Libertad de prensa bajo la lupa en Brasil
RÍO DE JANEIRO (AP) — Varias semanas después de publicar explosivos informes sobre un miembro clave del gobierno de extrema derecha de Brasil, el periodista estadounidense Glenn Greenwald tuvo que responder a preguntas hostiles ante una comisión legislativa.
“¡Quien debería ser juzgado, condenado y encarcelado es el periodista!“, exclamó la legisladora Katia Sastre, aliada del presidente Jair Bolsonaro.
La amenaza tal vez no haya sido algo inocuo. Un portal conservador informó que la policía federal había pedido a los reguladores que investiguen las finanzas de Greenwald. El periodista, ganador de un premio Pulitzer, y su marido, quien es brasileño, dicen que recibieron amenazas de muerte, que hay pedidos de que la deporten y comentarios homofóbicos en medio de un ambiente político hostil.
Greenwald, un abogado que se dedicó al periodismo y que desde hace tiempo promueve la libertad de expresión, se encuentra en el centro de la primera prueba importante del estado de la libertad de prensa bajo el gobierno de Bolsonaro, quien asumió el 1ro de enero y ha expresado abiertamente nostalgia por la dictadura militar de 1964-85, un período en el que los diarios estuvieron censurados y algunos periodistas fueron torturados.
“Es un momento muy preocupante para la libertad de prensa en Brasil. Hay un gobierno que critica de palabra a los periodistas con una abierta retórica contra la prensa”, declaró Natalie Southwick, coordinadora del programa para América del Sur del Comité para Proteger Periodistas.
El portal The Intercept de Greenwald publicó el mes pasado mensajes de texto que supuestamente muestran que el juez Sergio Moro, hoy ministro de Justicia, había asesorado indebidamente a los fiscales en el juicio por corrupción del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
The Intercept también acusó de prejuicios políticos a Moro y los fiscales de una investigación de actos de corrupción que involucró a numerosos empresarios y políticos y convirtió a Moro en un héroe nacional para muchos. El portal dijo que recibió los mensajes de una fuente anónima y que cuenta con un “vasto archivo” de información que todavía no dio a conocer.
Moro dijo que los informes son cosas sensacionalistas y que una “agrupación delictiva” quiere invalidar las condenas emitidas cuando siendo juez libraba una batalla contra la corrupción. Posteriormente publicó un tuit en el que dijo que The Intercept era “un portal alineado con hackers delincuentes”.
Los informes enfurecieron a los partidarios de Bolsonaro.
Durante una audiencia del 25 de junio en la Comisión de Derechos Humanos y Minorías de la cámara de diputados, la legisladora Carla Zambelli le dijo a Greenwald: “Si no tiene pruebas de esta información, es falsa y usted es un mentiroso. Si es cierta, entonces usted es un delincuente que interceptó el teléfono de alguien”.
Greenwald respondió: “El partido de gobierno evidentemente está muy confundido respecto al trabajo periodístico que hicimos”.
Bolsonaro ha criticado a menudo a la prensa, acusándola de mentirosa, prejuiciada a favor de la izquierda, que publica “noticias falsas”, aunque a veces dice que cree en la libertad de prensa.
Cuando la Corte Suprema trató de censurar un artículo crítico sobre uno de sus jueces, Bolsonaro admitió ante periodistas: “Es mejor tener una prensa que a veces comete errores que no tener prensa. A la prensa brasileña: Estamos en esto juntos”.
Uno de los blancos principales de la ira de Bolsonaro ha sido el diario Folha de Sao Paulo. Una semana antes de las elecciones envió un mensaje por video en el que dijo que si ganaba, habrá un Brasil “sin mentiras, sin noticias falsas y sin Folha de Sao Paulo”.
También describió a Globo, el conglomerado de medios más grande de Brasil, como “el enemigo” en mensajes de WhatsApp que fueron filtrados y publicados por la prensa.
En relación con The Intercept, Bolsonaro defendió Moro, diciendo que lo que hizo por Brasil como juez que combatió la corrupción “no tiene precio”.
“No sabemos... hasta dónde están dispuestos a llegar para hacer realidad la visión autoritaria que promueve Bolsonaro desde hace 30 años”, declaró Greenwald a la Associated Press, aludiendo al historial del presidente como legislador.
“Fueron elegidos a partir de la promesa de cambiar Brasil de muchas formas, incluida la erosión de libertades básicas que la democracia requiere para sobrevivir. Una de esas libertades es una prensa libre”, dijo la periodista.
Si bien los periodistas del interior del país a veces enfrentan serios peligros en Brasil --hace podo fueron asesinados a tiros dos propietarios de medios locales en un balneario cerca de Río de Janeiro--, en las últimas décadas el gobierno nacional rara vez trató de reprimir a los periodistas. Una excepción fue cuando Lula intentó deportar al corresponsal de The New York Times Larry Rohter en el 2004, después de que el periodista insinuó que el mandatario bebía mucho.
Greenwald, quien vive en Río de Janeiro, se hace acompañar ahora por custodios privados y dice que él y otros empleados de The Intercept han recibido amenazas de muerte detalladas, sofisticadas, que a veces incluyen información personal privada.
Greenwald ya estuvo en el ojo del huracán cuando fue parte de un equipo de periodistas de The Guardian que ganaron un premio Pulitzer por informes sobre programas de vigilancia del gobierno basados en documentos difundidos por Edward Snowden.
En recientes manifestaciones a nivel nacional, partidarios de Bolsonaro y de Moro denunciaron repetidamente a Greenwald, enfocándose a menudo en su sexualidad y la de su marido, el legislador brasileño David Miranda. El propio Bolsonaro alguna vez dijo que preferiría tener un hijo muerto a un hijo gay.
"GlennGreenwald, ¡véte de Brasil! Eres repugnante”, decía un cartel. Una campaña online con el hashtag #DeportenaGlennGreenwald fue bastante popular en Twitter en Brasil.
Legisladores afines a Bolsonaro han pedido la detención y deportación de Greenwald.
“Soy un buen villano para esta campaña de la derecha”, comentó Greenwald. “No soy ciudadano brasileño y por lo tanto me pueden decir extranjero. Además soy gay en un país donde ser anti-gay ha pasado a ser una parte importante del clima político y mi esposo es miembro del partido socialista”.
”Las tengo todas”, acotó, aludiendo a que reúne una cantidad de elementos que son irritantes para la derecha.
Cuando el portal O Antagonista informó que la policía había pedido a los reguladores que investigasen las finanzas de Greenwald, un tribunal pidió aclaraciones a los reguladores y al ministerio que los supervisa. La respuesta oficial no dejó en claro si había una investigación o no.
Southwick dijo que una investigación representaría “una escalada en los intentos por deslegitimizar y socavar la prensa brasileña”.
“En el mejor de los casos busca intimidar, crear un clima de tensión y miedo para que no solo yo y los periodistas que trabajan conmigo, sino todos los periodistas piensen que si informan sobre funcionarios políticos poderosos pueden estar en la mira de las autoridades y sufrir retribuciones”, manifestó Greenwald.
Ivana Bentes, profesora de comunicaciones de la Universidad Federal de Río de Janeiro, dijo que la gente de Bolsonaro trata de colocar a Greenwald “en la galería de enemigos públicos de Bolsonaro. Lo tratan como un enemigo político, cuando es un periodista, lo que es algo muy grave. Quieren criminalizar una investigación periodística”.
Greenwald dice que no sabe cuándo volverá a sentirse seguro como para salir sin guardias.
“Bolsonaro despotricó contra la prensa (en su campaña), dijo que los medios brasileños eran agentes del comunismo”, dijo el periodista. “Creo que ven esto como una buena oportunidad de generar un precedente y crear un ambiente y un clima que transmiten una fuerte señal de que quien se oponga a ellos a través del periodismo o del activismo sufrirá graves consecuencias”.