Brasil, su agenda política y económica más allá de Lula
A los primeros minutos del jueves 5 de abril del corriente año, el máximo Tribunal de Justicia de la República Federal de Brasil, tras una intensa jornada de estudio y deliberación, concluyó que ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva (Lula da Silva) debería cumplir en una cárcel federal los doce años de condena por el primero de seis procesos que se le imputan en materia de corrupción durante su mandato. Hablar de Lula en Brasil, es casi hablar de un ícono de la política brasileña, el político izquierdista, sindicalista y hombre de masas, punteaba en las encuestas que se realizaban en ocasión del proceso electoral de este año en Brasil, él, muchas veces aseguró que correría por la Presidencia de la República y que ganaría, eso decían también los números de las distintas consultas referente al proceso.
La corrupción sin embargo, se ha convertido en una epidemia que amenaza no solo con empobrecer más a los pueblos que padecen con gobiernos nada transparentes y que ejercen sus mandatos sin controles y al margen de la ley. Otra seria amenaza de la corrupción es la violencia, pues producto de la ambición desmedida de los políticos que la practican, muchos, no suelen conformarse con la dilapidación de la res pública, entonces aprovechándose de sus posiciones privilegiadas de poder y control, seducen al poder judicial, fuerzas militares y policiales, y establecen alianza con grupos criminales (narcotráfico) para agudizar aún más la tragedia socio-política de sus pueblos.
En Brasil bajo el mandato de Lula y luego el de su sucesora Dilma Rousseff, se favoreció la estrecha relación con el régimen Chavista de Venezuela y con el grupo de países del ALBA, es de sobra conocido, que una de las características de todos estos gobiernos, además, del perfil autoritario y dictatorial con que someten a sus pueblos, el tema de la corrupción, y el trato con grupos criminales es común. La impunidad protege a la mafia en el poder y persigue a los críticos. Brasil sin embargo está demostrando que su sistema de justicia no se ha contaminado y que más allá de la simpatía, o la convocatoria que un político pueda tener, este no está al margen de la ley y al final la justicia prevalecerá. Eso es un aliciente esperanzador.
La República Federal de Brasil se apresta a escribir su futuro haciendo de su historia un ejemplo de rectitud. Siendo la economía más grande de América Latina, las fuerzas sociales, la clase política y empresarial de Brasil deben sobreponerse a los conatos de piquetes desestabilizadores que bajo la bandera de defensa a su líder puedan entorpecer una agenda que no puede esperar. Sin duda alguna, Brasil, tiene un enorme reto por delante.
La lección aprendida con el proceso a Lula da Silva sin embargo, es que no importa que tan popular sea un político o que tan acertado haya sido en su ejercicio público, si cedió ante la tentación de la corrupción, no solo le hizo daño a su partido, a su pueblo, sino también a su carrera política porque a medida que este flagelo se asienta en nuestras sociedades, los ciudadanos somos menos tolerantes y permisivos con tales prácticas. Brasil tiene mucho por hacer y el tema de Lula encarcelado no puede posponer o modificar la agenda de toda una nación la cual con una joven pero dinámica democracia ha sabido corresponder a sus principios de justicia y libertad.