EEUU sigue sufriendo bajas en Afganistán
WASHINGTON (AP) — Una serie de muertes en combate de soldados estadounidenses en Afganistán está poniendo a prueba el compromiso de Donald Trump de buscar la paz con el Talibán.
El presidente estadounidense reconoció que su instinto inicial fue retirarse de Afganistán, pero la semana pasada dio a entender que planea quedarse, afirmando que Estados Unidos adelanta “negociaciones muy fuertes”, en una aparente referencia a las gestiones del enviado Zalmay Khalilzad por conseguir un diálogo de paz.
Paralelamente, sin embargo, Trump se mostró poco confiado en que las conversaciones tengan un buen resultado. “Tal vez no. Probablemente no”, expresó.
El costo humano del conflicto ya no genera titulares en Estados Unidos, lo que da a Trump cierto espacio de maniobra. Pero eso podría estar cambiando.
A principios de noviembre murió en Afganistán Brent Taylor, alcalde de North Ogden, Utah, y mayor de la Guardia Nacional de Utah. El sábado pasado pereció el sargento Leandro Jasso, de 25 años. El martes Estados Unidos dijo que Jasso probablemente fue abatido accidentalmente por un soldado afgano mientras libraban una batalla con un combatiente de al-Qaida.
La comandancia militar estadounidense en Kabul dijo el martes que tres soldados estadounidenses habían muerto y otros tres habían resultado heridos al estallar una bomba en una ruta de la provincia de Ghazni, al sur de Kabul, donde el Talibán ha estado ganando fuerza. Fue el peor ataque contra las fuerzas estadounidenses en lo que va del año en Afganistán.
El Talibán, que gobernó el país antes de una invasión de Estados Unidos en octubre del 2001, lanza ataques casi diarios contra el ejército y la policía afganos. En agosto tomaron partes de Ghazni y se libraron intensos combates antes de que fueron expulsados. Ghazni fue la única de las 34 provincias afganas donde no hubo elecciones en octubre por falta de garantías. La votación allí fue aplazada por un año.
Stephen Biddle, profesor de asuntos públicos e internacionales de la Universidad de Columbia que sigue de cerca la guerra desde sus comienzos, dijo que en los últimos años el conflicto afgano pasó mayormente a un segundo plano en Estados Unidos a pesar de que ha habido 2.400 muertos desde el 2001.
“La guerra no genera marchas con antorchas hacia el Pentágono ni ha tenido ningún impacto importante en las elecciones”, dijo Biddle. Un aumento en las bajas, agregó, podría “hacer cambiar de opinión a Donald Trump”, a quien considera alguien “errático al que claramente no le gusta la guerra”.
En una entrevista con el Washington Post del martes, Trump dijo que estas últimas muertes eran “muy tristes” y que mantenía efectivos en Afganistán solo porque “los expertos” le dicen que es necesario.
La capital afgana, Kabul, fue blanco de un ataque coordinado de los insurgentes el miércoles y en la provincia de Helmand, al sur, las autoridades locales dijeron que al menos 30 civiles y 16 combatientes del talibán fallecieron en combates durante la noche.
Barack Obama, el predecesor de Trump, puso fin a la misión de combate de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán en el 2014, dejando la defensa del país en manos de los propios afganos. Trump llegó a la Casa Blanca diciendo que la guerra eran un desperdicio de recursos, pero en agosto del 2017 anunció que permanecería allí para buscar la victoria final, por más de que reconoció que su instinto inicial había sido retirarse. De hecho, el Pentágono envió otros 3.500 soldados y cambió la forma en que asesora a los afganos. Ahora hay 15.000 efectivos estadounidenses en Afganistán.
La estrategia de Trump gira en torno al objetivo de entablar un diálogo de paz. Todavía no lo ha conseguido, pero algunos analistas estadounidenses dicen que las perspectivas han mejorado. Otro elemento importante de la estrategia, que Pakistán suspenda su apoyo táctico al Talibán, ha resultado un fiasco.
David Sedney, que ha desempeñado varias funciones como diplomático y como civil lidiando con Afganistán, cree que no hay muchas esperanzas de que se lleven a cabo conversaciones de paz fructíferas, pero que de todos modos las perspectivas son mejores que nunca. Indicó que durante una reciente visita al país percibió “una creciente expectativa de que la paz es posible”.
El panorama se complica más todavía por la presencia en la parte oriental de Afganistán de afiliados de la organización Estado Islámico. Tanto el Talibán como las fuerzas aliadas al EI quieren derrocar al gobierno afgano y restablecer un estricto régimen islámico. Pero están muy divididos en cuanto a liderazgo, ideología y tácticas.
El jefe del estado mayor conjunto de Estados Unidos, general Joseph Dunford, dijo este mes que las gestiones en procura de un diálogo de paz no están muy avanzadas y que “falta mucho para poder decir que estamos en la senda indicada”.