Nueva barrera México-EEUU plantea retos cerca de viviendas
EN LA FRONTERA ENTRE SAN DIEGO Y TIJUANA (AP) — A efectos prácticos, la capilla de estuco violeta y blanco levantada por José Arias tras su recuperación de un infarto y para recordar a su familia está en México.
La única forma de acceder a esta caseta de madera contrachapada es a través de uno de los vecindarios más antiguos de Tijuana, un mosaico de carreteras de tierra y asfalto donde los perros vagan libremente y el sonido de los gallos y las herramientas eléctricas llenan el aire de la mañana. En su día, la parte trasera de la edificación descansaba contra el muro que separa Estados Unidos de México, bloqueando el paso a San Diego.
Pero según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, la estructura invade territorio estadounidense, lo que supone un dilema para el gobierno de Donald Trump en su plan de 147 millones de dólares para reemplazar un tramo de 22,5 kilómetros (14 millas) de la barrera que se extiende hacia el este desde el Océano Pacífico: ¿habría que protegerla o demolerla?
Estados Unidos enfrenta otros casos igualmente delicados en la ampliación o reparación de las cercas que cubren casi un tercio de la frontera. En Tijuana, el tramo reemplazado en San Diego atraviesa una urbanización cerrada de casas de lujo con rayas rosas y teja española para marcar la frontera oficial. En el lado mexicano se topó además con árboles añejos.
El río Bravo delimita la frontera entre Texas y México, garantizando que cualquier barrera terrestre del lado estadounidense deje un espacio entre el muro y la línea de demarcación establecida en los tratados bilaterales. Uno de los acuerdos limita la construcción en planicies del río, por lo que varias casas quedaron en tierra de nadie, entre el muro levantado en la década de los 2000 y el río.
En ocasiones, la tierra y la orografía del terreno impiden que las barreras se asienten justo sobre la frontera. En otras partes, la patrulla fronteriza quiere dejar espacio para acceder al lado mexicano para las tareas de mantenimiento y reparación.
En un primer momento, Rodney Scott, jefe de la patrulla fronteriza para el sector de San Diego, pensó que la capilla estaba condenada, pero simpatizó con Arias al conocer más sobre su historia y la chabola próxima que pertenece a una de sus hijas.
"Lo están haciendo lo mejor que pueden con lo que tienen”, dijo. "No hay malicia, no hay intención. Realmente no había razones para que comprendieran que no podían construir hasta la frontera”.
Arias se mudó a Tijuana en 1957 desde el centro de México y se instaló en Colonia Libertad, un vecindario donde los residentes cruzaban, sin impedimentos y de forma ilegal, a San Diego para trabajar o jugar al fútbol y al béisbol. "Fue paso libre", contó Arias.
Él y su esposa criaron a 14 hijos en una vivienda que compraron en 1978 y a la que le cambió el piso de tierra por uno de madera y le añadió una segunda planta. En la década de 1980, los cruces ilegales eran tan habituales que los vendedores ambulantes se instalaron en el exterior de la casa ofreciendo desde ropa y zapatos a mole de pollo, guisos y tequila. Arias llegó a abrir un puesto de tacos de cerdo.
Las entradas ilegales a Estados Unidos se redujeron tras una amnistía concedida por el gobierno de Ronald Reagan y Arias volvió a trabajar como albañil a tiempo completo.
Scott, que creció en la ciudad fronteriza de Nogales, Arizona, desde donde su padre iba a trabajar a diario a una fábrica en México, se incorporó a la policía fronteriza en 1992 y fue destinado a una estación a pocos kilómetros (millas) de la casa de Arias. Miles de personas se congregaban en un campo de fútbol en suelo estadounidense y escapaban de los agentes al caer la noche. Otros grupos grandes corrían ante las casetas de inspección de un paso fronterizo próximo.
Scott estima que nueve de cada 10 personas que cruzaban escapaban a la detención.
"De forma rutinaria arrestábamos a miles de personas en un turno de ocho horas, y veíamos como miles más se escapaban”, dijo.
El primer tramo de muro se levantó en San Diego a principios de la década de 1990 con una malla de acero corrugado empleado por los militares como pista temporal. En 1994, la patrulla fronteriza se reforzó con más agentes y adoptó la orden de no ceder ni un centímetro (pulgada) de terreno a nadie que cruzase de forma ilegal. A mediados de los 2000s, una nueva valla de acero formó una segunda barrera, coronada en su mayoría con alambre de cuchillas.
Las detenciones de las autoridades en San Diego cayeron un 96% desde las cerca de 630.000 en 1986 a apenas 26.000 en 2017. En la frontera se abrió un centro comercial con saldos de marcas de lujo y las viviendas próximas se vendían por más de 500.000 dólares. Una zona llamada Smuggler's Gulch (la quebrada del contrabandista) se volvió prácticamente impenetrable.
Scott describió la transformación de San Diego al presidente President Donald Trump en directo en la televisión cuando el mandatario visitó los prototipos del muro en marzo. Trump suele referirse a San Diego como la prueba de que el muro funciona; la última vez que lo hizo fue el martes en el discurso sobre el Estado de la Unión.
La persecución trasladó los cruces ilegales a zonas menos controladas y más remotas en los desiertos de Arizona, donde miles de personas han fallecido a causa del calor. Los arrestos de la patrulla fronteriza en Tucson en 2000 casi igualaron a los de San Diego en su apogeo. Los críticos dicen que el argumento del presidente se ve socavado porque, al levantar un muro en un lugar, los migrantes encuentran un hueco por el que cruzar en otra parte.
Según Scott, la patrulla tenía que comenzar a actuar en algún punto, y San Diego era, de lejos, el lugar más concurrido para cruces ilegales a principios de los 90.
"No era 'Háganlo en San Diego y paren'. Era 'Demostremos que funciona y copiémoslo en la frontera suroeste para poder mejorar la seguridad de todo Estados Unidos'", dijo Scott.
Trump heredó 1.053 kilómetros (654 millas) de barreras, la mayoría levantadas entre 2006 y 2009, y adjudicó contratos por importe de 1.000 millones de dólares, casi todos para reemplazar las estructuras existentes. Los trabajos en su primera parte nueva arrancarán en marzo: un tramo de 14 millas en el valle del Río Grande en Texas. El mandatario quiere otros 5.700 millones para proteger más de 322 kilómetros (200 millas), pero los líderes demócratas del Congreso no ceden a su demanda, lo que derivó en un cierre parcial del gobierno que duró cinco semanas.
Un contrato concedido en diciembre sustituirá la valla de acero de San Diego, que hace una década funcionaba como una fortaleza pero que ahora se rompe regularmente a causa de las potentes sierras disponibles en tiendas de bricolaje.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza está a punto de rematar el cambio de la primera capa con bolardos de acero de hasta nueve metros (30 pies) de alto. Los agentes no podían ver a través de la antigua estructura, que tenía apenas tres metros (10 pies) de alto. En un punto en concreto, una autovía mexicana pasaba por encima y los autos que se salían de la calzada acababan volcados en suelo estadounidense.
El Departamento de Estado de Estados Unidos y la delegación estadounidense de la Comisión Internacional de Límites y Aguas trabajan con México en una de las pocas zonas no terminadas _ las viviendas de lujo y una cancha de tenis que entran en el país, apuntó Scott.
El gobierno de Washington, en coordinación con el mexicano, retiró algunos de los árboles en Tijuana porque los cimientos para el nuevo muro podrían cortar sus raíces, provocando su muerte y su posible caída, dijo el responsable policial.
Arias construyó su santuario hace unos 15 años para celebrar su buena salud y, más tarde, para recordar a su esposa y a un hijo, ambos fallecidos. Detrás de una urna de cristal cerrada hay fotos familiares y un retrato enmarcado de la Virgen de Guadalupe, un ángel de cerámica, flores artificiales, una lata de cerveza y una botella.
La patrulla fronteriza estadounidense decisión que la capilla podía quedarse en su emplazamiento, aunque necesitaba nuevos cimientos. Las autoridades dicen que se adentra 30 centímetros (un pie) en el país vecino.
"Muchas veces se ve la seguridad fronteriza como algo adverso y realmente no lo es”, declaró Scott tras hablar con la hija de Arias a través de los nuevos bolardos. "La compasión y la ley y el orden pueden ir de la mano, y creo que van juntos”.
Arias, que ahora tiene 84 años y el pelo blanco, cuestiona la conveniencia de invertir el dinero en la frontera en lugar de en escuelas y atención sanitaria, pero reconoce que Estados Unidos está en derecho soberano. Por lo que a él respecta, el muro no es ni una ventaja ni una desventaja para su casa.
"¿Por qué pones un cerco en tu casa? Para proteger tu casa. El gobierno (estadounidense) está poniendo el muro para proteger su país”, declaró.
Arias y sus hijas están muy agradecidos a las autoridades fronterizas.
"Respetaron mi capilla", alegó Arias.