Pirámides de México, un viaje en el tiempo
CIUDAD DE MÉXICO (AP) Fue una Aventura arqueológica: un viaje en familia de 12 días por las pirámides mayas y aztecas, desde la Ciudad de México hasta las selvas del Yucatán.
Nuestro recorrido incluyó desde la ciudad antigua de Teotihuacán, fundada antes del nacimiento de Cristo, hasta sitios como Chichén Itzá, Tulum y el Templo Mayor, construidos siglos antes de la conquista española a principios del 1500.
Hay decenas de sitios como estos en México. Pero no queríamos imitar a Indiana Jones. Preferimos sitios variados y de fácil acceso. En cada parada contratamos un guía.
TEMPLO MAYOR Y TEOTIHUACÁN
Arrancamos desde la Ciudad de México. En el Templo Mayor, junto a la céntrica plaza del Zócalo, tuvimos el sitio casi para nosotros solos ya que fuimos un día de semana por la mañana. Son las pirámides más nuevas de las que vimos, pero las que están en peor estado, ya que fueron destruidas y se construyó encima de ellas hace 500 años. No parecen pirámides, sino más bien una ruina debajo del nivel de la calle que muestra lo que queda de siete cimientos de pirámides. Electricistas que trabajaban en el lugar los descubrieron en 1978, cuando cedió el piso y apareció una piedra redonda con la diosa azteca Coyolxauhqui.
Esa pieza y miles más son exhibidas en un museo sobre las excavaciones en curso. Se pueden apreciar víboras esculpidas en piedra y algunas otras esculturas, que conservan apenas un poco del colorido original pero alcanzan a dar una idea del arte azteca.
Más impresionante resultó Teotihuacán, a una hora de la Ciudad de México. Precede a los aztecas. Data de siglo 2 antes de Cristo y duró más de 1.000 años. Se erigen hacia el cielo y pueden ser vistas desde kilómetros a la redonda. Se trata de dos pirámides gigantescas que eran el epicentro de una ciudad en la que vivieron de 100.000 a 200.000 personas en más de 2.000 edificios.
La Pirámide del Sol tiene una altura de 65 metros (213 pies) y está comunicada con la Pirámide de la Luna por la Avenida de los Muertos. Es un paraíso para los arqueólogos, que continúan excavando y buscando edificios y artefactos.
A diferencia de lo que ocurre con otras pirámides, se puede subir a la cima de ambas. Pero no es fácil. El ascenso a la Pirámide de la Luna es más empinado y traicionero que el de la Pirámide del Sol, que atrae más gente. Las vistas desde la cima de ambas es increíble.
TULUM
Desde la Ciudad de México volamos al Yucatán. Evitamos Cancún, con su multitud de turistas, y nos alojamos en un Airbnb de Playacar, una comunidad cerrada al sur de Playa del Carmen. También alquilamos un auto. Las rutas que tomamos estaban en muy buen estado, incluida una carretera de cuatro carriles de Cancún a Mérida camino a Chichén Itzá (ojo, hay pocas salidas), y otra nueva de dos carriles que va de Chichén Itzá a Tulum.
Los mapas de la zona están llenos de pirámides, pero no nos complicamos. Primero fuimos a ver las asombrosas ruinas de Tulum, en Quintana Roo. Construida en una elevación junto al mar, la ciudad fue un centro religioso, comercial y de pescadores. Varios miles de mayas vivieron aquí desde el 975 hasta la llegada de los españoles.
Enormes iguanas toman sol hoy en los pisos de piedra y en los muros destruidos de los edificios que alguna vez alojaron a sacerdotes, los ricos y científicos. La principal pirámide, El Castillo, se encuentra en la mejor elevación de Tulum, pero no hay acceso a ella. El lugar cuenta incluso con una simpática playa abajo.
CHICHN ITZÁ
Desde Tulum manejamos tres horas por la selva yucateca hasta Chichén Iztá, una ciudad maya que floreció antes de la conquista española, en que fue abandonada. Fue devorada prácticamente por la selva, conocida solo por los lugareños, hasta el siglo 19. Ahora es la pirámide más preparada para el turismo y recibe unos 2 millones de visitantes anualmente. Hay bastante espacio para estacionar.
La pirámide está en muy buen estado. Cerca de la principal pirámide hay una cancha donde se jugaba un deporte que era mezcla de básquetbol y fútbol y que incluía sacrificios después de los encuentros. A su alrededor se encuentran el Templo de los Guerreros, el observatorio El Caracol y otros edificios más pequeños. No hay acceso a muchos de ellos para evitar el vandalismo.
En varios sitios hay una acústica impresionante. Aplauda al pie de El Castillo y el sonido se escuchará en todo el lugar.
Las estatuas y los tallados de piedra son fascinantes, a pesar de que representan decapitaciones y mucha sangre.
Otros sitios que se pueden visitar son las ruinas de Coba, entre la ciudad colonial de Valladolid y Tulum, que se extienden por la selva y es mejor recorrer con un guía; las Grutas de Loltun, a 113 kilómetros (70 millas) de Mérida y dónde los mayas realizaban ceremonias religiosas; las pirámides de Monte Alban, en Oaxaca, y la pirámide redonda de Cuicuilco, en la Ciudad de México.
Nuestra aventura arqueológica fue un viaje en el tiempo. Nos maravilló y nos alegró el haber podido disfrutar de estos misterios y de los monumentos de civilizaciones desaparecidas.
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Si va...
Las admisiones van de los 3,50 dólares en Tulum hasta los 13,50 de Chichén Itzá. Los autobuses de la principal terminal de la Ciudad de México hasta Teotihuacán cuestan unos 5 dólares. Uber cobra 45 dólares en un solo sentido. Una de las opciones para ir al Templo Mayor de la Ciudad de México es el autobús de dos pisos, del que uno puede subirse y bajarse varias veces durante el día por 10 dólares.