El surf, arraigado en Perú, debuta en Panamericanos
LIMA (AP) — Todos los días al alba, los surfistas en sus trajes de neopreno avanzan desde la playa para enfrentar las famosas olas peruanas. Y desde playas rocosas, bautizadas con nombres hawaianos como Makahay Waikiki, los instructores imparten lecciones a sus alumnos.
Algunos de los presentes hablan de los compatriotas que han sido campeones mundiales. Otros afirman que en Perú pueden hallarse las olas más grandes del mundo, por lo que es un destino privilegiado para los surfistas de todo el planeta.
Ello incluye a los mejores del continente americano, quienes comenzaron el lunes a montar olas en una zona de arrecifes ubicada unos 60 kilómetros (38 millas) al sur de Lima. Ahí, en Punta Rocas, el surf debutó en la jornada como deporte oficial de los Juegos Panamericanos.
"Es un orgullo como peruano que los Panamericanos se desarrollen en Lima, y también que se incluyan por primera vez en la historia el surfing como una disciplina deportiva”, dijo Alberto López, quien está a cargo de una escuela en la playa Makaha, ubicada en el vecindario de Miraflores, uno de los más acaudalados de Lima.
En esa playa hay decenas de escuelas semejantes.
"Perú realmente es una gema y todos los latinoamericanos saben que Perú es el mejor destino de surfing en Latinoamérica", añadió López.
El surf es una forma de vida en Perú, bautizado por los aficionados a este deporte como el “Hawai de Latinoamérica”. Desde luego, millones de personas llegan al país para maravillarse con la ciudadela inca de Machu Picchu y para degustar una cocina que combina tradiciones indígenas con influencias europeas, africanas y asiáticas en ingredientes frescos, incluidos variados mariscos traídos a esta zona del Pacífico por la fría corriente de Humboldt.
Sin embargo, muchas personas llegan a Perú buscando sus olas.
Algunos peruanos afirman incluso que los orígenes del surf pueden encontrarse en la civilización preincaica chimú, cerca de la localidad noroccidental de Chicama. Los pescadores del poblado playero de Huanchaco, unos 480 kilómetros (300 millas) al norte de Lima , siguen surcando las olas. Lo hacen para llegar a la playa con la pesca del día, con las mismas embarcaciones de raíces empleadas por los chimú y conocidas como “caballitos”.
El surf, que debutará también como deporte olímpico en Tokio 2020, fue durante mucho tiempo una actividad propia de gente adinerada en el Perú. La marea ha cambiado de dirección.
Muchos consideran que la popularidad del surf y su capacidad para trascender las barreras sociales en Perú se basa en un acceso más fácil a tablas baratas, y al surgimiento de Sofía Mulanovich, campeona mundial en 2004, quien inspiró a sus compatriotas peruanos para lanzarse a las olas.
"Somos considerados el Hawái de Latinoamérica por nuestra frecuencia de olas”, dijo el instructor Fernando Vidal, quien llegó a Makaha una mañana reciente, en una oxidada furgoneta con tablas de surf encima. “Y ya con los campeones mundiales, Felipe Pomar y Sofía Mulanovich, y la integración de los contactos y todo el internet, el Facebook, ya se ha hecho a conocer bastante".
El primer campeonato mundial organizado por la Federación Internacional de Surf se realizó en 1965, en la misma zona de Punta Rocas donde los deportistas compiten desde el lunes en los Juegos Panamericanos. Pomar fue el ganador de aquel certamen.
Mulanovich aprendió a surfear cuando era una niña en Waikiki, y se convirtió en campeona mundial. Su victoria provocó el surgimiento de otra oleada, de numerosas escuelas que se abrieron en la costa limeña.
“El surf en Perú había sido durante mucho tiempo un club exclusivo para chicos de la aristocracia. El cambio demográfico había comenzado ya a filtrarse a las playas y grupos de deportistas latinoamericanos, pero Mulanovich _bajita y de ojos rasgados... aceleró enormemente el proceso”, señala la Encyclopedia of Surfing. “Hacia finales de la década de 2000, casi la mitad de los surfistas de Perú provenía de la creciente clase media, y en esta nueva generación hubo un grupo pequeño pero creciente de mujeres”.
En estos días, adolescentes en pantaloncillos, surfistas del jet set, lugareños y turistas curiosos comparten las olas.
Descalzo y enfundado en su traje de neopreno negro, Héctor Vega caminaba recientemente como un pingüino, junto a una carretera. Cargaba su tabla para llevarla a una playa. Hacía algo de frío, y una densa niebla cubría el horizonte, pero nada lo iba a disuadir.
“Es algo muy adictivo, es como volar”, dijo Vega, un hombre de 61 años que comenzó a surfear a los 15. “En este país tenemos suerte de que en todos los días del año tenemos una playa, un lugar donde hay buenas olas”.
Y sí, las olas azotan todo el año la franja costera de 2.400 kilómetros (1.500 millas) en Perú, impulsadas por la corriente de Humboldt y sin que obstáculos de tierra aminoren su fuerza. Ello ha dado fama a la playa norteña de Chicama, adonde llegan algunas de las olas más grandes del mundo.
Es un destino para los surfistas más temerarios del mundo _incluso antes de que los Beach Boys cantaran acerca de las “playas de Perú” en su éxito de 1962, “Surfin Safari”.
“Considero que Perú es segundo lugar, sólo detrás de Hawái, en la evolución de este deporte”, dijo el exsurfista Fred Hemmings, entrevistado telefónicamente por The Associated Press desde la zona hawaiana de Kailua.
Nacido en Honolulú en 1968, Hemmings ganó el Campeonato Mundial de Surf.
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