Misterio sobre infancia de Evita se revela en pueblo natal
LOS TOLDOS, Argentina (AP) — ¿Cómo una niña pobre e hija ilegítima nacida a principios del siglo pasado llegó a convertirse en una de las mujeres más reconocidas de la historia moderna?
La respuesta podría estar en una pequeña casa de ladrillos de una planta con puerta y ventana de madera pintadas de blanco situada en Los Toldos, un pueblo agrícola ganadero a unos 300 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, donde el 7 de mayo de 1919 nació Eva Perón.
Con motivo del centenario de su nacimiento, la vivienda fue restaurada y convertida en un museo interactivo que recorre la infancia de la líder política, bastante alejada de un cuento de hadas.
La niña era la quinta hija extramatrimonial de Juan Duarte y Juana Ibarguren. Duarte, perteneciente a una familia acomodada de un pueblo vecino, se había mudado a Los Toldos para administrar una estancia donde Ibarguren trabajaba como empleada.
Pero el hombre estaba casado y tenía hijos con otra mujer, por lo que Evita fue inscripta con el apellido de su madre en su partida de nacimiento. El documento fue alterado poco antes de que contrajera matrimonio en 1945 con el general Juan Domingo Perón, a quien había conocido un año antes durante un festival artístico a beneficio de las víctimas de un terremoto en el interior del país.
Perón, fundador del Partido Justicialista, gobernó Argentina entre 1946 y 1955 y luego desde 1973 a 1974, año de su muerte.
En la nueva partida se modificó la fecha de nacimiento y también el lugar, que fue cambiado por la localidad vecina de Junín, lo que durante años generó confusión sobre su verdadero origen.
La única prueba documental fidedigna de su nacimiento en Los Toldos es el acta de bautismo en la parroquia Del Pilar que se guarda en el nuevo museo.
“Que el padre tuviera dos familias y todo lo que implicó a partir de la muerte de él tuvo mucho que ver. Pueblo chico, infierno grande. Todos se conocen. No hay dudas que hubo una mirada dura con ella y eso la marcó para todo el resto de la vida”, admitió el alcalde Franco Flexas.
En este pequeño poblado de casas bajas, que debe su nombre a la toldería de un jefe mapuche, resalta la figura de Evita ya convertida en mito. Una gigantografía de ella da la bienvenida en el acceso, por el que circulan automóviles, bicicletas y perros vagabundos. En el centro de la ciudad emerge una estatua de la emblemática mujer con los brazos abiertos, que replica uno de sus multitudinarios discursos como colíder del partido peronista.
“Ella es de acá, nada más cortaron la hoja y la pasaron a Junín”, enfatizó Armando Montalli, un jubilado de 73 años que junto a su esposa atiende un puesto de artesanías y otros recuerdos que aluden a Evita en la plaza de Los Toldos. El hombre, que se emociona al hablar de su coterránea, anhela que el nuevo museo despeje la confusión sobre el nacimiento de la “abanderada de los humildes”.
En la década de 1980 el partido peronista adquirió la casa de la infancia de Evita, que era propiedad de una familia local sin relación con ella, y la convirtió en una especie de santuario para los afiliados a esa fuerza política. En 2002 fue declarada monumento histórico nacional y hace cinco años se cerró para su restauración y conversión en un museo.
Otra de las antigüedades expuesta allí es la máquina de coser con la que Ibarguren mantuvo a sus hijos como modista y costurera luego de que Duarte falleció en un accidente automovilístico en 1926.
Uno de los recuerdos de infancia que más marcó a la futura primera dama fue el velatorio de Duarte, cuando descubrieron junto a sus hermanos que no eran su única familia y tampoco la legítima.
El repiqueteo de la máquina de coser es algo que acompañó la infancia de Evita, que ya convertida en líder política regaló miles a mujeres pobres a través de una fundación benéfica que llevaba su nombre.
“Lo supe de golpe y sufriendo”, escribió Evita en su autobiografía. “No pude aceptar la injusticia social sin indignarme”.
Las paredes interiores de la pequeña vivienda están decoradas con fotografías inéditas de ella de pequeña, tomadas por el fotógrafo del pueblo. En una de ellas, de 1921, aparece disfrazada de abeja y en otra de cinco años después posa junto a su hermana Erminda, ambas con vestido de marineras típico de la época, con medias blancas hasta las rodillas y zapatos con pulsera.
A paso lento y ayudada con un bastón, Elena Valenti observa atentamente las imágenes que rescatan del olvido los recuerdos con su prima hermana.
“Se lo merecía Eva este reconocimiento a pesar de haber sido tan humillada antes cuando vivía. Esto me llena de alegría”, admitió la mujer de 89 años que reside en Los Toldos. “No sé si su infancia fue sufrida pero sí triste... Solamente una persona elegida puede hacer lo que ella”.
Según el testimonio de su hermana Erminda, transcripto en un mural del museo, Evita le había pedido a los Reyes Magos de regalo una muñeca de tamaño natural. Al despertarse el 6 de enero recibió una, pero le faltaba una pierna.
“Mamá (Juana Ibarguren) le explicó que la muñeca se había caído del camello. Lo que no le dijo fue que había adquirido la muñeca casi por nada, justamente a causa de esa rotura. Pero le dijo que los Reyes se la habían traído para que la cuidara”.
A mediados de la década de 1930, Evita partió hacia la capital argentina para cumplir sus sueños de actriz. Pero el encuentro con Perón daría un vuelco a su vida.
No fue una primera dama tradicional. Al frente de una fundación brindó ayuda social a millones de argentinos empobrecidos, los “descamisados”, como ella los llamaba y su labor fue vital para la construcción de uno de los movimientos políticos más trascendentes de América Latina.
En un hecho revolucionario para la época, Evita acompañaría a Perón como candidata a la vicepresidencia para las elecciones de 1951. Pero un cáncer de útero la obligó a declinar su postulación. Murió en 1952 a los 33 años.
Murió en 1952 a los 33 años.