SÜD podrían enfrentar penas de hasta 30 años de cárcel.
“Nuestros hijos trabajaban con una bomba de relojería en la cabeza. Cada día la rabia aumenta más porque tenemos la certeza de que no fue accidente. Fueron asesinados”, aseguró Rodrigues.
Vale expresó en una nota “perplejidad ante las acusaciones de dolo” y dijo que colabora con las autoridades en el esclarecimiento del caso.
La paralización de la actividad minera, que generaba cerca de 60% de los ingresos antes de la tragedia, hizo del futuro de la ciudad una incógnita, reconoció la alcaldía de Brumadinho.
Paradójicamente, el impacto económico ha sido positivo. “Tuvimos un crecimiento en nuestro presupuesto proveniente de los trabajos de recuperación de áreas alcanzadas por la tragedia y debido a la inyección de recursos de auxilio de emergencia de Vale”, dijo en una nota la alcaldía.
La empresa minera entregó, según un reciente balance, más de 24.000 millones de reales (unos 6.000 millones de dólares) en compensaciones por el rompimiento, generando una aceleración de la economía. Los comercios multiplicaron sus ventas, se expandieron los proyectos inmobiliarios y la venta de automóviles, de acuerdo con reportes de la prensa local.
“Tenemos conciencia de que el aumento de la actividad económica es temporal y tenemos gran preocupación por el futuro a mediano y largo plazo”, dijo la alcaldía.
El impacto también ha sido ambiental. El río Paraopeba, el principal curso de agua de la ciudad, quedó comprometido de acuerdo con un estudio elaborado por la organización no gubernamental SOS Mata Atlántica. El castigo fue mayor para las comunidades ribereñas y de agricultores que solían utilizar el río para su supervivencia.
En tres puntos de recolección de muestras, el resultado fue el mismo: la calidad del agua es pésima, apenas apta para la navegación. De acuerdo con el informe, fueron encontrados metales pesados como hierro, manganeso y cobre en niveles superiores a los límites previstos en la legislación.
Vagner Diniz, un ingeniero paulista de 60 años que perdió a sus dos hijos, Luiz y Camila, se fijó una meta desde el primer día: que la indignación por la tragedia no se convirtiera en rabia.
En Sao Paulo, donde vive, creó un instituto con el nombre de sus hijos que brega por la concientización ambiental. “Es absolutamente terapéutico. El trabajo colectivo me sustenta en los momentos de extremo dolor”, dijo Diniz por teléfono.
Brumadinho es una ciudad “sin rumbo” que todavía no sabe cómo salir de la dependencia de la minería, agregó.
Las últimas veces que regresó, en medio del dolor por visitar la ciudad donde sus hijos murieron, ha observado lo mismo: “el modelo extractivista crea una dependencia que convierte a la empresa en dueña de todo por el poder que adquiere... La ciudad tiene condiciones para hacer algo diferente. Necesita de voluntad política y responsabilidad”.
Con el dinero que recibió de Vale --con la que aún está en litigio--, Gomes se ha dedicado a hacer catarsis escribiendo un libro y dando charlas para concientizar a la población sobre los riesgos de la actividad minera.
Brumadinho podrá levantarse, pero él siempre pensará lo mismo: “No hay dinero que pague por las pérdidas que tuvimos”.