Flores, rezos y baile en el culto a los cráneos en Bolivia
LA PAZ (AP) — La indígena aymara boliviana Julia Zapana bailaba el jueves con un cráneo al que llamó Carlos a la salida de la capilla del cementerio de La Paz. La música alegre contagió a su hija, que también danzó con otra calavera a la que llamó Luis.
Ambos acompañantes de baile estaban adornados con coronas de flores y gorros de lana y colocados en cajas de cristal en las que había cigarros y hojas de coca.
Cada 8 de noviembre los bolivianos les rinden culto a estos cráneos, a los que llaman “ñatitas”, en el cierre de las celebraciones a los muertos que comienzan en el primer día del mes.
“Hay que transmitirles alegría, es su cumpleaños y tienen que pasarla bien”, dijo Zapana.
Según la tradición, los cráneos deben ser de gente desconocida, por lo que muchas personas los recogen de entre las pilas de huesos de difuntos olvidados que se amontonan en el cementerio. Sin embargo, algunos bolivianos usan los de parientes lejanos.
A las “ñatitas” -palabra que en aymara significa “chata” o “sin nariz”-, los devotos les atribuyen la misión de cuidar su vivienda y cumplirles favores.
Yesica Hilary llevaba tres cráneos llamados Lorenzo, Jaime y Pedro. A diferencia de sus compañeros, Lorenzo tenía el esqueleto completo porque perteneció al hermano de Hilary cuando era estudiante de medicina.
“Sé qué tipo de obras hacen las ‘ñatitas’ si les tienes fe”, dijo Hilary mientras les rezaba el Padre Nuestro.
Hace más de 30 años su hermano le regaló a Lorenzo y ella no deja de llevarlo al cementerio cada 8 de noviembre.
“Son nuestras compañeras estas calaveritas. Yo, por ejemplo, cuelgo en una vitrina a Lorenzo con todos sus huesitos y está en mi sala junto con Pedro y Jaime”, contó la mujer.
La mayoría de los creyentes de este culto proviene de la zona andina alta de Bolivia y aunque la Iglesia católica no respalda la celebración, la capilla del cementerio general permanece abierta y en sus esquinas siempre hay recipientes con agua bendita para la celebración.