Vuelven las protestas con zapatos a Irak, ahora contra Irán
BAGDAD (AP) — Otra vez se hacen sentir los zapatos en Irak.
En el pasado, los iraquíes golpearon con sus zapatos retratos de Saddam Hussein en una muestra de irritación que puede resultar ofensiva. En el 2008 un periodista iraquí furioso con la invasión de su país por fuerzas encabezadas por Estados Unidos le tiró un zapato al presidente estadounidense George W. Bush, quien tuvo que agacharse para evitar ser golpeado durante una conferencia de prensa.
Ahora los iraquíes vuelven a apelar a sus zapatos para expresar su malestar en la Plaza Tahrir de Bagdad. Esta vez golpean carteles con la imagen del ayatola Ali Jamenei, el líder supremo de Irán.
En el sur del país hay protestas más violentas y los manifestantes han quemado las sedes de agrupaciones vinculadas con Irán y tirado bombas incendiarias al consulado iraní.
Las manifestaciones antigubernamentales que convulsionan Irak desde hace un mes son alimentadas por la situación económica y apuntan más que nada a los líderes políticos iraquíes. Pero también salen a la luz viejos resentimientos por la influencia de Irán en el país y los manifestantes la emprenden contra partidos políticos y milicias chiítas allegadas a Teherán.
Las revueltas en Irak, y otras similares en el Líbano, están dirigidas a aliados claves de Irán en la región en momentos en que Teherán enfrenta fuertes presiones por las sanciones de Estados Unidos.
“Te faltan el respeto. Se manejan como si fuesen hijos de esta tierra y como si nosotros estuviésemos por debajo de ellos”, se quejó Hassaein Ali, de 35 años, de la ciudad santa chiíta de Karbala pero que vino a Bagdad a sumarse a las protestas. “Siento como que la embajada iraní controla el gobierno y son los que reprimen a los manifestantes. Quiero que Irán se vaya de aquí”.
El hecho de que los manifestantes sean mayormente de áreas chiítas resta credibilidad a las afirmaciones de Irán de que es un abanderado de la causa chiíta. Los chiítas son mayoría en Irak e Irán, pero a menudo una minoría oprimida en el mundo musulmán.
“Esto ha sido humillante para los líderes chiítas allegados a Irán”, expresó Wathiq al-Hashimi, un analista de Bagdad. “Después de estas manifestaciones, Irán puede perder a Irak al perder a los chiítas”.
En la Plaza Tahrir, los manifestantes portan carteles con las imágenes de Jamenei y del general Qassim Soleimani, el cerebro detrás de las intervenciones militares iraníes en la región y quien ayudó a dirigir la respuesta a las manifestaciones. Los manifestantes golpean los carteles con sus zapatos, en una repetición de escenas de hace 16 años, cuando cayó Saddam.
Como ocurre con muchas culturas, los zapatos son vistos como algo sucio en los países árabes. La semana pasada en Bagdad apareció una bandera iraní pintada en el pavimento con una esvástica para que los manifestantes pudiesen pisotearla.
El domingo por la noche en Karbala, los manifestantes treparon cercos del consulado iraní mientras quemaban neumáticos y gritaban “el pueblo quiere la caída del régimen”, uno de los cánticos que dominaron la Primavera Árabe del 2011. Las fuerzas de seguridad dispersaron a los manifestantes, matando a tres personas e hiriendo a una veintena.
La manifestación se produjo menos de una semana después de que individuos enmascarados que se sospecha estaban vinculados con las fuerzas de seguridad disparasen contra una manifestación en Karbala y matasen a al menos 18 personas.
Muchos manifestantes culpan a Irán y a sus aliados por los episodios de violencia registrados el año pasado en Basora y durante una ola de protestas a principios de octubre, en la que las fuerzas de seguridad iraquíes mataron a casi 150 personas en menos de una semana. Hubo francotiradores que apuntaban al pecho y la cabeza.
El 25 de octubre se reanudaron manifestaciones espontáneas, las cuales crecieron en los últimos días, en que decenas de miles de personas han tomado las calles del centro de Bagdad y realizan manifestaciones en todo el sur chiíta. Más de 110 personas fallecieron desde que se reanudaron las manifestaciones.
El malestar, no obstante, viene de mucho antes.
Irán, que libró una guerra devastadora con Irak en la década de 1980, aumentó su influencia en la región tras la invasión de Estados Unidos y apoya a partidos y milicianos islamistas chiítas que dominan el país desde entonces.
También respalda a agrupaciones que combatieron a la organización Estado Islámico y que tienen ahora mucha influencia tras pelear junto a Estados Unidos contra esos extremistas. Esas milicias, conocidas como las Fuerzas de Movilización Popular, son hoy el segundo partido con más bancas en el parlamento.
“La gente asocia las fallas y la corrupción del establishment político chiíta, tanto a nivel de políticos como de clérigos, con la interferencia iraní en los asuntos de Irak”, dijo María Fantappie, experta en Irak de la organización Crisis Group de Bruselas.
Agregó que muchos manifestantes creen que las Fuerzas de Movilización Popular son un instrumento de represión.
En el Líbano también ha habido últimamente grandes manifestaciones contra un gobierno controlado por aliados de la organización Jezbolá, que es apoyada por Irán. Por primera vez hubo manifestaciones de protesta en bastiones de Jezbolá.
Pero allí la respuesta fue diferente. Las fuerzas de seguridad no reprimieron con violencia y Jezbolá y sus aliados se han solidarizado con muchas de las demandas de los manifestantes. Incluso pidieron la pronta formación de un nuevo gobierno tras la renuncia del primer ministro Saad Hariri la semana pasada
Los aliados de Irán parecen estar adoptando posturas similares y el presidente iraquí Barham Salih, miembro de un partido kurdo allegado a Irán, dijo que aprobará elecciones adelantadas cuando se haya sancionado una nueva ley electoral. El primer ministro Adel Abdul-Nahdi expresó respaldo a los manifestantes pero los exhortó a que suspendan los bloqueos de carreteras para que se vuelva a la normalidad.
Los líderes políticos de Irak y el Líbano todavía no han hecho propuestas concretas para satisfacer las demandas de los manifestantes y la formación de nuevos gobiernos en ambos países podría tomar meses.
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Krauss informó desde Beirut.