Negocios en corazón político de Perú vacíos y sin clientes
LIMA (AP) — Parada en la puerta de su tienda de artesanías turísticas ubicada entre el palacio presidencial y el edificio del Parlamento, María Sulca esperó en vano a clientes que nunca llegaron debido a que el casco urbano donde se ejerce por casi doscientos años el poder político del país sudamericano estaba amurallado con rejas amarillas y resguardado por cientos de policías tras la disolución del Congreso por el presidente Martín Vizcarra en un acontecimiento que no ocurría desde 1992.
“No hemos vendido nada y no sé, de repente mañana va a seguir igual”, dijo la mujer de 39 años que recibe hasta 400 dólares diarios en ventas.
Lo usual es que varias cuadras alrededor de la antigua plaza de armas de Lima, junto a la cual se ubica el palacio de gobierno, sean en un imán para los turistas que recorren esta ciudad fundada por los españoles en el siglo XVI, pero que desde el lunes se mostraba vacía e inaccesible, excepto para los periodistas, policías y barrenderos.
Pese a su preocupación por las nulas ventas, Sulca --al igual que más del 50% de los peruanos, de acuerdo a diversas encuestas de septiembre-- se mostró a favor del cierre del Parlamento, que estuvo dominado por el partido Fuerza Popular dirigido por la política conservadora Keiko Fujimori, hija y ex primera dama del también encarcelado expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), quien hace 27 años cerró el Congreso aunque transgredió la ley y sacó los tanques de guerra a las calles.
“Hace tiempo debieron cerrarlo... Hay un montón de ladrones que allí están metidos”, añadió Sulca, cuya tienda está a 20 pasos del palacio presidencial y afirma que en varias ocasiones ha visto caminar sin guardaespaldas al presidente Vizcarra, a quien suele saludar diciéndole “vecino”, mientras que el mandatario levanta la mano y les responde con un “hola vecina”.
Otros negocios cercanos de venta de chocolates y zapatos también han reducido sus ventas estos días.
La tienda de joyas de oro y plata de Heyne Dávila, de 57 años, también luce vacía. Tuvo alguna vez como clientes a varios legisladores destituidos para quienes fabricó insignias con la frase “Congreso de la República”, así como cadenas y aretes cuyos destinatarios eran los familiares de los parlamentarios ahora desempleados.
Él también apoya la decisión presidencial y cree que el Parlamento disuelto ha sido igual de deficiente que los otros tres que han legislado desde inicios del siglo XXI.
Los tres congresos unicamerales anteriores de Perú siempre estuvieron envueltos en escándalos y crímenes, incluyendo a legisladores condenados por violación sexual, por asesinar a tiros a perros, por robar o por mentir atribuyéndose falsos títulos académicos e incluso inventándose compañeros y profesores imaginarios que no existen en los registros oficiales de identidad.
Fuera de las rejas que acordonan el epicentro político del país, Lima fluye desordenada, llena de transeúntes y bulliciosa.
Estos días, el espíritu crítico contra el Congreso que estaba en manos de la oposición y a favor de su cierre es el mismo.
“Tienen la mentalidad de joder a la gente pobre, como yo, por eso el pueblo está de cólera”, dijo Antonio Jiménez, un vendedor ambulante, en referencia al partido de Keiko Fujimori, quien está detenida en una cárcel de mujeres de Lima mientras es investigada por la fiscalía por presuntamente haber recibido dinero sucio de la constructora brasileña Odebrecht para sus campañas presidenciales de 2011 y 2016, en las cuáles perdió.
Jiménez, de 83 años, aseguró que en los próximos meses no habrá enfrentamientos violentos en Perú porque los fujimoristas, a diferencia del pasado, ahora son pocos en comparación con los que en la actualidad apoyan a Vizcarra.
“Ellos son dos y nosotros somos como ocho, no habrá pelea, no se atreven”, dijo.