¿Rusos sonrientes? El Mundial desafía preconcepto hostil
MOSC (AP) Fría. Gris. Hostil. Para muchos extranjeros, esa es la imagen que Rusia proyecta al mundo. Pero los aficionados que visitan esta nación durante el Mundial están descubriendo algo totalmente distinto.
Un guardia de seguridad en el metro de Moscú le hace un gesto de aprobación, con los pulgares arriba, a un visitante. Una camarera de Saransk se maravilla después de conocer por primera vez a un estadounidense. Los extravagantes hinchas rusos cantan, celebran y se pintan los rostros junto a los extranjeros.
Y olvídense de las barreras del lenguaje. Pareciera que todos utilizan apps de traducción para sortear ese obstáculo y ríen juntos muchas veces, cuando generan resultados sin sentido.
Del Mar Negro al Báltico, desde los Urales al Parque Gorky de Moscú, los rusos ven este Mundial como una oportunidad. Y parecen sorprendentemente ansiosos de dejar a un lado las tensiones políticas, acoger a los visitantes y compartir su vasta historia y cultura.
No mal educados, pero creíamos que los rusos serían fríos, dijo José scar Rodríguez, quien junto con su padre llegó desde Lima para apoyar a la selección de Perú. Pero todos son muy amables. Los taxistas, los anfitriones en nuestro edificio, en las calles... todos.
Pero no sería algo natural.
Para muchos rusos, la postura que proyectan hacia los extranjeros se basa en la cautela y la sospecha. Son los resabios de las preocupaciones que datan de la era soviética sobre el espionaje occidental y la vigilancia de la KGB.
Y también son, en parte, consecuencia de la renovada precaución que genera el presidente Vladimir Putin, cuyo gobierno y popularidad se fundamentan en la creencia, que propagan los medios oficiales, de que Rusia está bajo el asedio extranjero que quiere socavar su estabilidad política.
Por el momento, Rusia está bajo una invasión de extranjeros, que sin embargo solo quieren divertirse. Los hinchas mexicanos con sus característicos sombreros, los peruanos con pañoletas típicas, los belgas con sombreros que asemejan un paquete de papas a la francesa.
Todos lucen contentos de participar en el primer Mundial que alberga Rusia, y todos esperan un triunfo de su equipo.
Las 11 ciudades sede que, hace no mucho tiempo, estaban opacas, ahora resplandecen.
Enormes balones inflables y las banderas de todo el mundo ondean desde el techo de cristal del centro comercial GUM, del Siglo XIX frente a la Plaza Roja. Niños persiguen el balón en una impecable plaza a los pies de la mezquita Kul Sharif de Kazán.
Rusia es maravillosa, dijo el uruguayo Ignacio Dufort.
Llegamos a Ekaterimburgo a la medianoche sin nada, sin un rublo, sin poder comunicarnos, no encontrábamos el alojamiento que habíamos reservado, pero conocimos a una mujer rusa maravillosa que nos ayudó en todo, contó Dufort. Nos ayudó a encontrar la vivienda y a instalarnos, e incluso con un trámite que había que hacer al día siguiente, en el que el propietario de la vivienda donde te alojas debe registrarte. Duró como cuatro horas y ella estuvo siempre allí.
Un ángel, dijo la salvadoreña Claudia Mena, quien se siente uruguaya tras una relación de años con Dufort, aunque dice que su cariño por Uruguay venía de antes.