Nicaragua entre un diálogo infructuoso y el paro nacional
A un mes de haber iniciado la rebelión cívica resultante de la masacre estudiantil de abril ejecutada por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, la condenable estrategia gubernamental para repeler una protesta universitaria, ha traído como consecuencia que el pueblo nicaragüense haya incrementado el nivel de la protesta pacífica, al punto, de establecer a lo largo y ancho de la principales carreteras y vías del país, tranques con el propósito de presionar la inmediata renuncia de la pareja presidencial. Sin embargo, para Daniel Ortega y Rosario Murillo el tema de su renuncia es innegociable, ambos se aferran a "no romper el orden constitucional" y terminar su periodo hasta el 2021. Lo grave de la situación sin embargo, es la evidente incapacidad de ambos para seguir al frente de un gobierno también cuestionado por la mayoritaria desaprobación y repudio popular.
En un esfuerzo por encontrar una salida pacífica a la crisis de gobernabilidad del país, los obispos de la Católica Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), aceptaron a petición de distintos sectores de la sociedad incluyendo el gobierno, su rol de testigos y mediadores de un diálogo nacional que tras tres sesiones de trabajo, lejos de encontrar soluciones a la crisis, ha evidenciado el total desprecio del gobierno ante el clamor de justicia por la decenas de asesinatos acontecidos en aquella masacre. Se ha evidenciado que Daniel Ortega, Rosario Murillo y su gobierno en pleno, viven en una burbuja de irrealidad que no les permite ver más allá de lo que sus mentiras y cinismo usado como política de estado, trata imponerse como verdad absoluta en un pueblo sin más venda en los ojos.
Tras el continuo clamor popular y presión por parte del movimiento estudiantil que como condición para sentarse a la mesa del diálogo pedía el ingreso de la CIDH al país, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo aceptó la llegada de una comitiva de la CIDH a Nicaragua. Al realizar una visita in loco, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos comprobó las graves violaciones a los Derechos Humanos por parte del régimen; la represión desmedida por el aparato policial y parapolicial a la protesta pacífica, los asesinatos, prisión injustificada, torturas, desapariciones y posibles casos de ejecuciones extrajudiciales se evidenció en el informe. En este mismo documento la CIDH deja 15 puntos de recomendación al Estado nicaragüense, que los cumpla está por verse, para ello tendría que empezar por aceptar los hechos y pedir perdón y ni lo uno ni lo otro parece estar agendados por el régimen.
El debate nacional ahora está centrado en que si en el diálogo se obtendrá sentar las bases para la democratización del país (Incluyendo la renuncia de Ortega y Murillo) para favorecer un adelanto electoral en el país, o si, serán otros métodos de la lucha cívica los que tendrán que implementarse para la consecución de tales objetivos y así enrumbar al país hacia la pronta normalización de su situación. Sectores productivos como el campesinado organizado en las protestas, agricultores, ganaderos, estudiantes y sociedad civil en general, han empezado a valorar la posibilidad de la convocatoria a un paro nacional para presionar más al régimen. Lo que está por verse sin embargo, es que si el gobierno obtiene un destello de lucidez para ser consecuente con la realidad.
En el país se encuentra una delegación de la OEA que a petición del gobierno al secretario Luís Almagro, llegó con el propósito de "intermediar entre el gobierno y la sociedad civil". Los nicaragüenses no esperamos nada absolutamente nada de don Luis Almagro, y aclaro, de don Luís Almagro, no así de la OEA. Él (Almagro) en lo particular ha sido un entrañable amigo del régimen Ortega Murillo, aunque la OEA ha sido beligerante con el tema de Venezuela, no así mismo el Secretario Almagro lo es con el tema de Nicaragua. Por eso los nicaragüenses concluimos que en nuestras manos está la solución, somos los nicaragüenses los que resolveremos nuestra situación. La alternativa del paro nacional está vigente y cuenta con amplio respaldo de diversos sectores productivos y populares del país.
Por ahora, la lucha cívica de los nicaragüenses continúa, y con ella, el riesgo de opinar y expresarnos sigue latente, sin embargo, es un riesgo que vale la pena correr para contar la verdad que nos acontece y denunciar así los atropellos y crímenes del régimen en contra de quienes asumimos el clamor popular de justicia, democracia, paz y libertad. Las expectativas porque del diálogo deriven soluciones concretas se disipan, el mayor saboteador de dicho esfuerzo es el mismo gobierno, este, lejos de demostrar coherencia entre su dicho y los hechos, ha hecho constantemente gala del cinismo propio de este sistema fracasado y retrograda que profesa un total desprecio por la verdad, por la justicia y por la democracia muy particularmente.