Perú: miles defienden corridas de toros y peleas de gallos
LIMA (AP) — Dos mil peruanos en favor de las corridas de toros y peleas de gallos marcharon el jueves exigiendo que la justicia se pronuncie sobre una demanda que busca prohibir ambas actividades.
Si el Tribunal Constitucional acepta la demanda presentada por los defensores de los animales en 2018, se castigaría con hasta cinco años de cárcel a quienes provoquen la muerte de los animales.
“Hay una corriente mundial de animalismo que está afectando (estas tradiciones) ... Nosotros salimos en defensa de la libertad de poder elegir lo que nos gusta”, comentó Jorge Gallastegui, un peruano de 54 años que afirma haber recorrido Perú y España para presenciar corridas de toros.
Perú es un país donde existen más corridas de toros que días del año: alrededor de 540 fiestas taurinas, la mayor cifra de toda América Latina, según la Agenda Taurina, la mayor guía de toros del país.
Las peleas de gallos también se celebran en todas las regiones de Perú. Existen alrededor de 1.700 coliseos de diversas calidades, la actividad genera 450.000 empleos y hay unos 4 millones de aficionados, dijo César Ulloa, empresario minero que es el presidente de la Unión de Galleros del Perú.
A nivel del hemisferio, Perú es uno de los pocos países donde ambas actividades son legales.
El Tribunal Constitucional todavía no ha anunciado una fecha para hacer pública su decisión sobre el polémico tema que divide a muchos peruanos, incluso a integrantes de una misma familia.
Los orígenes de las corridas de toros y peleas de gallos en este país sudamericano se remontan a la llegada de los españoles en el siglo XVI. “Es una tradición”, coinciden Gallástegui y Ulloa.
No obstante, este punto de vista no es compartido por los activistas por la defensa de los animales.
El activista José Espinoza dijo que deleitarse con la corrida de toros y la pelea de gallos forma parte de “una cultura de violencia” abundante en Perú que se esconde bajo el manto de la “tradición”.
“La esclavitud existió por cientos de años, la mujer era maltratada y no estudiaba, pero eso también tuvo que cambiar por más que era una costumbre”, indicó Espinoza.