Cuando se vayan soldados de Afganistán, ¿se irá la ayuda?
JEBUL SIRAJ, Afganistán (AP) — Los herederos de la paz en Afganistán serán los niños, pero solo si pueden vivir para verla.
Llorosos y desnutridos, son los más vulnerables en uno de los países más pobres del mundo. Un acuerdo previsto entre Estados Unidos y el Talibán para poner fin a casi 18 años de guerra deja el interrogante de si la ayuda exterior que sostiene al país se irá junto con los soldados.
Eso depende en buena medida del Talibán, que ha dicho que quiere esa ayuda al tiempo que reclama la partida de los “invasores” armados. Pero si el grupo insurgente que ya controla aproximadamente la mitad de Afganistán pretende imponer una forma rígida de la ley islámica en todo el país o continúa sus ataques, algunos donantes podrían retirarse.
Se advierte la necesidad apremiante de la ayuda en Jebul Siraj, una localidad de montaña al norte de Kabul, donde una mujer vestida con la burka sostenía un niño demacrado, de siete meses de edad, llamado Abdalá. Hace unos días estaba en la sala de emergencias. Ahora sorbía con curiosidad un suplemento como parte de un programa de vigilancia de la nutrición en una clínica en la provincia de Parwan apoyada por la agencia de Naciones Unidas para la infancia. Afuera hacían fila mujeres con sus niños.
Unos 2 millones de niños en Afganistán padecen desnutrición aguda, dice UNICEF. Unos 600.000 de ellos están tan graves que sin tratamiento urgente podrían morir.
El hospital de la vecina ciudad de Charikar trata más de 1.000 casos de desnutrición infantil por mes y la cifra aumenta, dijo la enfermera Fariba Hashimi.
“Es sobre todo un problema económico, incluso para las madres”, dijo. “No pueden amamantar porque no tienen dinero para alimentarse”. Al reducirse la ayuda en los últimos años, los bizcochos y la harina de trigo que proporcionaban a los enfermos se han vuelto inaccesibles.
La atención médica y otros servicios básicos son precarios en un país donde los subsidios financian el 75% del gasto público, según el Banco Mundial. “Cualquier reducción rápida del flujo de ayuda internacional” tendrá consecuencias funestas, advirtió.
Afganistán ha sido el mayor receptor individual de ayuda estadounidense desde la invasión de 2001 para derrocar al Talibán, pero a pesar de los miles de millones de dólares, más de la mitad de su gente vive en la pobreza. La seguridad absorbe buena parte de la ayuda, y afganos frustrados aseguran que la corrupción y el desgobierno se llevan sumas incalculables.
Estados Unidos redujo su ayuda a la mitad en 2014, cuando las fuerzas del país y la OTAN pusieron formalmente fin a su misión de combate. Aún permanecen unos 20.000 efectivos, principalmente para entrenar y apoyar a sus contrapartes afganos.
Si un acuerdo con el Talibán para poner fin a la guerra más prolongada de Estados Unidos trae la paz tan ansiada, podría aumentar la ayuda a Afganistán, dijo Alex Thier, exdirector de ayuda para la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID).
Pero si el proceso de paz se prolonga o fracasa, eso podría “atenuar el entusiasmo”, advirtió después de una visita reciente a Kabul. Algunos donantes serían renuentes a financiar un gobierno en el cual el Talibán ejercer poder y no respeta los derechos de las mujeres u otros sectores.
El Talibán ha indicado que quiere que el país siga recibiendo ayuda internacional, y comprender cómo mantenerla es parte de las negociaciones con Estados Unidos, dijo Thier que le han asegurado fuentes diplomáticas, intermediarios talibanes y gente que se reunió con sus líderes en los diálogos entre afganos en Moscú y Qatar.
“Parte de la motivación del Talibán en el proceso de paz es que evidentemente quieren evitar ser un estado paria como antes”, dijo Thier. Pero nadie sabe qué concederán con tal de recibir apoyo.
El coordinador humanitario local de la ONU, Toby Lanzer, quien ha hablado con “todas las autoridades en todo Afganistán”, cree que la ayuda no disminuirá, y que la situación es tan apremiante que los esfuerzos deben continuar, no importa lo que suceda. Ha hablado con Estados Unidos y otros países “particularmente generosos” y cree que los donantes continuarán a largo plazo.
Preguntado si la intención del gobierno del presidente Donald Trump de reducir la ayuda exterior en general complica la situación, Lanzer hizo una pausa de más de 10 segundos antes de responder: “cuando se trata de un lugar estratégico como Afganistán, todos deben contribuir y todos han contribuido. Y yo contaría en gran medida con que la generosidad del pueblo de los Estados Unidos de América, de instituciones como USAID, continuarán en el esfuerzo”.
El año próximo podría ser crucial, dijo, al finalizar la ronda más reciente de compromisos internacionales. Espera una nueva conferencia en 2020 que prometa ayuda al “nuevo gobierno, cualquiera que fuese”.
En el hospital infantil Indira Gandhi en Kabul, que trata mensualmente entre 70 y 80 niños desnutridos, el director, doctor Mohammad Bashir Qurishi, se pregunta cómo pagará a los médicos y comprará medicamentos si la ayuda se va junto con los soldados.
Todos temen que se pierdan los avances registrados desde 2001, al negociar Estados Unidos y el Talibán el futuro del país con exclusión del gobierno afgano.
“Si Trump quiere que volvamos a la Edad de Piedra, ésa será su política”, dijo.
En la sala de niños desnutridos, decorada con carteles de UNICEF y Japón, una enfermera señaló a los frágiles infantes. Una de dos años, con la cara cubierta de cinta para sostener un tubo de alimentación nasal, se quejaba al respirar.
Cerca de ella estaba Bibi Warai. Su nieta de dos años había muerto en casa en la ciudad oriental de Jalalabad, y ahora su hermanita de tres años, Humaira, estaba en tratamiento.
“Tal vez Dios nos ayude y ella sobrevivirá”.
Colocó la mano con ternura sobre la frente de la niña y estalló en llanto.
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El videoperiodista de Associated Press Ahmad Seir en Kabul contribuyó a este reportaje.