¿Fin de era de deportista universitario sin sueldo en EEUU?
Apúntele una a los “estudiantes deportistas”.
California está a punto de asestar lo que podría ser un golpe mortal al sistema que se ha aprovechado del trabajo gratis de los deportistas universitarios por décadas. El estado se prepara para sancionar una ley que da a los jugadores la posibilidad de ganar algún dinero por participar en juegos que entretienen a multitudes y enriquecen a todo el mundo menos a ellos.
Es algo que se veía venir desde hacía tiempo y la única duda es si la NCAA (siglas en inglés de la Asociación Deportiva Nacional Universitaria) se resistirá o no. Daría la impresión de que sí lo hará.
La NCAA envió el miércoles una carta al gobernador Gavin Newsom exhortándolo a no firmar la Ley de Pago Justo por Jugar (Fair Pay to Play Act) que acaba de aprobar la legislatura estatal.
“Acabaría con la importante distinción entre deporte universitario y profesional, y, en vista de que da a esas universidades (de California) una ventaja injusta en el reclutamiento, les impediría participar en las competencias de la NCAA”, dice la carta. Alude a que la NCAA expulsaría a las universidades de California de sus competencias si entra en vigor la ley.
La segunda parte de ese argumento tiene sentido. Si un jugador cursa estudios en una universidad de California puede conseguir un patrocinador, pero en otros estados no. Esto les da a las universidades de California una ventaja que ni el reclutador más inescrupuloso, con sus amigotes de fábricas de zapatos deportivos, pueden contrarrestar.
Pero la primera parte, acerca de la “distinción importante entre deportista universitario y profesional” es bastante endeble y anticuada, y la razón por la que todo este sistema va a cambiar.
La noción de que estos “estudiantes” que se abocan al deporte casi a tiempo completo y generan miles de millones de dólares son amateurs, o que no deben cobrar, va en contra de principios básicos acerca de la justicia y de los valores estadounidenses. Cuesta creer que el movimiento olímpico --que no es manejado por organizaciones más de vanguardia precisamente, enfocadas en los jugadores-- se le adelantó por décadas a la NCAA y hace rato que acabó con la farsa del amateurismo en sus deportes.
“Una de las grandes verdades de la vida es que nuestros talentos innatos son lo que nos permiten ganarnos la vida”, afirmó Jeremy Bloom, ex esquiador y jugador de fútbol americano, quien puso en aprietos a la NCAA al tener la temeridad de querer jugar los dos deportes y tener patrocinadores en uno de ellos, el esquí, que le daban los medios para aspirar a ir a los Juegos Olímpicos. “No hay razón para que no puedan sacar provecho económico de ese talento, sin importar si se está pagando por su educación o no”.
En la mayoría de los casos, se paga por su educación mediante becas, pero es lo menos que pueden hacer las universidades, y eso alivia de paso las presiones a favor de una reforma.
La ley de California es razonable pues no le pide a las universitarias que paguen más a los deportistas (aún cuando la mayoría de ellos podrían hacerlo), sino que les da a los jugadores la oportunidad de contratar un agente, incursionar en el mercado y ver qué pueden hacer.
Muy pocos podrán hacerse ricos. La mayoría cobrará lo suficiente para comprar un auto, llenar el tanque e ir a cenar afuera. El grueso de los jugadores de fútbol, vóleibol y hóckey sobre césped no notarán la diferencia. Y tampoco los aficionados.
En su carta, la NCAA dice que quiere lo mejor para los estudiantes y que “las universidades que integran la NCAA ya están trabajando para cambiar las reglas de los estudiantes deportistas, para que puedan usar sus nombres, su imagen y esas cosas, respetando nuestros valores”.
Los legisladores de California, no obstante, fueron más rápidos que la NCAA y la corta y seca respuesta de esa organización da una idea clara de cuál es su postura.
Además de amenazar con expulsar a las universidades de California de sus torneos, la NCAA dijo que la ley era inconstitucional, lo que hace pensar que el asunto terminará en los tribunales.
Esto es un indicio de hasta dónde están dispuesto a llegar el presidente de la NCAA Mark Emmert y sus compinches con tal de proteger un estilo de vida que ha llenado las arcas de sus universidades y los bolsillos de sus administradores, de las cadenas televisivas, los técnicos y los patrocinadores involucrados en el deporte universitario.
De todos menos de los jugadores.
Si Newsom sanciona la ley, que entraría en vigor en el 2023, la NCAA tendrá dos opciones: Acudir a los tribunales o reformar las antiguadas estructuras vigentes desde hace décadas. Tal vez decida hacer las dos cosas al mismo tiempo.
De un modo u otro, reina la sensación de que se viene un cambio grande.
“Es inevitable, se ve venir”, dijo Bloom. “Mucha gente ha estado machacando calladamente y, de repente, el iceberg se separa. Sin duda va a mejorar la vida de mucha gente en varios deportes”.