Hospital en Chicago, trinchera contra opiáceos en EEUU
CHICAGO (AP) La camioneta van venía por Richard Rivera, pero se estaba demorando. l la estaba esperaba dentro del hospital Saint Anthony, en Chicago, donde permaneció los últimos tres días desintoxicándose de heroína. Su próxima parada: un centro de rehabilitación para drogadictos.
Su consejero sobre adicciones, DeValle Williams, lo veía en silencio. Rivera, de 49 años, rezongaba porque la cama que le habían encontrado estaba a 36 kilómetros (22 millas) de distancia, a pesar de que tenía incluidas todas sus comidas, capacitación laboral y acceso a gimnasio.
"¿No pudieron hallar nada más cerca?", refunfuñó.
¿Tomaría Rivera el autobús?, se preguntaba Williams. ¿O no lo tomaría?
Mucho antes de que el presidente Donald Trump declarara la crisis de opiáceos como una emergencia nacional y prometiera "superar la adicción en Estados Unidos", Williams estaba peleando en las trincheras, donde es difícil distinguir a las victorias de las derrotas. Más de 64.000 personas murieron por sobredosis de drogas el año pasado en Estados Unidos, la mayoría a causa de opiáceos.
Williams, de 41 años, ha sido consejero durante dos décadas y los últimos años ha ayudado a drogadictos. Ahora él dirige un nuevo programa para pasar directamente a pacientes de hospitales con problemas de opiáceos a centros de tratamiento.
Programas parecidos, llamados traspasos cordiales, han ayudado a bajar las probabilidades de reincidencia, según estudios iniciales. Los fondos provienen de la Ley de Tratamientos del Siglo 21, del año pasado, que estableció 1.000 millones de dólares para combatir la peor crisis de drogas en la historia de Estados Unidos.
Illinois está invirtiendo 2,4 millones de los fondos de la Ley de Tratamientos para programas de traspasos cordiales en Saint Anthony y otros ocho hospitales.
Todos los estados recibieron una tajada presupuestaria en abril y esperan recibir más el próximo año. Ellos deben de gastar el 80% en tratamiento de adicción a opiáceos y muchos están trabajando con hospitales para desarrollar nuevas estrategias, mientras suben las hospitalizaciones relacionadas a opiáceos.
Williams y otras personas que trabajan en las trincheras ven los fondos de la Ley de Tratamientos como un rayo de esperanza, pero saben que la adicción es un adversario muy poderoso.
Saint Anthony es uno de los campos de batalla contra la crisis de los opiáceos en Estados Unidos. Quienes llegan aquí son casos difíciles. Tienen antecedentes penales, relaciones quebrantadas y problemas de salud mental.
A unas cuadras del pequeño hospital católico venden drogas al aire libre. El nosocomio, construido hace 119 años, es uno de los pilares de la zona de clase trabajadora, en el suroeste de Chicago. Al igual que en otros hospitales del país, los doctores de la sala de emergencias trabajan con pacientes con sobredosis, uno tras otro, a veces reanimando a drogadictos que ya han arrebatado de los límites de la muerte.
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Rivera llegó aquí el sábado, en mal estado de salud debido a la abstinencia de heroína. Se volvió adicto a la heroína hace dos años, cuando un amigo le pidió que le ayudara a venderla. "Comencé poco a poco", recordó. "Tres días después, era un adicto".
Su seguro de salud pública cubriría tres días de internado en la nueva unidad de desintoxicación del hospital, en el sexto piso. Rivera recibiría metadona para aliviar las náuseas, calambres y la tembladera en las piernas. Y se reuniría con Williams.
"Mi trabajo es leer personas", dijo Williams.
Como parte de un equipo de tres personas, Williams ve a cualquier paciente que quiere hablar con él. Williams y sus colegas capacitan, escuchan y tratan de empatar a gente con los tratamientos de adicción respectivos en la comunidad. Luego de que los pacientes salen del hospital, ellos le siguen los pasos. Ofrecen tratamiento a quienes lo han rechazado anteriormente y siguen el progreso de los pacientes en recuperación.
El trabajo es todo un desafío. Mientras uno de sus colegas encontraba un centro para Rivera, Williams evaluaba rutas de autobuses y centros de metadona para que otra paciente pudiera ir a un centro de tratamiento cercano a su casa, de tal manera que pudiera seguir cuidando a su nieto de 11 meses.
Luego recibió una llamada del piso de abajo: Una expaciente estaba llorando en la clínica del hospital, rogando que le den otra oportunidad. Williams bajó a hablar con ella.
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Carla K. Johnson está en: https://twitter.com/CarlaKJohnson