Madrid, capital del orgullo: derechos, lucro y mucha fiesta
Madrid acoge el WorldPride 2017, un festival de la reivindicación de la diversidad sexual y de género
Con un dispositivo especial de seguridad a la espera de más de dos millones de visitantes, Madrid se convirtió a partir del viernes y durante diez días en la capital mundial del orgullo. Pero la mezcla de reivindicación de la diversidad sexual y de género con negocio y fiesta ha hecho aflorar tensiones dentro y fuera del activismo gay.
Orgullo sí, pero no así, dice la pancarta que quiere colocar una asociación de vecinos en el corazón de Chueca, conocido como el barrio gay del centro de Madrid. Las banderas arcoíris que pueblan muchos balcones evidencian que la zona sigue siendo epicentro del activismo LGBT, pero también hacen de gancho comercial para aprovechar la oportunidad y vender de todo, desde calcetines hasta palomitas de maíz.
Estamos en contra de la comercialización del orgullo por parte de empresarios en lo que es un atropello a los vecinos del barrio y de la ciudad, explicó Esteban Benito, presidente de la asociación, que denunció suciedad, ruidos y una concentración excesiva de ocio nocturno. Como otros vecinos, Benito se ha marchado estos días de vacaciones.
Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales agrupados en el colectivo Orgullo crítico han convocado a una manifestación alternativa para denunciar que el WorldPride -que se celebra entre el 23 de junio y el 2 de julio- supone una mercantilización y comercialización de nuestros derechos.
El debate se produce cuatro décadas después de la primera manifestación liderada por transexuales en las calles de Barcelona, cuando el movimiento LGBT se rebelaba contra la ilegalidad heredada de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) y la incomprensión social.
O cambiábamos el formato o no íbamos a conseguir nada, porque no podíamos pedir cambios legales mientras gays y lesbianas seguían en el armario, recordó Mili Hernández, una histórica del activismo que en los años 90 ayudó a incorporar el elemento festivo a las marchas del orgullo.
Aunque cree que abrirse a lo lúdico fue lo correcto, indicó que el orgullo ha sido secuestrado ahora por intereses políticos y económicos".
España afianzó una democracia que se adelantó a la mayoría de los países al sancionar en junio de 2005 el matrimonio de parejas del mismo sexo y permitir también la adopción. Desde entonces se han celebrado más de 40.000 de estos matrimonios, según el Instituto Nacional de Estadística. Y a ese liderazgo se quiere sumar ahora una nueva ley que se debate en el Parlamento para que los poderes públicos aseguren una igualdad efectiva.
El WorldPride es el cierre de un ciclo hermoso en el que hemos transformado este país hasta conseguir la igualdad legal y nos hemos formado para seguir luchando por una igualdad social y real, señaló Jesús Generelo, presidente de la Federación Estatal LGBT que impulsa la marcha el 1 de julio en la que pedirán la extensión de estos derechos a todo el mundo y reclamarán a la Organización Mundial de la Salud que deje de considerar a la transexualidad una enfermedad mental.
Les seguirán más de 60 pancartas y 52 carrozas de empresas, colectivos políticos y hasta marcas comerciales que se han convertido para muchos en la esencia de la jornada, al punto que los organizadores han inventado el término manifiesta para explicar que se trata de la unión de una manifestación lúdica y una fiesta reivindicativa.
Se puede ser una cosa y la otra, porque el capitalismo ha transformado al orgullo igual que lo ha hecho con el fútbol o las campañas políticas, señaló Begonya Enguix Grau, experta en género de la Universitat Oberta de Catalunya. No pensemos que porque hay carrozas deja de haber gente que reivindica, añadió la antropóloga, que ha investigado durante casi una década las expresiones del orgullo gay en España.
En el programa oficial también hay docenas de conciertos, exposiciones, una cumbre de derechos LGBT y hasta la tradicional carrera de tacones, además de decenas de fiestas privadas que organizan bares y discotecas. La principal asociación de comerciantes estima que, a razón de 120 euros de gasto medio por asistente, podrían llegar a ingresar a Madrid hasta 300 millones de euros (335 millones de dólares).
Con proyecciones oficiales que van de los dos a tres millones de visitantes, unidos a los madrileños, el mayor reto es la seguridad. Al menos 2.000 agentes de policía protegerán la manifestación por la arteria principal de la ciudad. Aunque no hay amenazas específicas contra el WorldPride, España no rebaja desde hace dos años la alerta antiterrorista del nivel 4, solo uno por debajo de la alerta máxima.
Además de registros en los accesos a eventos multitudinarios, las autoridades han restringido el tráfico en el centro urbano y han prohibido el acceso de furgonetas y camiones. Entre los pocos vehículos indultados están las carrozas del desfile, cuyos conductores tendrán que registrarse previamente.
La cita también ha propiciado un importante lavado de cara de la ciudad. Además de edificios iluminados con el arcoíris se han instalado cerca de 300 semáforos que sustituyen la clásica imagen de un hombre por figuras de mujeres o parejas que se toman de la mano, de igual género o del opuesto.
Los semáforos se quedarán para siempre, según la coordinadora del orgullo mundial para el Ayuntamiento de Madrid, Berta Cao, como compromiso de esta ciudad para construir una nueva narrativa que dé la bienvenida a todas las personas, sean quienes sean, vengan de donde vengan y amen a quien amen.
Ningún peatón de la Gran Vía madrileña mostró interés una tarde calurosa de esta semana en la larga melena rubia, el vestido corto de azul intenso y los tacones que alargaban aún más los casi 1,90 metros de estatura de Sussy Marbella, una relacionista pública de 43 años que sostuvo que la ciudad acoge bien a chicas como yo.
Interrogada sobre la crisis de identidad a la que se enfrenta el orgullo gay según algunos miembros del colectivo, Marbella ofreció su opinión. Yo creo que hay que hacerlo súper festivo y seguir calzando un mensaje, dijo mientras comprobaba el estado de su maquillaje utilizando la pantalla de su móvil como espejo. Eso sí, sin necesidad de que sea muy directo, para no aburrir.