Los gritos en las pesas de Panamericanos, parte de un ritual
LIMA (AP) — El nombre de un ser querido o del país de origen, gritado como arenga. Un alarido incomprensible que impresiona aún más con la acústica de un recinto cerrado. Un gruñido felino.
Las pesas deben ser el único deporte donde los gritos de los competidores resuenan más que los del público en muchas ocasiones. Y si un ritual se define como una acción que alguien realiza en un contexto que no tiene razón aparente, la palabra se aplica perfectamente a lo que hacen los pesistas.
Pero desde luego, los competidores tienen una explicación para los gritos que han emitido en el levantamiento de pesas, que cerraba el martes su actividad en los Juegos Panamericanos de Lima. Y resulta que los motivos son tan variados como los propios sonidos y las técnicas que aplican los deportistas para alzar la barra.
A algunos, el estruendo les sirve para relajarse, a otros para concentrarse y a unos más para encontrar la fuerza interior a fin de soportar sobre sus hombros poco más del doble de su peso.
"Para mí es una expresión que me ayuda a brotar mi nervio, el gritarle a Colombia y el nombre de mi hermano que está en el cielo", dijo a The Associated Press la colombiana Mercedes Pérez, quien ganó el lunes la medalla de oro en la división de 64 kilogramos.
Pérez ejecuta una peculiar rutina antes de sus levantamientos. Se pasea alrededor de plataforma, antes de observar la barra y los discos con una mirada que refleja odio.
"Yo cuando subo a la plataforma me siento como un león, que es el rey de la selva y siento como que me caracterizo porque me llena de fuerza y me hace no tener miedo a nada ni nadie, así voy yo, sin miedo y me siento la dueña del escenario", agregó Pérez, quien antes de realizar sus alzamientos grita con fuerza una expresión dedicada a su hermano fallecido.
Los gritos de Pérez y del resto de los competidores se han vuelto un elemento más de la atmosfera en la competición de pesas en esta justa continental, especialmente en un escenario como el coliseo Mariscal Cáceres, donde las expresiones retumban cada rincón del vetusto inmueble.
Los alaridos se han vuelto tan comunes como el sonido de los discos cada vez que caen sobre la plataforma del escenario. Bien podrían ser parte de un concurso aparte.
Pero son más que un show. Los deportistas aseguran que las expresiones les ayudan antes de desafiar la gravedad.
"Yo me acostumbré a gritar desde mis entrenamientos, siempre nos citaban a practicar muy temprano y yo tenía mucho sueño, así que para mí era una forma de despertar y después fue una práctica que se quedó conmigo a la hora de las competencias", dijo la colombiana Yenny Sinistierra, quien también gritaba antes de sus levantamientos y se llevó el domingo la medalla de plata en los 55 kilogramos.
Pero los gritos no son para todos. Algunos competidores merodean alrededor de la barra. La contemplan concentrados y con un dejo de rabia contenida, pero no hacen ningún ruido.
Otros miran al cielo quizá pensando en alguien o encomendándose a un ser superior, mientras que otros llegan a la plataforma sumidos en sus pensamientos y en completo silencio y el único sonido que emiten es el de sus propios pasos en el escenario.
No hay registro de una sola evidencia científica que pruebe que gritar ayude a algún atleta a levantar más peso. Lo cierto es que esa práctica es muy común y parece ir ganando adeptos en el mundo del levantamiento de pesas.
Algunos competidores se irán de Lima convencidos de cambiar.
“Yo nunca gritaba antes de competir, respeto a los que les gusta y sé que quizá les ayude a concentrarse”, dijo la competidora ecuatoriana Tamara Salazar. “Pero hoy pasó algo curioso porque estaba teniendo un buen día y comencé a gritar antes de cada levantamiento y conseguí mejorar las marcas con las que llegué aquí”.
Con su nueva práctica, Salazar se llevó el bronce en la división de 87 kilogramos y estuvo a un levantamiento exitoso de poderse llevar un oro el martes.
Ante los resultados, es probable que, para su próxima competencia, Salazar se una al grupo de atletas que gustan de gritar.
“No lo sé, créeme que me lo pensaré”, dijo entre risas. “Si ésa es la llave para mejorar, hay que abrirla”.