Liberales de California se ofrecen como alternativa a Trump
SACRAMENTO, California, EE.UU. (AP) — Los demócratas que gobiernan California se plantaron firmes ante Uber y Lyft por el trato que dan a sus trabajadores, convencieron a algunas de las principales empresas automotrices del mundo de que ignorasen las concesiones que hizo Donald Trump en relación con las emisiones de gases y aprobaron una ley que podría cambiar para siempre la forma en que se maneja el multimillonario negocio del deporte universitario en Estados Unidos.
Tanto en temas grandes como pequeños --los hoteles pronto no podrán ofrecer a sus huéspedes shampoo en botellitas de plástico--, California se ha corrido a la izquierda este año y a tratado de arrastrar al país detrás suyo.
Ante la virtual irrelevancia del Partido Republicano en el estado, California promueve políticas cada vez más liberales y obliga a los demócratas a fijar posiciones en torno al papel del gobierno, las responsabilidads de las empresas y el alcance de las políticas sociales.
El estado más poblado del país (con casi 40 millones de habitantes) y la quinta economía más grande del mundo, California está acostumbrado a marcar rumbos. Pero ese papel se ha cristalizado mucho más bajo la presidencia de Trump y el estado surge como un muro defensivo que combate la anulación de leyes sobre el medio ambiente y la salud, así como el endurecimiento de las políticas inmigratorias.
Trump, por su parte, pinta a California como un estado fallido, lleno de indigentes y con un gobierno entrometido.
“Hay que hacer una limpieza. No podemos permitir que nuestras ciudades se vayan al infierno”, sostuvo Trump hablando con periodistas el mes pasado tras visitar California para recaudar dinero para su campaña de reelección.
El líder de este universo alternativo es el gobernador Gavin Newsom.
Un carismático gobernador que está en su primer año de gestión al que le encanta ser el adversario de Trump y manejar un estado que hace todo antes que los demás.
“Diría que Trump nos puso en una disyuntiva: O damos marcha atrás o insistimos en lo nuestro y asumimos un papel de líder”, declaró Newsom en una reciente entrevista con la Associated Press. “Me parece que es más interesante no limitarse a responder y reaccionar a los que hace Trump, sino seguir adelante con nuestro programa y nuestros valores y promoverlos en todo el país”.
Trump perdió por amplio margen en California en el 2016 y no tiene esperanzas reales de salir airoso aquí el año que viene.
Los demócratas tienen una supermayoría en la legislatura estatal, así como las dos bancas en el Senado nacional y 46 de sus 53 plazas en la Cámara de Representantes. Controlan además
casi todas las dependencias estatales.
Ante este panorama, los republicanos del estado se limitan a repetir las críticas de Trump, sin esperanzas de cambiar nada. Dicen que los demócratas están haciendo que California sea un estado extremadamente caro --millones de personas viven en la pobreza y hay una gran desigualdad--, que gasta dinero en programas como un tren de alta velocidad de 79.000 millones de dólares cuya construcción está demorada.
La senadora estatal Shannon Grove dijo que la gasolina cuesta un dólar más que el promedio nacional y que la situación de los indigentes se agrava. El condado de Los Ángeles tiene casi 60.000 indigentes y en un barrio de San Francisco los residentes instalaron hace poco estructuras para evitar que la gente duerma en las aceras.
“Es frustrante que nos estemos peleando con el gobierno (nacional) cuando tenemos aquí asuntos graves por resolver”, se quejó Grove, que representa un distrito conservador.
Muchas de las medidas que aprobó Newsom habían sido vetadas por su predecesor, el también liberal Jerry Brown, quien las consideró superfluas y costosas.
“Pierden mucho tiempo en cosas bobas en lugar de abordar los problemas importantes, como la indigencia”, declaró Elizabeth Merrill, de 64 años, demócrata de Sacramento.
El gobernador de Texas Greg Abbott, un republicano, se burló del estado el año pasado diciendo que “los californianos piensan que el gobierno debe manejar todos los aspectos de tu vida, hasta el sorbete que usar para beber algo”. Se refería a una ley que prohíbe a los restaurantes entregar sorbetes de plástico, a menos que el cliente los solicite.
Para gente como Christopher Warshaw, profesor adjunto de ciencias políticas en la Universidad George Washington, en cambio, California la muestra el camino a otros estados.
Las primarias demócratas se han convertido en una puja entre los sectores más liberales y los más moderados y todos los aspirantes analizan detenidamente lo que hace California.
Todos ellos, con excepción de Joe Biden, por ejemplo, apoyan una ley firmada por Newsom para determinar quién es un empleado y quién un contratista independiente.
Las ideas de California podrían ser puestas algún día a prueba a nivel nacional ya que Newsom es visto como un potencial candidato a la presidencia desde que, como alcalde de San Francisco, permitió el matrimonio gay en el 2004, desafiando las leyes federales.
Newsom está armando una hoja de vida para tener en cuenta. Su gobierno convenció hace poco a Honda, Ford y otras empresas automotrices de que apoyasen a California, no al gobierno de Trump, en relación con las emisiones.
Bajo la presidencia de Barack Obama, el gobierno federal adoptó los parámetros de California. Pero Trump está debilitando esas leyes.
“No somos un estado pequeño, aislado. Podemos hacernos valer”, dice Newsom. “Podemos afectar los mercados al hablar de la industria automotriz. No solo en nuestro país. En todo el mundo”.