UN CAMPO INVISIBLE:
¿Qué es una ciudad?
Un avión aterriza a una capital desconocida. Veinte millones de habitantes circulan por calles angostas. La nota de los diarios bombardea con las mismas imágenes de feminicidios que ya no tenemos la fuerza de ver. Alrededor de nosotros un muro, Sin saberlo estamos todos encerrados en una tierra sin ley, barrotes que limitan la mirada. Nos movemos despacio porque los cuerpos ya no soportan tanto. En una ciudad es legal que un anónimo trabaje 16 horas. Es necesario que los "ciudadanos" se mantengan dormidos. Está prohibida la celebración, hace demasiado ruido la música de los pueblos, es mejor mantener todo callado, por lo menos hasta las próximas elecciones municipales.
La marihuana es legal en los corazones rebeldes, esconderse de los puercos es necesario, ellos son los perros rabiosos de aquellos que con un voto le regalamos nuestro único momento de discurso, luego nos olvidaron entre cocteles que se sirven en los bailes de la casa presidencial. Hay que aprovechar las horas que el calendario toma como inútil. Detrás del monumento de la revolución estamos nosotros, dormidos entre cartones viejos, tomándonos la chela que robamos de aquel bar cultural, preguntándonos sinceramente... ¿Qué fue de la revolución?.
NO SE PREOCUPEN, LA ECONOMIA SUBIÓ UN 0,0001 POR CIENTO, AUNQUE NOSOTROS NO LOGRAMOS PAGAR EL ALQUILER.
Tengo los zapatos desgastados, el muro aumenta su tamaño, francotiradores vigilan cada uno de nuestros movimientos, quién está detrás. Mi pasaporte vencido anuncia que yo no soy de este lugar, números que indican que por ahora no existo, facturas que se entregan para que las artes puedan levantar el telón, concursos patrocinados por la empresa privada, concursos patrocinados por la maquinaria del estado... Ganadores con rostros tristes que venden su arte en galerías vacías, en teatro cuyas entrada son imposible de pagar, en auditorios construidos con los donativos de las hamburguesas del McDonald´s. Mi nombre se registra en un documento falso, pero un taquero me sonríe y me dice:
Tranquilo. Estas en México, aquí todo es posible carnal.
Las palabras se invisibilizan, alguien quiere que no seamos leídos. Es el secreto universal. Las ciudades respiran con dificultad en los días de contingencia, se desesperan, pero no se pueden permitir detenerse. Las ciudades son una máquina que nos convierten en piezas de engranajes. Recuerdo aquellos días que nuestros cuerpos sudaban el perfume de Eros, que éramos desempleados y podíamos DETENERNOS para hacer el amor en un cine cerrado. Nunca debimos fundar las grandes capitales, allí nuestra primera mordida de la manzana, extraño aquellos días que éramos un animal salvaje, desnudos en el jardín del Edén, acariciándonos en el infinito de aquel tiempo.
Supongo que hablar de las cosas triste está de moda, la nostalgia es el best seller preferido de los intelectuales, también de los estudiantes de filosofía y sobre todo de los poetas. Por eso ya no quiero hablar de cosas tristes, quiero creer que las ciudades también son un gran salón de fiesta. Te invito a una fiesta de delirio, donde no importa si las luces de los rascacielos se apagan, aquí tenemos el buen vino, el cuerpo y la danza como único patrimonio. Cambiaremos el titular de los diarios, hoy los invisibles toman las calles y desactivan las bombas que se esconden debajo de este suelo. Nadie se espera nuestro encuentro. Entender que no estamos solos en la trinchera. Que a veces hablamos de más porque lo creemos necesario y el silencio se impone para que entendamos que hay que mirarse de nuevo a los ojos.
Las ciudades pueden ser puntos de resistencia.
Ni un paso atrás...
Vamos a retomar los rincones...
Una ciudad puede ser un simple inicio.
... NUESTRO INICIO...
* Mexico City street | © iivangm/Flickr