???Hospital??? cura esculturas argentinas víctimas de vandalismo
BUENOS AIRES (AP) — Descabezado, el compositor Aníbal Troilo reposa en un asiento con su bandoneón. A su lado, sonriente pese a no tener brazos, se yergue el cantor Alberto Castillo. Ambas son estatuas de glorias del tango argentino que fueron víctimas del vandalismo y esperan ser restauradas en una suerte de hospital de obras de arte.
Las dos figuras de resina amputadas no tienen tanto valor económico, pero sí sentimental y simbólico por representar al género musical por excelencia en Argentina. Fueron trasladadas días atrás al predio de Monumentos y Obras de Arte (MOA) en Buenos Aires luego de ser dañadas junto a las de otros famosos artistas en esta capital.
En los talleres de ese centro, 15 restauradores se afanan por darle vida a la veintena de obras exhibidas al aire libre que mensualmente son cercenadas, pintadas con aerosol o destruidas por quienes las atesoran como trofeos, venden sus fragmentos, golpean al descargar su ira en protestas sociales o simplemente gozan derribándolas.
“Siento orgullo al hacer este trabajo... Nos gustaría que fuera menor y dedicarnos sólo a la preservación de las obras a la intemperie, que la restauración pasase por el daño del paso del tiempo y no por un daño hecho adrede”, dijo a The Associated Press Jorge Grimaz, a cargo de la coordinación operativa de MOA, que a su vez depende del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la ciudad.
Buenos Aires cuenta con unas 2.200 estatuas y monumentos de bronce, mármol, piedra y granito, muchos de gran valor artístico, que embellecen plazas, parques y avenidas y la distinguen de otras ciudades de América Latina. Una parte importante de ese patrimonio escultural es de la escuela francesa, a partir de compras realizadas en Francia en los siglos XIX y XX.
Sus peores enemigos nos son la contaminación ni la humedad de la capital a orillas del Río de la Plata, sino el ansia depredadora de los vándalos.
Una reproducción de la escultura de El Pensador de Auguste Rodin, situada en la plaza donde se encuentra la sede del Parlamento, ha sido objeto permanente de la ira de manifestantes que se concentran allí en protestas. La obra, fundida en bronce desde el molde original y firmada por el escultor francés, fue elevada recientemente a un pedestal que la aleja de los aerosoles de potenciales agresores luego de que fracasara la medida de cercarla con una reja.
“Últimamente tenemos muchas protestas y el vandalismo aumentó”, dijo Grimaz en referencia a los destrozos de esculturas y mobiliario urbano ocurridos en ese lugar al calor del deterioro de la economía y del incremento del malestar social.
Las placas de bronce y brazos o dedos en ese metal son arrancados a menudo de monumentos y estatuas para su reventa. El momento más crítico de robos fue en 2001, a raíz de la peor crisis económica que se recuerde.
Ni la estrella de fútbol Lionel Messi se ha librado de los vándalos. La estatua que rendía homenaje al delantero del Barcelona en el Paseo de las Glorias fue destruida en dos ocasiones en 2017: cuando extrajeron su torso para llevárselo, quizá como un suvenir, y cuando le cortaron las piernas. La reparación después del primer ataque estuvo a cargo de su escultor, pero se desconoce si será rehabilitada después del último ataque.
Varios héroes de la historia de Argentina han corrido una suerte similar. En uno de los talleres de MOA, tres restauradores vertían días atrás resina de poliéster en un molde de caucho contenido en una caja de yeso para reproducir el sable del monumento del general revolucionario Martín Güemes. El original, de bronce, fue robado.
En las estanterías situadas detrás de las mesas de trabajo asomaban decenas de bustos, manos y otros fragmentos pertenecientes a obras de celebridades que deben ser restaurados o están en custodia. Un intenso olor de resina impregnaba el lugar.
La cabeza del poeta chileno Pablo Neruda, cubierta con un paño, reposaba cerca de la del presidente argentino Juan Domingo Perón. La obra de Neruda fue rescatada en una plaza donde fue robado un busto de la poetisa chilena Gabriela Mistral.
El gobierno de la ciudad gasta más de 28 millones de pesos (unos 767.000 dólares) mensuales en limpieza de monumentos, borrado de grafitis y remoción de pancartas, carteles y pegatinas.
“En vez de usar la metáfora de que traemos acá al enfermo me parece que el enfermo está afuera y que hay un problema social, que (la gente) no se identifica con nada, no acepta nada. El único móvil es la destrucción por la destrucción”, se lamentó Carlos Estévez, a cargo de la coordinación artística de MOA, que abre sus puertas a los turistas.
El monumento a Simón Bolívar, libertador de Venezuela y una de las figuras principales de la Independencia latinoamericana, es atacado constantemente con grafitis, lo que obliga a los restauradores a limpiarlo cada 15 días.
Desconocidos también se ensañaron con la escultura de la loba romana que amamanta a los gemelos Rómulo y Remo, los fundadores de Roma según la leyenda. Las piezas originales de bronce que fueron robadas han sido reemplazadas por otras de resina poliéster, sin valor de reventa.
Vecinos dicen haber visto a karatekas practicando patadas contra balaustradas y columnas artísticas de piedra y a paseadores de perros atando a los animales a los cuernos del cervatillo de una estatua en mármol de Diana Cazadora hasta romperlos.
En el Parque Lezama, uno de los más bellos de Buenos Aires, se mantiene sin embargo incólume la estatua de la Madre Teresa de Calcuta, quien dedicó su vida a los pobres.
“Nunca la tocaron y está hace más de diez años, y en ese parque no hay una obra que no haya sido al menos manchada con grafitis”, destacó Grimaz.