Caravana descansa en la Ciudad de México y espera decisiones
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Después de recorrer 1.200 kilómetros por territorio mexicano, miles de migrantes descansaron en Ciudad de México, un punto clave en su trayecto. En la capital del país tendrán que decidir su ruta a seguir rumbo a Estados Unidos _ cuya frontera sigue estando muy lejos _ y si tendrán algún tipo de negociación con las autoridades, como lo habían planteado algunos coordinadores del grupo.
Agotados y arropados con cobijas, tras llegar a la altura de la capital luego de semanas de caminar en un clima asfixiante, miles durmieron en alguna de las cuatro carpas que las autoridades instalaron en el estadio Jesús Martínez y el área que lo rodea. Otros se acomodaron en las gradas o en pequeñas tiendas de campaña instaladas en el césped del estacionamiento.
Los funcionarios capitalinos esperaban recibir el lunes a unos 5.000 viajeros. Nashieli Ramírez, de la Comisión de Derechos Humanos de la capital del país, aseguró que los migrantes podrán permanecer en el estadio el tiempo necesario.
A la espera de que toda la caravana quedara reagrupada de nuevo, el martes estaba previsto dedicar la jornada a descansar y a recibir asesoría legal sobre los requisitos para solicitar refugio en México o asilo en Estados Unidos, dijo Alex Mensing, uno de los activistas que acompañan a los migrantes.
Autoridades locales, de Cruz Roja, Protección Civil, Unicef y numerosas ONG se dieron cita en el lugar para apoyar a la caravana.
Al mediodía algunos aprovecharon unos contenedores con agua colocados en el recinto para bañarse o lavar ropa, y poco después comenzaron a formarse para acceder al comedor, donde se repartió pollo con arroz y frijoles. Enfrente, la gente se amontonaba sobre unas mesas buscando ropa donada que les pudiera servir y los niños jugaban en otras zonas. Incluso algunos disfrutaban de un masaje que ofrecían voluntarios.
Los servicios médicos fueron continuos. Muchos llegaban con afecciones respiratorias y lesiones por caminar. “Desde que llegamos no hemos parado”, dijo Tania Escobar, enfermera de la Secretaría de Salud del gobierno de la ciudad.
Los tramos recorridos en los últimos días, por los estados de Veracruz y Puebla, fueron especialmente complicados por la gran presencia del crimen organizado, razón por la cual la Comisión Nacional de Derechos Humanos había pedido a las autoridades que estuvieran especialmente alerta.
Edgar Corzo, de la CNDH, dijo el lunes que había dos camiones, en los que aparentemente subieron migrantes de la caravana porque los choferes se ofrecieron a llevarlos un tramo del camino, que no se sabe dónde están. La Comisión está investigado el tema, pero no ofreció más datos, solo que ya se había presentado la denuncia correspondiente ante las autoridades.
Llegar a la Ciudad de México no fue fácil, en especial después de que la caravana se dividiera durante los días previos. Unos intentaron sin éxito detener camiones y algunos conductores incluso pidieron a la policía que hiciera descender a los migrantes. También hubo quien los subió, pero cobrándoles.
Melvin Figueroa, de 32 años, viajaba desde la capital hondureña, Tegucigalpa, con su esposa embarazada y sus dos hijos, de 6 y 8 años. Dice que tuvo que pagar 10 dólares por cada uno para poder llegar hasta Ciudad de México en un camión que trasladó a más de 100 personas en malas condiciones.
“Había mucho calor y yo sentía que me iba a morir y que mi mujer no ventilaba, cuando bajamos lloramos, pero hemos sufrido mucho para llegar hasta acá como para dejarlo”, afirmó. “Al conductor no le importaban las personas, sino solo el dinero”.
Figueroa fue de los que acudió a los servicios médicos en la capital debido a que su hija vomitaba todo lo que comía. Era uno de los migrantes que esperaba la decisión de la mayoría para ver si se mantenía con el grupo o se separaba e intentaba cruzar pagándole a un coyote.
Según Corzo, basándose en la experiencia de hechos similares, aunque de menor envergadura, los migrantes suelen dispersarse a partir de la capital, “cada cual se va por el lado que considere mejor” y quede más cerca del lugar de Estados Unidos donde tengan a sus familiares o amigos.
“Queremos llegar a Estados Unidos, pero sobre todo [queremos] un trabajo digno donde sea”, comentaba Mario Madrid, un campesino de 46 años del departamento hondureño de Santa Bárbara, que llegó con su esposa y su hijo de 11 años desde Puebla.
José Hueso, un soldador de 51 años de San Pedro Sula, Honduras, sostuvo, sin embargo, que no aceptará nada más que llegar a la frontera. “La Ciudad de México es una escala para esperar mientras nos abren el camino para el norte”.
La mayoría de los migrantes están convencidos de que viajar en grupo es su mejor oportunidad de llegar a territorio estadounidense y dejar atrás la pobreza, la violencia de las pandillas y la inestabilidad política de sus países de origen: Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
Yuri Juárez, de 42 años, quien cerró su cibercafé en Villanueva, Guatemala, después de ser asaltado y extorsionado por pandilleros, sopesó sus opciones: solicitar asilo en México o Estados Unidos. “Yo sé que la violencia está más fuerte en Honduras. Yo sé que las posibilidades de que me den asilo en los Estados Unidos son muy bajas, pero yo no puedo trabajar desde que me saquearon todas mis computadoras”, dijo.
Pocos estaban al tanto de que el martes se realizaban elecciones legislativas en Estados Unidos.
“Noticias no hemos visto, solo hemos caminado y caminando”, dijo Bryan Maldonado, de 30 años de edad y originario de Ocotepeque, Honduras, y a quien habían amenazado ya tres veces porque no pagaba extorsiones.
Pero Maldonado sí se enteró de algunos comentarios del presidente Donald Trump y aseguró que ellos no buscan problemas. “Queremos ir a dialogar, todos merecemos una oportunidad, pero falta bastante para llegar a la frontera”, agregó con esperanza de poder entrar a territorio estadounidense.
Trump, que ha utilizado la caravana como argumento para su campaña anti-migratoria, ha ordenado el despliegue de tropas en la frontera con México en respuesta a las caravanas. Más de 7.000 efectivos recibieron indicaciones de apostarse en Texas, Arizona y California, y el mandatario tiene pensado firmar un decreto la próxima semana, una vez pasadas las votaciones del martes. Este decreto podría derivar en la detención a gran escala de los migrantes que crucen la frontera y prohibir que solicite asilo todo aquel que ingrese ilegalmente al país.
El trayecto ha sido particularmente complicado para algunos, como Sergio Cazares, de 40 años.
El hombre de San Pedro Sula quedó parapléjico tras golpearse la cabeza al zambullirse en un río varios años atrás. Cazares quiere llegar a Estados Unidos para someterse a una operación que le permita caminar nuevamente, pero su amigo César Rodas, de 24 años y quien ha empujado su silla de ruedas durante 24 días por tres países, no podía llevarlo en un vehículo cargado con 150 migrantes.
México se enfrenta a la situación sin precedentes de que hay tres caravanas de migrantes cruzando por su territorio para dirigirse al norte. El grupo más grande fue el primero en ingresar, y según la CNDH podría tener hasta 5.000 personas. Le siguió otro de unos 1.500 migrantes, según las estimaciones de la Comisión que cruzó desde Guatemala la semana pasada. Un tercero de aproximadamente del mismo tamaño vadeó el viernes el río Suchiate, en la frontera entre México y Guatemala.
La Secretaría de Gobernación tenía cálculos más conservadores y consideró que en total hay más de 5.000 migrantes actualmente en el sur de México que se mueven en caravanas o en grupos más pequeños. Indicó que en las últimas semanas 2.793 han solicitado refugio y unos 500 han pedido asistencia para regresar a sus países de origen.
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El periodista de Associated Press Mark Stevenson contribuyó a este despacho.