EEUU: Hispanos de granjas del norte piden poder conducir

EEUU: Hispanos de granjas del norte piden poder conducir
Ismael Castellanos alimenta a becerros en la granja donde trabaja cerca de Rochester, en Nueva York, el miércoles 20 de marzo del 2019. Una enérgica campaña alrededor del país para que inmigrantes sin estatus legal puedan conducir libremente resuena con fuerza en las granjas y cultivos cercanos a Rochester, en la frontera con Canadá. Los trabajadores inmigrantes de esos campos, en su mayoría mexicanos, dicen que se sienten aislados y frustrados en esta zona rural, donde pagarle a alguien con licencia de conducir para ir a comprar comida puede costarles 40 dólares, lo que equivale a más de tres horas de trabajo. (Foto AP/ Michael Hill)

ALBION, Nueva York, EE.UU. (AP) Un rosario plateado y una cruz con la inscripción Oración del chofer cuelgan del retrovisor de Luis Jiménez. Para el mexicano significan una protección: si la policía lo para en la carretera podría ser arrestado y separado de su esposa y sus tres hijos.

Es que Jiménez conduce sin licencia y al vivir sin estatus migratorio legal en Estados Unidos no puede obtener un permiso de conducir en el estado de Nueva York. Un arresto probablemente significaría su inmediata deportación.

Ese es mi temor todos los días, que me separen de mis hijos, pero vale la pena correr el riesgo para que mis hijos o mi familia tengan una vida mejor. Porque por eso venimos nosotros aquí, dijo el inmigrante de 34 años mientras conducía su camioneta desde la granja lechera donde cuida a unos 300 becerros hasta su casa.

Una enérgica campaña alrededor del país para que inmigrantes sin estatus legal puedan conducir libremente resuena con fuerza en las granjas y cultivos cercanos a Rochester, en la frontera con Canadá. Los trabajadores inmigrantes de esos campos, en su mayoría mexicanos, dicen que se sienten aislados y frustrados en esta zona rural, donde pagarle a alguien con licencia de conducir para ir a comprar comida puede costarles 40 dólares, lo que equivale a más de tres horas de trabajo.

Manejar es una necesidad. Necesitamos poder operar un vehículo, destacó Eladio Beltrán, un mexicano en proceso de deportación después de haber sido detenido en la carretera y no tener licencia.

Doce estados en Estados Unidos, incluidos California e Illinois, permiten que sus residentes obtengan permisos de conducir sin contar con un número de seguridad social o pruebas de estatus migratorio legal. Activistas intentan lograr eso mismo en otra media docena de estados ahora que gobernadores demócratas han sustituido a republicanos en Wisconsin y Nueva Jersey y los demócratas ganaron el control total de la legislatura del estado de Nueva York.

Ahora hay una nueva urgencia para intentar lograr esto y hay una nueva oportunidad política que no estaba ahí, aseguró Christine Neumann-Ortiz, directora ejecutiva de Voces de la Frontera, un grupo que defiende los derechos de los inmigrantes en Milwaukee, Wisconsin.

Otorgar licencias de conducir a inmigrantes sin permiso de residencia en el país les garantizaría una nueva protección estatal ante los agentes federales que trabajan para el gobierno del presidente Donald Trump, que favorece la mano dura contra la inmigración ilegal. Activistas aseguran que la policía aún podría ver las infracciones cometidas en el pasado por un conductor, pero que los inmigrantes que mostrasen un permiso de conducir válido tendrían menos posibilidades de ser interrogados y acabar en manos de agentes federales.

Sólo unos 10.000 de los 265.000 inmigrantes sin estatus legal que se calcula podrían beneficiarse con las licencias de conducir en Nueva York trabajan en granjas o ranchos, según el Instituto de Política Fiscal. Sin embargo, su necesidad de transporte diario es mucho mayor que la de los inmigrantes que viven en la ciudad: en los condados alrededor de Rochester las distancias al supermercado, escuelas o lugar de trabajo son enormes y no existe el transporte público.

Beltrán, por ejemplo, condujo en 2014 hacia una farmacia para comprar medicinas para la bronquitis que sufría una de sus hijas. Un agente de la policía local lo detuvo por exceder el límite de velocidad y llamó a los Servicios de Inmigración y Control de Aduanas. Pasó tres días en custodia federal y fue dejado libre bajo fianza. Sin embargo, años después la policía volvió a pararlo en la carretera, esta vez por conducir en dirección contraria. La patrulla fronteriza fue alertada y ésta lo arrestó. En mayo enfrentará una audiencia en una corte de inmigración de Búfalo, donde un juez decidirá si es deportado o no.

Hoy estoy trabajando, tengo trabajo, pero los días se van muy rápido y pienso tengo una corte con inmigración, ¿voy a regresar con mi familia cuando vaya a esa corte?, dijo tras pasar la mañana podando manzanos con una sierra eléctrica.

Ismael Castellanos teme que le pase lo mismo, así que no conduce.

Cada día el mexicano de 26 años tiene que ser trasportado desde la casa que comparte con otros cuatro inmigrantes a la granja lechera donde trabaja cuidando becerros.

Los viajes para comprar agua, carne o huevos son más problemáticos: la tienda más cercana está a casi 13 kilómetros y le cuesta un mínimo de 30 dólares llegar allí. Cuando hace poco desarrolló una alergia en la piel tuvo que esperar varios días para que un conductor con licencia estuviera disponible y pudiera llevarlo a un hospital. Lo mismo le sucede cuando un familiar en México necesita dinero de forma urgente y Castellanos no tiene forma de llegar a la compañía de envío de remesas.

Creo que todas las personas que trabajamos en el área de las rancherías nos sentimos aislados porque no todos tienen la oportunidad de salir, aseguró el joven.

Castellanos, Beltrán y Jiménez hablaron con AP bajo la condición que no se mencionase los nombres de las granjas donde trabajan. Los tres pertenecen a un grupo llamado Alianza Agrícola que lucha por la obtención de licencias.

Rodeados de cientos de kilómetros de cultivos de duraznos, uvas y ciruelas moradas, bajo temperaturas en invierno que pueden rondar los seis grados centígrados bajo cero, estos mexicanos pasan cada día de 10 a 12 horas al aire libre alimentando, vacunando y cuidando vacas o podando y arando los cultivos de la zona.

No está claro si las opiniones respecto de las licencias para inmigrantes han cambiado mucho desde 2007, cuando el entonces gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, destapó la caja de Pandora en sus intentos fallidos por otorgarlas. Según un sondeo del Siena College los residentes del estado, considerado mayormente demócrata, se oponen a otorgar permisos de conducir a gente sin estatus migratorio en casi un margen de dos a uno.

La senadora estatal republicana Daphne Jordan es de las que se opone a la propuesta ya que asegura que desembocaría en un fraude electoral, bancario y problemas de robo de identidad.

Si se quieren quedar aquí (los inmigrantes) deberían hacerse ciudadanos estadounidenses, dijo. Tenemos un sistema en este país. Esta ahí por un motivo. Así que se debe cumplir con el sistema, estar aquí legalmente y esa es la respuesta a todo esto.

Por otro lado, demócratas y activistas dicen que las licencias generarían ganancias debido a las solicitudes de permisos de conducir y la venta de vehículos. Y a medida que los inmigrantes obtuvieran licencias también contratarían seguros. También apuntan a un estudio que reveló que en los estados donde sí obtienen licencias las tasas de fatalidad en accidentes de tráfico son en promedio más bajas, probablemente porque los conductores inmigrantes han pasado los exámenes de manejo administrados por el Estado.

Estos individuos ya se encuentran aquí. Ya están conduciendo, sostuvo el senador estatal Luis Sepúlveda, promotor de un proyecto de ley para dar los permisos. El problema es que conducen sin licencia y, aún más importante, sin seguro.

Los mexicanos de las granjas lecheras neoyorquinas, sin embargo, no se sienten solos. Hay estadounidenses que los trasladan cuando es necesario.

Hay gente que se ha unido a nosotros, dijo Jiménez. A nosotros, como inmigrantes que estamos aquí, contribuyendo a este estado. Eso nos llena de fuerza.

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La periodista de The Associated Press Deepti Hajela contribuyó a esta nota desde Nueva York.

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