Un año y medio sin trabajo institucional y ocho meses sin alumnos particulares. No diré que mi ingreso ha sido de cero pesos por respeto a mis contribuyentes de Patreon y al único cliente que me ha pedido correcciones y traducciones, pero no estoy muy lejos de ese cero. Esta situación, pues, me hizo plantear la posibilidad de que postulase al financiamiento «oscuro», el que he intentado evitar desde hace años.
«¿Y por qué no hacer clases en un colegio?» aportará sabiamente el sentido común. Con calma respondo que los tres meses de licencia psiquiátrica de la última vez fueron no solamente necesarios para recuperarme del colapso anímico que experimenté entonces, sino que además útiles para entender que no soy el más apto para dedicar todo mi tiempo libre (no asistí a ningún cumpleaños familiar durante ese tiempo) a la preparación y corrección de pruebas.
Supongo que el hecho de estar con una salud delicada este año (tres amigdalitis y tres faringitis hasta ahora) ha facilitado mi capitulación. Como no pude seguir cubriendo el plan de la ISAPRE, esta suspendió mi afiliación y me vi empujado a afiliarme en FONASA para poder recibir atención médica. Todavía no entiendo por qué el personal del Hospital Dra. Eloísa Díaz se niega a agendarme citas con el otorrinolaringólogo y con el gastroenterólogo sin que cuente con una interconsulta del consultorio (donde me atiende un cristiano de cuyas capacidades dudo cuando digo «secreción» y él responde «moquitos»), como si yo fuera incapaz de juzgar que necesito su diagnóstico, pero ya me iré acomodando.
La decisión de culminar mi cursus honorum con el magíster de investigación estuvo perfectamente fundamentada: mis habilidades investigativas (para crear conocimiento nuevo) fueron probadas con suficiencia en el curso de este programa académico y, además, la dedicación exclusiva exigida por un programa de posgrado había probado ser casi tan dañina anímicamente como trabajar en un colegio: sobrevino el insomnio, la necesidad de volver a Santiago, el deseo de abandonar el programa... Resultaba obvio que ya no tendría espíritu para enfrentar una situación similar otra vez.
Ahora, no obstante, me enfrento no solo con la carencia de dinero (algo que simplemente se asume y ya está), sino además con la incomprensión de las personas que me rodean. Y su incomprensión me parece entendible, por lo demás. Todos estamos acostumbrados a recibir ingresos de forma periódica. Así que, aun cuando estos sean humildes, van a llegar y cualquier estrechez económica será superada, si no por el cobro de un salario, por el ahorro durante un periodo de tiempo. Yo no tengo esta alternativa. La plata no va a llegar. Así de simple, doc. Creo que ha sido más esta incomprensión que la escasez misma la que me ha hecho rendirme. Porque la humillación de explicarle esto a alguien más resultaría insufrible: ¿cómo se te ocurre que voy a relatarte estos detalles disgustantes de mi vida? De ninguna manera.
Lo que haré, en cambio, será traicionarme a mí mismo, pisotear mis antiguas promesas y postular a una beca de CONICYT. La de doctorado, obvio: esto es lo que sigue. ¿Fuera de Chile? Tengo la capacidad académica, por cierto, pero la conversión del dólar a cualquier otra moneda resulta estresantemente riesgosa y no toleraría pasar tanto tiempo lejos de los abrazos de los amigos: es un hecho incontrovertible. Así que en Chile. En Santiago, de hecho. No un PhD (doctorado de investigación), sino un DA (doctorado de asignaturas): simplemente porque acá no existen programas de PhD.
La noticia es recibida con alegría y hasta entusiasmo por algunos amigos, pero yo me siento derrotado. ¿Cuándo había perdido tan humillantemente? Podría perfectamente dedicarme a investigar, publicar artículos y leer ponencias sin ajustarme el birrete doctoral. ¿Y por qué nadie usa los ropajes académicos en Chile? Puedo hacer esto (la actividad académica) incluso en medio de las estrecheces económicas. ¿Pero tener que hacerlo a la vez que ofrezco explicaciones sobre por qué no pude enviar un mensaje telefónico? ¡Jamás! Si alguno persigue más explicaciones que esta, se merece una cita con el picahielo.
Así que remití una postulación al programa de doctorado en artes de la PUC. Pensé que debería remitir otra al doctorado en literatura, por si acaso, pero el único programa que verdaderamente me ha interesado es el de artes. Algunos dudarán de mis habilidades sobre esta área, pero al menos me siento competente después de haber descrito y discutido alrededor de quinientos objetos artísticos antiguos en mi tesis de magíster.
Así se siente la derrota: como si estuvieras desnudo y humillado frente a tus colegas mientras arrastras la roca de la vergüenza; pero repentinamente todos te felicitan y te libran de esta piedra, aunque solo para colgarte la aún más grande roca del triunfo.