Un año después, Cataluña conserva huellas de referendo
MADRID (AP) Un referendo secesionista no autorizado, realizado en medio de la violencia policial hace un año en Cataluña, no sólo significó el reto más traumático de las últimas décadas para la democracia española. Para Teresa Reyes, vecina de Barcelona, profundizó las divisiones ideológicas en el seno de su familia, que estuvo a punto de dividirse.
En las semanas previas al referendo que preguntaba a los catalanes si querían separarse de España, la matriarca de 65 años, partidaria de la unidad, no pudo apartar la política de las relaciones con su hijo y otros miembros de su círculo íntimo, todos independentistas.
Eran dos estados de ánimo tan, tan diferentes, dijo Reyes, que se considera catalana y española por igual, y ahora recuerda al 1 de octubre y los días siguientes como los peores de mi vida.
Un año después, dice que el amor y el respeto han triunfado sobre las diferencias políticas con su hijo, pero ha reducido al mínimo los encuentros con separatistas fervorosos por fuera del círculo familiar.
Hemos comprendido que ni yo puedo convencer al otro ni el otro me va a poder convencer a mí. Es demasiado fácil ponernos emocionales y hacernos daño mutuamente, dijo.
Los eventos de octubre pasado, cuando estallaron los años de tensión y el problema no resuelto de la independencia, resuenan en la vida de la mayoría de los 7,5 millones de catalanes. Aparecen en los tímidos esfuerzos por reparar las relaciones familiares, en las calles cubiertas de símbolos políticos y en las huellas que dejó el intento secesionista en la democracia española.
El sábado, choques entre separatistas de extrema izquierda y la policía en el centro de Barcelona dejaron 24 heridos y seis arrestados, aunque tales episodios son la excepción en una ciudad conocida por los actos multitudinarios pacíficos. Los separatistas han llamado a salir a las calles el lunes, el primer aniversario del referendo.
Pero aunque la campaña independentista sigue alterando la política nacional, Cataluña sigue formando parte de España, para consternación de un bando y alivio del otro. Una investigación judicial condujo al encarcelamiento de algunos dirigentes separatistas, mientras que otros huyeron al exilio para evitar la prisión.
Pero para algunos catalanes, el referendo sentó las bases de la república prometida. Desde su exilio en Bélgica, el expresidente de la región ha convertido el juicio iniciado por el Tribunal Supremo español en una plataforma para sus ideas de autodeterminación; por el momento, Carles Puigdemont ha podido evitar la extradición desde Bélgica y Alemania.
Marti Puig, un maestro catalán de 32 años, sufrió golpes y contusiones cuando junto con otros votantes formó un escudo humano para proteger una escuela en un pueblo donde Puigdemont debía votar. La policía invadió las instalaciones para impedir la votación.
Pero la violencia policial y el rencor hacia los políticos separatistas que no pudieron cumplir sus promesas no han disminuido su firmeza.
Muchos de nosotros pensamos que había una estrategia sólida para la independencia, dijo Aunque muchos se han desanimado, vamos a seguir trabajando con fuerza.
La secesión sigue contando con mucho apoyo en Cataluña, a pesar _o tal vez a causa_ de los reveses.
Una encuestadora catalana halló en julio que el 46,7% de los catalanes apoya la independencia y el 44,9% se opone, cifras más o menos congruentes con las de años anteriores.
Pero los unionistas que colgaron banderas nacionales españolas de los balcones para oponerse al referendo han surgido como una voz potente en el debate catalán. Un partido de centroderecha creado para oponerse al nacionalismo recibió más votos que cualquier otro en la elección convocada por Madrid después de disolver el gobierno de Puigdemont.
En la elección de diciembre en Cataluña y el voto de retiro de confianza al gobierno en el parlamento nacional surgieron nuevos protagonistas. Quim Torra ganó la presidencia en un gobierno bajo la fuerte influencia de su predecesor. En Madrid, el socialista Pedro Sánchez heredó la crisis catalana del destituido presidente Mariano Rajoy y encabeza un gobierno en minoría.
Su reunión en agosto fue vista como un paso inicial para reparar los daños. Desde entonces, ambas partes han emitido señales a favor de un acuerdo: el gobierno central se comprometió recientemente a efectuar más de 1.000 millones de dólares en pagos atrasados a la región.
Pero los políticos no abandonan las poses de confrontación en público, y los observadores temen que dos factores detengan los pasos vacilantes hacia la reconciliación: el encarcelamiento de los líderes separatistas y el asunto no resuelto del futuro de la región, con o sin España.
La música y la retórica son muy distintas, dijo Andrew Dowling, experto en la historia de Cataluña en la Universidad de Carduff, Gales. Pero no puede haber un diálogo político auténtico hasta que se aborde el problema de los presos, porque ésa es la gran herida política de la sociedad catalana.