En varios ámbitos del cotidiano vivir se refleja la decadencia de valores tanto morales como éticos, que se han enraizado en la sociedad actual; esto es un claro reflejo de su descomposición y la proximidad de la extinción del ser humano. A igual de lo que sucedió con antiguas civilizaciones, que fueron desapareciendo, quedando para que se cuente de ellas algunas hazañas y/o logros, opacados por su falta de valores.
Pero más tristeza da, desenmascarar esa falta de valores éticos y morales, en personas adultas mayores, que son referentes por alguna acción o actividad que se consideraba como relevante en el convivir cotidiano de un país.
Ellos, que se supone son el ejemplo para las nuevas generaciones, son realmente los culpables de que los actuales ciudadanos, carentes de valores, irrespetuosos, orgullosos de la nada, soberbios, prepotentes, amadores del dinero y los placeres; justifiquen su actuar denigrante, porque esa manera de ser y obrar, vieron y aprendieron de estos antiguos líderes de barro, que fueron elevados a tales sitiales, por compadrazgos, momentos de emotividad, por complicidad o por tolerancia, para ocultar algún secreto inconfesable a la sociedad.
Pero tarde o temprano, la verdad sale a la luz, y esos héroes, dirigentes, líderes, presidentes, o cabeza de algún conglomerado humano, son descubiertos y desenmascarados; ellos mismos dejan caer sus máscaras de barro, porque para seguir ocupando sitiales supuestamente prominentes, se hacen los defensores de lo indefendible, asumen tácticas de tiranos, gritan, se exaltan, ofenden e irrespetan, a otras personas, especialmente a las mujeres, que han dado muestras de superarlos.
Ellos, estos adultos mayores, formados por la creencia de que la mujer solo es un objeto para su placer, se confunden en los actuales roles, y quieren a las mujeres de valía, empequeñecer, humillar, maltratar, ofender; seguramente porque así lo hicieron sus padres con sus madres y con las mujeres de su círculo familiar y hasta laboral; o porque ya la mente de estos adultos mayores está opacada por alguna enfermedad degenerativa de senilidad.
Lo más triste es descubrir que todo esto, generalmente se lleva a cabo en escenarios a vista y venia de sus compinches, seguidores y hasta admiradores, que se quedan callados, sumisos, con miedo, temor, cobardía de actuar en defensa de la verdad, la justicia y la honestidad. Será que también ellos tienen algo inconfesable que ocultar, que les acusa en su interior, por eso no se atreven a elevar su voz para reclamar, y se esconden a través de los supuestos trámites de legalidad.
Sin embargo, por todo lado se habla tanto de la defensa de los derechos humanos, de la defensa a las mujeres, de la igualdad de los derechos de hombres y mujeres, del castigo al femicidio, de evitar la violencia contra la mujer; pero lastimosamente todo esto es solo pura palabrería, porque se sigue en todo ámbito, lugar y escenario, agrediendo a las mujeres, porque estos mastodontes trogloditas, no sólo por sus años, sino también por su falta de valores, así inculcaron a sus hijos, nietos, y todos sus allegados.
Pobre humanidad, manejada por ídolos de barro, que se desmoronan no solo por la antigüedad, sino por la falsedad de su naturaleza. Por tanto, es deber de todo ciudadano, de cualquier raza, condición social, etnia, idioma, cultura, depurar todo ámbito del convivir público y privado, especialmente los culturales, de personas como éstas, falsos ídolos y héroes de la patria, que solo entorpecen los procesos de limpieza y saneamiento para rescatar los verdaderos valores éticos y morales, que necesita urgentemente la humanidad, para seguir existiendo como civilización.