“Fiesta del sol” congrega indígenas danzantes en Ecuador
COTACACHI, Ecuador (AP) — Desde las comunidades indígenas rurales, cerros y laderas, centenares de indígenas se juntan en grandes grupos para avanzar durante horas por caminos de tierra hasta llegar al centro de la población de Cotacachi, de cuya plaza central se apoderan por horas mientras ejecutan un zapateo intenso en medio de una interminable tonada gutural.
Es la fiesta del Inti Raymi (Fiesta del sol, en lengua quechua), que marca el fin de la cosecha, y en la cosmovisión andina la época para dar las gracias a la madre tierra por los productos recibidos, pero también es momento de celebración y reivindicación, siempre aliñadas con abundante comida y licor, especialmente chicha, un fermento de maíz.
Cotacachi, 70 kilómetros al norte de la capital, es un pintoresco pueblo turístico del norte andino, junto al volcán del mismo nombre, donde estas celebraciones en muchas ocasiones han terminado en grescas entre comunidades indígenas que buscaban tener el dominio sobre la plaza, aunque en los últimos cuatro años eso ha mermado debido a la fuerte custodia policial.
Uno de los danzantes es Carlos Sananchi, de 39 años, que empezó a bailar a los seis años de la mano de su padre y de su abuelo, que a su vez aprendieron de sus antepasados. Orgulloso cuenta que es “churero”, quien hace sonar un caracol marino grande que emite un poderoso sonido para convocar al resto de la comunidad y para estimular a los bailarines.
“Soy parte del Inti Raymi, esto viene de cientos de años, para que vean nuestra fuerza, nuestra rebeldía, porque con la conquista nos trataron como esclavos, pero hoy queremos que vean que somos libres, que somos parte de la tierra, de la Pachamama”, dijo Sananchi.
Añadió que baila entre 12 y 18 horas diarias “para decirles a los antepasados que somos libres, que los estamos reivindicando, que hemos logrado los objetivos por los cuales ellos lucharon y derramaron sangre”.
En el grupo de danzantes destacan el flautista y quien toca la armónica, que se empeñan en marcar el ritmo mientras los danzantes hacen vibrar el suelo con poderosos zapateos, por momentos parecen bajar la intensidad, pero enseguida empieza un nuevo ciclo de cánticos y baile.
El integrante de la Academia de Historia de Ecuador, José Echeverría, explicó que esta celebración está asociada a “un momento de reivindicación ante una sociedad muy jerarquizada, es un desafío al poder establecido; los indígenas se toman simbólicamente el espacio público, la plaza central, usualmente controlada por la clase dominante”.
“Es una forma de subvertir el poder económico, el poder político por parte de la clase humilde, sometida social y económicamente”, añadió.
César Bonilla, un indígena de 26 años, hace un alto en el frenético baile y asegura: “salgo igual que mis antepasados, salgo a bailar, como bailaban los antepasados, los abuelos. Gritamos y bailamos todo el día y la noche hasta que el cuerpo aguante”.
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Solano reportó desde Quito.