Tras perder la Supercopa y a Neymar, el barcelonismo entró en un estado de shock del que escapó gracias a la sensatez de Ernesto Valverde como técnico. Desde entonces el equipo azulgrana solo ha perdido un partido, contra el Espanyol en Copa, que puede solventarlo todavía en la vuelta en el Camp Nou este jueves, y suma 24 victorias y 6 empates más.
El técnico culé ha sabido imponer en silencio su estilo de sentido común cartesiano sin estridencias. A partir de la discreción y del sosiego y alejado del dogma ha convertido un marrón en la oportunidad de su vida y todas sus decisiones pasan por el filtro de la sensatez.
Entrenar a un club como el Barcelona, que representa tanto por su identidad en Catalunya, y fuera de ella por la globalización, siempre es complicado, y más ahora con la marebunta de las redes sociales echando humo a todas horas.
Cuando el mundo periodístico creía tener todas las respuestas (este Barcelona está agotado, lejos del Real Madrid, no sabe fichar...), Valverde cambió todas las preguntas (¿Teniendo a Messi nos podemos permitir no ser los mejores? ¿Si Paulinho es un llegador por qué no vamos a aprovechar sus cualidades? ¿Y si rotamos para que tengan minutos todos? ¿Y si además de jugar dejamos disfrutar a la gente?).
En tiempos de instagram, él prefiere estar detrás de las cámaras para que brillen sus futbolistas y ensamblar al equipo
Valverde fue entrenado por Cruyff y Clemente, dos formas de entender el fútbol que ha sabido incorporar a un ideario propio. En el aspecto táctico defensivo admite haber aprendido muchas cosas de Clemente, y además, sin ser el cruyffista radical que es Pep Guardiola, vivió la era Cruyff y fue testigo de primera mano de aquella revolución futbolística.
Antes de morir, Johan recomendó su fichaje para el Barcelona. Entonces entrenaba al Espanyol y lo llevó a una final de la UEFA, que perdió en penaltis contra el Sevilla.
En tiempos de banderas en Cataluña y España, Valverde ha sacado el banderín del pacifismo para apaciguar un ciclo que se antojaba muy convulso en Can Barça. No le gusta el protagonismo pero sí estar en la primera línea de incógnito. Tiene en sus venas sangre de fotógrafo. Lo primero que hizo con su primer sueldo en el Alavés fue comprarse una cámara de fotos y más tarde se formó para dedicarse a ello haciendo cursos mientras jugaba. Va en su personalidad.
En tiempos de instagram, él prefiere estar detrás de las cámaras para que brillen sus futbolistas y ensamblar al equipo.
De momento, lo está consiguiendo a las mil maravillas, ha recuperado el juego brillante del Barça de Messi y su fútbol vuelve a ilusionar a la parroquia azulgrana. Como fotógrafo sabe aquello que dijo Robert Capa de que "no hay nada peor que una imagen brillante en un concepto borroso". Si ha desarrollado algo en profundidad en estos 6 meses el Txingurri es el concepto y sentido de equipo.
Todos intentan estar juntos hacia delante y hacia atrás, como quedó demostrado con la espectacular jugada de Messi contra el Betis en su propio campo, una imagen que es la metáfora de este nuevo Barça.