Miles de colombianos esperan canalizar ola de descontento
BOGOTÁ (AP) — Los colombianos molestos con el presidente Iván Duque y esperanzados en canalizar la ola de descontento que recorre Latinoamérica salieron a la calle el jueves en una de las mayores protestas en la historia reciente del país.
Estudiantes, docentes y sindicalistas marcharon en diversas ciudades para protestar por diversos problemas, desde la desigualdad económica a la violencia contra líderes sociales, poniendo a prueba a un gobierno conservador impopular en una época en que la inestabilidad sacude la región.
Según la policía, 207.000 personas participaron en las distintas movilizaciones.
“Ya era hora”, dijo Julio Contreras, un estudiante de medicina de 23 años. "No más de lo mismo: mentiras, corrupción. Aquí estamos para dar la pelea”.
Las protestas fueron predominantemente pacíficas, pero al anochecer se tornaron violentas luego de que los manifestantes apedrearon a la policía antimotines, que respondió con gases lacrimógenos. En un momento dado, los inconformes intentaron ingresar al Congreso y desgarraron parte de una tela negra que protege un edificio histórico en la afamada Plaza de Bolívar.
Los analistas se mostraron escépticos de que las protestas pudieran generar una agitación prolongada, similar a la ocurrida recientemente en Bolivia, Chile y Ecuador, y destacaron la falta de factores que unifiquen a un país dividido que tiene uno de los mejores desempeños económicos de la región.
“No estamos en un clima preinsurreccional”, dijo Yann Basset, profesor en la Universidad del Rosario de Bogotá. “No sé si haya realmente un rechazo del sistema político en general”.
De todas formas, las manifestaciones le enviaron un sonoro mensaje a Duque, cuyo gobierno desplegó a 170.000 agentes para reforzar la seguridad, cerró los pasos fronterizos y deportó a 24 venezolanos acusados de ingresar al país para instigar la agitación.
“Si el gobierno no logra un cambio de rumbo el otro año, va a ser muy difícil”, afirmó Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación.
Duque, que tiene un índice de aprobación de sólo 26%, emprendió una campaña antes de la marcha para intentar acercarse a la población y contrarrestar las afirmaciones erróneas en las redes sociales de que propuso elevar la edad de jubilación y reducir los salarios a los trabajadores jóvenes.
En un discurso nocturno tras las protestas, elogió a los ciudadanos por ejercer su derecho a manifestarse.
“Hoy hablaron los colombianos”, afirmó. “Los estamos escuchando”.
Aun así, muchos habitantes dicen tener muchas razones para estar enojados.
A pesar del acuerdo de paz alcanzado entre el gobierno anterior y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en 2016, gran parte del país sigue sumido en la violencia debido a que grupos ilegales armados compiten por territorios en los que el Estado ha estado ausente hace tiempo, y donde podría llevarle años establecer su presencia. Docenas de líderes indígenas y sociales han sido asesinados en crímenes que siguen impunes en su mayoría. El gobierno ha logrado reducir un poco los cultivos de coca, empleada para elaborar cocaína, pero estas plantaciones siguen cubriendo amplias zonas.
Mientras tanto, el gobierno de Duque ha sufrido una serie de embarazosos reveses.
El ministro de Defensa, Guillermo Botero, renunció a principios de noviembre tras las revelaciones de que al menos ocho menores murieron en un ataque contra un pequeño grupo de disidentes. El aliado clave de Duque, el expresidente Álvaro Uribe, está siendo investigado por presunta manipulación de testigos y su popularidad disminuye. Y el propio Duque fue criticado por mostrar unas fotografías en la Asamblea General de las Naciones Unidas que, según dijo, eran la prueba de que el gobierno socialista de la vecina Venezuela da refugio a rebeldes izquierdistas colombianos, aunque después se supo que al menos una de esas imágenes había sido tomada en Colombia.
Aunque la economía colombiana ha estado creciendo a un ritmo más rápido este año, la nación sigue teniendo uno de los niveles de desigualdad más altos de Sudamérica. Casi el 11% de la población está desempleada, un dato que sube al 17,5% en adultos jóvenes.
Muchas de las calles perpetuamente congestionadas de Bogotá estaban desiertas en su mayor parte el jueves mientras los manifestantes marchaban hacia la Plaza de Bolívar. Los inconformes se reunieron bajo una leve lluvia, colmaron la plaza con sombrillas púrpuras, azules y verdes, y de repente traspasaron las barreras y subieron a la estatua del héroe independentista Simón Bolivar.
Algunos llevaban carteles en los que Duque estaba representado como un cerdo. Otros bailaban vestidos con faldas coloreadas y sombreros de paja y le daban un aire festivo a la marcha.
“Estamos dando la cara para demostrar que podemos protestar pacíficamente y decir al resto de la humanidad que hay que pedir cambios”, dijo la actriz Aída Prado, de 26 años, agitando una bandera blanca.
Treinta y seis personas resultaron heridas, entre ellas 28 policías que sufrieron cortaduras, magulladuras y otras lesiones, indicaron las autoridades. Veintidós personas habían sido detenidas, aunque se desconocía cuántas enfrentarían cargos.
En un incidente cerca de Cali, la policía dijo que los manifestantes rompieron la ventana de una ambulancia que transportaba a un paciente y lesionaron al conductor. El alcalde de esa ciudad suroccidental anunció un toque de queda a partir de las 7 de la noche debido a los saqueos a varios negocios. En tanto, en Bogotá, manifestantes estudiantiles se quejaron de la dura reacción policial después de que se desviaran de la ruta prevista para la movilización.
“Buscamos defender la educación y el pueblo, y la policía sólo llega a arremeter de manera violenta contra nosotros”, dijo Richard Bernal, estudiante de economía que llevaba una máscara antigás.
A diferencia de otras protestas recientes, no hay un suceso catalizador que haya provocado la movilización, sino más bien se trata de una serie de quejas que varían ampliamente en función de a quién se le pregunte.
Las declaraciones de ministros del gabinete sobre posibles reformas financieras han generado preocupación entre los sindicalistas de que haya cambios en las pensiones y en la ley laboral, aunque el gobierno de Duque insiste en que esas propuestas no existen.
Los grupos de estudiantes acusan al gobierno de incumplir parcialmente un acuerdo para impulsar la financiación de la educación alcanzado tras una ola de protestas el año pasado. Duque ha incrementado el presupuesto educativo a lo que dice es su mayor nivel en la historia de Colombia, pero los activistas estudiantiles señalan que siguen faltando fondos para la ciencia.
Los manifestantes evaluarían el jueves qué acciones podrían tomar en los próximos días para mantener el movimiento vivo, explicó el líder estudiantil José Cárdenas.
“Lo que pasa en Chile es un mensaje contundente”, señaló.
De todas formas, los analistas dudan que las protestas en Colombia lleguen a tener el tamaño de las movilizaciones multitudinarias de Chile y otros países de la región, y señalan una serie de diferencias clave, incluso aunque existan paralelismos en factores económicos subyacentes como la profunda desigualdad y el aumento en el costo de la vida.
La manifestación se llevó a cabo unos días antes de que comience la temporada navideña y carece de un rumbo claro, una lista de metas y líderes, aunque Ávila dijo que de todas formas debía ser considerada un éxito porque obliga a Duque a insistir en que no se está planeando una reforma a la ley laboral ni al sistema de pensiones, y por haber logrado que asistiera tanta gente.
Otros hicieron notar que los votantes rechazaron ampliamente al partido gobernante en las recientes elecciones municipales, lo que deja entrever que muchos siguen viendo una opción de cambio en los partidos de la oposición, que están resurgiendo.
“Esto habla más bien de un sistema que tiene alternativas”, apuntó. “Es bastante distinto”.
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El periodista Manuel Rueda de The Associated Press contribuyó a este despacho.