Evo Morales se distancia del mar y de una nueva reelección
LA PAZ (AP) — El presidente Evo Morales se veía a sí mismo como el artífice de una negociación que devolvería a Bolivia una salida al mar, pero el fallo contrario de la Corte Internacional de La Haya truncó el centenario sueño boliviano y le quitó al mandatario su mejor carta electoral para un cuarto mandato.
Bolivia había exigido ante el tribunal internacional que Chile negociara de buena fe una salida al Pacífico para los bolivianos. No obstante, la Corte rechazó el pedido en octubre.
El fallo se vivió con gran frustración en Bolivia, que por prima vez acudía a un tribunal internacional por el litoral que perdió en una guerra con Chile entre 1879 y 1883.
La oposición responsabilizó a Morales de llevar al país a la “humillación internacional” y a la vez se sintió empoderada a retarlo.
De hecho, el fallo precipitó la carrera electoral para los comicios de noviembre de 2019 y el expresidente Carlos Mesa (2003-2005) aparece por encima de Morales en las encuestas de intención de voto.
El mandatario había despertado el sentimiento nacionalista, confrontado con las autoridades chilenas, organizado una exhibición con la bandera más larga del mundo y recreado batallas. Vendió la idea de que una victoria diplomática era posible: “estamos cerca del mar”, dijo en una ocasión.
Aunque el impacto del fallo judicial aún no puede apreciarse en toda su dimensión, según los analistas empezó a mover las fichas del tablero electoral.
“La situación de Morales es más complicada que hace un año. La derrota en La Haya fue más contundente que algunos pronósticos y aceleró la campaña”, dijo a The Associated Press Gaspard Estrada, director del Observatorio Político de América Latina y el Caribe con sede en París.
Tras trece años en el poder, los escándalos de corrupción y las acusaciones de autoritarismo y de manipulación de la justicia han debilitado al primer presidente indígena de Bolivia, según opositores y analistas.
Amplios sectores rechazan su pretensión de volver a postularse después de perder un referendo en 2016 que rechazó su reelección para el próximo año. Aun así, todavía es un político influyente ante una oposición dispersa con ocho candidatos presidenciales.
“Los opositores de derecha no tienen plan de gobierno. Su único plan es cómo repartirse candidaturas, cómo volver a privatizar empresas y recursos naturales. Atacan con mentiras porque no tienen propuestas, pero nuestro pueblo tiene memoria”, tuiteó recientemente Morales.
El próximo año se anuncia difícil para Morales en un contexto externo adverso con la elección del derechista Jair Bolsonaro en Brasil, el primer socio comercial de Bolivia, dijo Estrada.
A su vez, su apoyo a los mandatarios Nicolás Maduro, de Venezuela, y Daniel Ortega, de Nicaragua, aisló más a Morales en la región.
La Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), cuya fundación alentó el fallecido mandatario venezolano Hugo Chávez para contrarrestar la influencia de Estados Unidos en la región, quedó fracturada con la salida de seis de sus doce socios precisamente cuando Morales asumió este año la presidencia del bloque. Un moderno edificio para el Parlamento de UNASUR que Morales mandó a construir y que significó un costo de 50 millones de dólares quedó sin uso.
En tanto, la reciente decisión del Tribunal Supremo Electoral de convalidar la postulación del mandatario pese al referendo en contra desató protestas y derivó en la quema de oficinas electorales en la ciudad oriental de Santa Cruz, la más importante del país.
Aunque Morales se mantiene en carrera, las manifestaciones populares no han parado de crecer y podrían debilitarlo más, según analistas.
La fortaleza del gobernante está en la economía: Bolivia todavía es una isla de estabilidad con niveles de crecimiento por encima del promedio regional.
Pero allí también se vislumbran nubarrones en el futuro mediato. Los ingresos registran una caída, el gas natural y los minerales, las principales fuentes de riqueza del país andino, muestran un estancamiento por las bajas inversiones externas. A ello se suma un creciente déficit que bordea el 8% del Producto Interno Bruto por el exceso del gasto público y la caída de las reservas internacionales, según un reciente balance de la Fundación Jubileo, un centro de estudios socioeconómicos vinculado con la Iglesia católica.
“A Bolivia le va bien en la región, pero después de trece años de gobierno de Morales hay cansancio y una voluntad de alternancia”, según Estrada.