Castells, las torres humanas
La definición "torre humana", oriunda de Cataluña, España, no es un eufemismo. Estos asombrosos "monumentos" apariencia de torres y son, realmente, humanas. En vez de piedras y argamasa, están hechas de hombres, músculos en tensión y pura garra catalana. Pueden alcanzar los diez pisos de altura y superar los quince metros y aún más.
Aunque los turistas suelen presenciar sus construcciones como alardes de equilibrio, se trata de una herencia de las Fiestas Decenales de la Candela, del siglo XVIII, cuyos bailes culminaban con estas osadas demostraciones. En la actualidad, a esa motivación original se le reconoce, además, un sentido simbólico que exalta la unión de la comunidad y de sus generaciones.
Las torres humanas, en catalán, son llamadas castells-castillos- sus participantes, castellers, y las agrupaciones de estos temerarios, colla. Los castells empiezan a edificarse en medio de una multitud, con un amplio círculo de gente fuertemente agarrada de los brazos en una suerte de cadena. Esta base, conocida como pinya, la forman adultos de no más de 50 años y es la que sostiene a los componentes del primer piso, quienes repiten el círculo parados sobre sus hombros. La fórmula se reitera en cada uno de los pisos siguientes. Es admirable verlos trepar por las espaldas y pararse cada vez más alto, ajenos a los riesgos de la altura.
El centro de la torre, del piso a la punta, es el Tronc. La cúpula se llama Pom de dalt y comienza en el ante último piso donde, dos personas, los dosos, sostienen al axaneta, el niño o la niña de cinco a diez años que corona el Castell con el brazo levantado, avisando que la torre fue concluida.
Los diferentes castells se identifican de acuerdo al número de integrantes de cada uno de sus pisos. Por ejemplo: se llama "tres de cuatro" a aquel Castell de tres personas en cada uno de los cuatro pisos. Cuando se trata de solo dos personas por piso, se llaman torre, y en el caso de una única persona por piso, pilar.
Frente a un Castell se advierte la intensa energía que irradia esa comunión de equilibrio, fuerza y valor, donde cada uno es esencial, pero solo junto a los demás, en medio del pueblo reunido y dando aliento. Todos los castellers usan tradicionales pantalones blancos y fajas, que ayudan a los que trepan hacia la cima. También las camisas obedecen a un color característico.
En un comienzo, la tierra de los castellers estaba integrada por siete comarcas catalanas de las regiones de Tarragona y Penedés y cada una de ellas tenía su colla. Hoy, esos grupos son innumerables y se extendieron. Se los encuentra, seguro, desde el 23 de abril-día de Sant Jordi-, hasta mediados de agosto, en casi todas las plazas mayores de los pueblos de Cataluña. Incluso en Argentina, hasta en la provincia de Buenos Aires. Más precisamente en el municipio de Castelar, se construyen torres humanas. Hablando en sus más justos términos, debemos decir Castells.