Ya no hay duda alguna, los nicaragüenses hemos sido víctimas de genocidio desde el pasado 19 de abril por parte del régimen Ortega Murillo. Doscientos ochenta y cinco (285) muertos contabilizados hasta el 25 de junio 2018, recoge en su escalofriante estadística la Asociación Pro Derechos Humanos de Nicaragua (ANPDH). Esto, además de los miles de heridos durante el marco de las protestas populares, centenares de presos políticos, torturados, secuestrados y desaparecidos por la fuerza policial y grupos paramilitares financiados, armados y protegidos por el gobierno Orteguista. Lo frustrante sin embargo, es que el gobierno asiste desde hace mes y medio a un diálogo al que solo concurre para ganar tiempo y boicotear las aspiraciones de paz del pueblo nicaragüense.
La alianza cívica por la democracia y la justicia, grupo conformado por la dirigencia empresarial, estudiantes, líderes campesinos, feministas y sociedad civil, es la contraparte del régimen en la mesa del diálogo en donde actúan como mediadores y testigos, los obispos de la Católica Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), sin embargo, hasta ahora no existe un solo logro por parte del pueblo a favor del fin de la represión o la matanza emprendida por el régimen. A Daniel Ortega y a Rosario Murillo no les interesa el dolor del pueblo, a ellos les quita el sueño la existencia de tranques y barricadas instalados a lo largo y ancho de la geografía nacional como mecanismo de defensa ante los paramilitares que asolan las calles y carreteras disparando, secuestrando y promoviendo el terror protegidos por la policía.
A poco más de 77 días de resistencia cívica y heroica, el pueblo nicaragüense, continúa llorando a más muertos, la crueldad con que el régimen se ensaña en contra de la población civil y desarmada no tiene precedentes en el país. Es por ello que urge que Daniel Ortega cese la represión, que la policía y los grupos paramilitares dejen de asesinar. Debemos de decirlo claro, el diálogo no nos llevará a ningún lado si Daniel Ortega y Rosario Murillo no tienen voluntad de desmontar su sistema de terror. El clamor popular recoge y demanda la inmediata renuncia de la pareja presidencial y el adelanto de las elecciones generales, pero esta impetración, tiene más características a la cartita de un párvulo a niño Dios, ya que el régimen vive en un estado de negación respecto a la grave crisis nacional.
Daniel y Rosario apuestan por la "normalización" del país mediante la implantación de un estado de terror. Ellos parecen apostar que el miedo será su mejor aliado, por otro lado, el silencio oficial del Ejército Nacional tiene más tinte de complicidad que de imparcialidad. Los milicos parecen ver, oír y callar lo que sufre la población a manos de la fuerza policial y paramilitar, pero esta omisión por hacer cumplir la constitución los ha arrastrado a la crisis como cómplices pasivos del conflicto. Hoy los nicaragüenses solo contamos con los recursos del civismo para combatir a un sistema que solo cree en el plomo y el terror como método de respuesta a las demandas populares. Es hora de articular una mayor alianza en la búsqueda del objetivo común, la democratización del país.
La alianza cívica por la democracia y la justicia debe acercarse o escuchar a otros grupos o expresiones populares sinceras, surgidas de la necesidad de los imperantes cambios que urgimos en el país, aclaro, no me refiero en ninguna forma a los partidos políticos zancudos o sus dirigentes, alcahuetes todos, del régimen y cómplices en gran parte de lo que hoy nos aqueja en el país. Existen grupos y líderes políticos, gremiales, sociales que desde sus espacios han enfrentado al régimen, ellos, no están dentro de la alianza pero abrazan los objetivos de libertad, justicia y democracia desde su condición de auto convocados en esta lucha. A medida que articulemos nuevas estrategias de unidad, el régimen se aislará más y por ende estaremos más cerca de alcanzar nuestros anhelos democráticos.
En el país ya se encuentran los especialistas de la CIDH y los representantes del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, esperemos que al menos con la presencia de estos organismos, el régimen cese la matanza y represión. Aunque de Daniel Ortega y Rosario Murillo nada bueno podemos esperar, ellos hablan de amor mientras mandan a dispararnos, piden por la paz mientras siembran el caos y la violencia, hablan de legalidad mientras favorecen y promueven la toma de tierras privadas afectando directamente a productores y campesinos que adversan a su represor sistema político. Nuestra única salida es el adelanto de elecciones, es lo que el soberano quiere y exige, y esto, por supuesto,teniendo como antesala la renuncia inmediata e innegociable de Daniel Ortega y Rosario Murillo.