Un aclamado pianista vuelve a tocar con guantes “mágicos”
SAO PAULO (AP) — Unos pocos días antes de Navidad, el renombrado pianista João Carlos Martins reunió a sus amigos en un bar de Sao Paulo para mostrarles el mejor regalo que había recibido en décadas: un nuevo par de guantes biónicos que permiten al músico de 79 años tocar con las dos manos por primera vez en más de veinte años.
Considerado como uno de los grandes intérpretes de Johann Sebastian Bach, el director y pianista clásico brasileño se había retirado el pasado marzo tras 24 cirugías que intentaban frenar el dolor provocado por una enfermedad degenerativa y una serie de accidentes. Sus limitaciones le forzaron a trabajar principalmente como director desde principios de la década de 2000.
Pero desde finales de 2019, los amigos han ido regresando al ático de Martins en el centro de la ciudad para oírle tocar piezas de Frédéric Chopin, Wolfgang Amadeus Mozart y su preferido, Bach, devolviendo la vida a su piano Petrof.
Antes de los guantes, desarrollados especialmente para él, el pianista solo podía tocar despacio con los pulgares y, en ocasiones, los índices.
“Después de perder mis herramientas, mis manos, y no poder tocar el piano, era como si hubiera un cadáver dentro de mi pecho”, dijo Martins a The Associated Press.
Los problemas de salud de Martins se remontan a 1965. Entre otras complicaciones, se dañó un nervio del brazo sufrido durante un partido de fútbol en Nueva York, y recibió un golpe en la cabeza que le propinó un atracador con una tubería de metal cuando estaba de gira en Bulgaria. Sus recuperaciones tras cada revés fueron notorias. Pero incluso sus amigos esperaban que la última operación en su mano izquierda marcara el final de sus días al piano.
Ese podría haber sido su destino de no ser por un diseñador que creía que el retiro del pianista había llegado demasiado pronto. Ubiratã Bizarro Costa creó unos guantes biónicos, cubiertos de neopreno y con una estructura de fibra de carbono, que elevan los dedos de Martin después de que presione las teclas.
“Hice los primeros modelos basándome en imágenes de sus manos, pero esos estaban lejos del ideal”, dijo Costa. “Me acerqué al maestro al final de un concierto en mi ciudad de Sumaré, en la región de Sao Paulo. Pronto se dio cuenta de que no funcionarían, pero después me invitó a su casa para desarrollar el proyecto”.
Costa y Martins pasaron los meses siguientes probando distintos prototipos. El ajuste perfecto llegó en diciembre, y construirlo costó solo unos 500 reales brasileños (125 dólares). Ahora Martins nunca se quita los guantes, ni siquiera para dormir.
“Puede que no recupere la velocidad del pasado. No sé qué resultados conseguiré. Estoy empezando de nuevo como si fuera un niño de ocho años aprendiendo”, dijo junto a su caniche Sebastian. El nombre de su perro, por supuesto, es un tributo a Bach.
El regreso del pianista apareció en un principio en el periódico brasileño Folha de S. Paulo. El reportero Ricardo Kotscho dijo que Martins había bajado a toda prisa al bar cercano a su casa antes de Navidad “como un niño que hubiera recibido un juguete nuevo”.
Martins dijo que en los últimos 50 años ha recibido más de 100 dispositivos anunciados como soluciones milagrosas a los problemas de sus manos. Ninguno funcionó bien o durante tiempo suficiente.
“Pero estos guantes sí. Incluso puedo ajustarlos”, dijo, mostrando cómo puede recolocar las almohadillas internas del guante para tocar a un ritmo más o menos rápido. “Eso no significa que esté todo resuelto. La atrofia muscular influye. En ocasiones intento tocar una rápida y me deprimo porque simplemente aún no sale”.
Los “guantes de extensión”, como los llama su inventor, le dan a Martins un objetivo: tocar de nuevo el piano en el Carnegie Hall de Nueva York el próximo octubre, donde tiene programado dirigir un concierto celebrando el 60 aniversario de su primera aparición allí.
Entre tanto, entrena por la mañana temprano y tarde por la noche, para delicia de sus vecinos, hasta que pueda interpretar a la perfección un concierto de Bach entero.
“Podría llevar uno, dos años. Seguiré trabajando hasta que eso pase”, dijo. “No renunciaré”.