Búnker de Stalin, punto de encuentro de hinchas en Mundial
SAMARA, Rusia (AP) El búnker secreto de Josef Stalin es el punto de encuentro para miles de hinchas curiosos que se han tomado la ciudad rusa de Samara durante el Mundial.
Saliendo de la fortificación a una profundidad de 37 metros, aficionados mexicanos con sombreros tradicionales, así como hinchas colombianos y uruguayos, que cargaban sus coloridas banderas, conversaban acerca de este pedazo de la historia soviética, en una ciudad que por muchos años permaneció cerrada a los extranjeros.
Es impresionante ver a tantos latinoamericanos aquí reunidos. La historia soviética es algo tan ajeno a nosotros, y conocer toda esta parte de la historia, que para nosotros es nuevo, es padrísimo (fenomenal), dijo Edly Mortera, una seguidora de México que lucía una camiseta de color verde de la selección nacional. Su marido, Edgard Ramírez, había salido del búnker cargando un sombrero de charro, y algunos rusos lo paraban para tomarse selfies.
Es una experiencia muy buena porque por más que venimos en plan de seguir a la selección y conocer un poco, no teníamos bien presente la historia de guerra que tenía Rusia, dijo Ramírez. Es el búnker más grande, el más profundo del mundo: más que el que tenía (Adolf) Hitler o (Winston) Churchill.
El búnker de Stalin fue construido en Samara en 1942. La ciudad, que durante la época soviética se llamaba Kuibyshev, se convirtió en un punto estratégico durante la Segunda Guerra Mundial por estar alejada del conflicto y ofrecer una ruta de escape a través del Río Volga. Muchas de las funciones del gobierno se habían traslado a la ciudad cuando Moscú estaba bajo la amenaza de un ataque alemán, y Stalin era el principal objetivo de los nazis.
Por más de 50 años, el refugio que podía albergar hasta 100 personas, fue uno de los secretos mejor guardados del mundo. Pocos podían imaginar que en un callejón como cualquier otro, había una casa con que se prolongaba hacia abajo, con una profundidad equivalente a la de un edificio de 12 pisos.
Durante un día reciente, decenas de turistas hacían una larga cola para entrar a la fortificación, mientras un residente local les ofrecía tomarse fotos con réplicas que alquilaba de uniformes militares de Stalin, cubiertos de medallas con la hoz y el martillo. Algunos se quejaban, en diferentes acentos de español, de que alguien se había colado en la fila. Otros, se sentaban exhaustos en un banco para resguardarse del sol con sombreros vueltiaos colombianos, o banderas uruguayas amarradas al cuello como capas de superhéroe.
Al entrar, la primera imagen fue imponente: un vitral de colores de Stalin, que gobernó con puño de hierro la Unión Soviética desde 1924 hasta su muerte en 1953. Para los comunistas, Stalin era principalmente un héroe que guio al país a la victoria en la Segunda Guerra Mundial y lo convirtió en una potencia nuclear. Pero numerosos grupos condenan sus brutales purgas que mataron a millones.
Bajando los más de 300 escalones, se pueden apreciar las paredes color menta del recinto y las puertas redobladas de hierro fundido. La temperatura va subiendo a medida que uno se va adentrando hasta llegar al cuarto de descanso del comandante supremo.
Bajo un techo cóncavo de color rosado, se encuentra una sencilla cama de sábanas blancas, y a pocos pasos, su oficina con una lámpara verde y un antiguo teléfono de disco encima de un escritorio de madera oscura. En otro cuarto, se encuentra una sala de reuniones con una larga mesa, decorada con paredes llenas de mapas de Rusia, y fotos de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladimir Lenin.
Me impresionó mucho cómo está construido, dijo, desde lo más profundo del búnker, Daniel Astesiano, un hincha uruguayo con la camiseta celeste de la selección. Las puertas de acero, que realmente son inviolables, los techos con arcos que son como las estaciones de metro en Rusia. Es algo increíble que pudieran construir en esa época algo tan fuerte y tan moderno.