Rodeado de nostalgia en París, Federer disfruta su presente
PARIS (AP) — El retorno de Roger Federer a Roland Garros se asemeja a lo que pasa cuando una idolatrada estrella del rock vuelve de gira tras alejarse durante varios años.
Toca sus grandes éxitos: la volea que ejecuta sin mirar; las devoluciones de revés con slice; los aces que le ayudan zafarse de bolas de quiebres. Arranca con facilidad "oohs" y "aahs" de un público que aplaude con todo. La audiencia incluye a padres que conocen lo que hizo en sus días mozos, llevando a sus hijas al recital.
En el caso de Federer, una dupla padre-hijo tuvo la mejor ubicación el viernes en la cancha Suzanne Lenglen. Eso se debió a que Christian Ruud, alguien que jugó en el Abierto de Francia cuando Federer hizo su debut de Grand Slam en 1999, estaba en primera fila para observar a su hijo de 20 años, Casper, perder 6-3, 6-1, 7-6 (8) ante el astro de 37 años en la tercera ronda de la edición de 2019.
“Eso refleja la increíble clase de campeón que es, el poder jugar a un alto nivel durante 20 años. He estado impresionado con él toda mi vida y aún ahora”, dijo Christian Ruud, el entrenador de Casper.
Federer, según Ruud padre, “no jugará eternamente, pero sigue jugando a un nivel formidable”.
Un nivel cabal para alcanzar los octavos de final en París por 14ta ocasión, una cifra récord. Esa marca fue igualada unas cuantas horas después cuando el viejo rival de Federer, Rafael Nadal, le alcanzó con su propia victoria.
Federer, quien no ha cedido un solo set en sus tres primeros partidos, arrancó a paso redoblado al ganar nueve juegos consecutivos durante un lapso. “Los primeros dos sets transcurrieron demasiado rápido”, reconoció Casper Ruud.
Nadal, sin embargo, fue exigido por David Goffin. El español reaccionó de inmediato tras ceder un set, el primero que pierde ante Goffin en sus cuatro enfrentamientos en arcilla, para finalmente salir airoso 6-1, 6-3, 4-6, 6-3. En busca de un 12do título en el Abierto de Francia, Nadal quedó con marca de 89-2 en el certamen en arcilla. El viernes marcó el décimo aniversario de su primera derrota, ante Robin Soderling en la cuarta ronda en 2009 (el único año en el que Federer se consagró campeón).
Esa derrota fue un día gris y lluvioso. Esta victoria fue en una jornada soleada, lo que le gusta a Nadal.
Federer y Nadal parecen encaminados a un choque en semifinales. Primero deberán desembarcar en cuartos de final, con victorias el domingo, cuando ambos se toparán con oponentes argentinos. Federer se las verá con Leonardo Mayer, número 68 del ranking, y Nadal lo hará con Juan Ignacio Londero, el 78.
Mayer avanzó a octavos tras derrotar al francés Nicolas Mahut por 3-6, 7-6 (3), 6-4, 7-6 (3). En su debut en un Grand Slam, Londero dio cuenta 2-6, 6-3, 6-4, 5-7, 6-4 del francés Corentin Moutet.
Otro cruce quedó definido cuando el japonés Kei Nishikori y el francés Benoit Paire avanzaron.
En el cuadro femenino, Sloane Stephens, subcampeona el año pasado, se las verá con Garbiñe Muguruza, la campeona de 2016.
La hispano-venezolana Muguruza cuajó una gran actuación para dejar en el camino 6-3, 6-3 a la ucraniana Elina Svitolina, novena cabeza de serie.
Stephens dejó escapar cuatro bolas de partido en el segundo set, pero la estadounidense pudo sacar adelante el triunfo 6-3, 5-7, 6-4 ante la eslovena Polona Hercog.
Luego de verse dominante cuando ganó este mes al coronarse en el Abierto de Italia, la checa Karolina Pliskova se vio incómoda en la arcilla roja parisina y quedó eliminada. La segunda cabeza de serie pasó trabajos en los largos peloteos perdió 6-3, 6-3 ante la croata Petra Martic.
La derrota de Pliskova significa que Naomi Osaka seguirá siendo la número 1 mundial tras el torneo.
Federer no jugaba en el Abierto de Francia desde 2015. Una lesión le impidió competir al año siguiente y luego decidió saltarse la temporada de arcilla para concentrarse en torneos de césped y canchas duras. El dueño de la cifra récord de 20 títulos de Grand Slam y considerado como “El Más Grande de Todos los Tiempos” por muchos es muy popular; y su ausencia ha hecho que el cariño de los parisinos sea mayor.
Todas las butacas se llenan para sus partidos, al igual que sus sesiones de práctica. Era imposible caminar por complejo el viernes debido al gentío que trataba de conseguir que Federer las autografiara sombreros y pelotas de tenis, mientras que otros grababan la escena con las cámaras de sus teléfonos.
Y Federer también se está gozando la nostalgia.
"Creo que mis 20 años en el tour se fueron muy rápido”, dijo el viernes.