Gibraltar afronta el caos del Brexit contra su voluntad
Mientras Gibraltar se prepara para el Brexit, el sustento de casi 300.000 personas en la región está en el limbo.
Todo lo que Antonio Molina tiene que hacer para cruzar la frontera con Gibraltar para llegar a trabajar es agitar su carné de identidad, sin apenas reducir la marcha de su motocicleta.
El trabajo de este repartidor español depende de que la frontera esté abierta, una circunstancia que podría verse amenazada por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, que arrastrará a sus territorios de ultramar. El sustento de Molina, como el de muchos de las 300.000 personas que trabajan en la región, está en el limbo.
"La verdad es que se tiene miedo, porque no sabemos qué va a pasar", dice Molina, de 46 años y padre de dos hijas, que ha solicitado su primer pasaporte por si se endurecen los controles fronterizos. "Vivimos en una incógnita constante, de que hoy se escucha una cosa, y mañana, otros rumores."
En contra de los deseos de España, Gran Bretaña controla la roca sobre la que se ubica Gibraltar desde hace tres décadas. Formar parte de la UE supone que la frontera debe estar abierta a un flujo sin fin de empleados, bienes y dinero. Esto podría terminar si los británicos abandonan el bloque sin mantener su acceso al mercado único. Y el gobierno español podría aprovechar la situación para reclamar un mayor control del territorio.
Gibraltar, un territorio que equivale apenas a dos Central Park de Nueva York donde residen 32.000 personas, ha crecido económicamente bajo el gobierno británico y abierto al mercado con España. Un cóctel formado por un régimen fiscal y un marco normativo beneficioso para las empresas y el acceso al mercado común del desde 1973 han atraído a los inversionistas. Puede verse a turistas tomándose selfies con los monos de Berbería, los únicos macacos que viven en libertad en Europa y que son los auténticos dueños del Peñón. Pueden pagar tanto en libras como en euros.
Ante la perspectiva de perder su fácil acceso a España y al mercado comunitario, el gobierno de Gibraltar dice que el territorio se está reposicionando como una puerta de entrada a Gran Bretaña, con la vista puesta también en mercados sin explotar como el norte de África.
"Resulta desafortunado, no queremos dar la espalda a Europa, pero esa son las cartas que nos han repartido y tenemos que juagar esta mano de la mejor manera posible", dijo Fabian Picardo, ministro principal de Gibraltar, a The Associated Press.
Poco importó que el 96% de los gibraltareños votase en contra del Brexit en el referéndum del pasado año. Desde entonces, todas las peticiones para un acuerdo específico que permita que Gibraltar mantenga sus fronteras abiertas y siga conectado al mercado comunitario han sido bloqueadas por España, que quiere la soberanía conjunta del territorio.
La propuesta de Madrid es compartir la política exterior y defensa con Londres, que mantiene una presencia militar estratégica en el Peñón, a cambio de una holgada autonomía, inversiones y un régimen fiscal especial. A los gibraltareños se les ofrecería el pasaporte español, que podrían obtener voluntariamente sin renunciar al británico.
El ministro de Exteriores de España, Alfonso Dastis, ha reconocido lo difícil de un acuerdo en estos términos con Gran Bretaña, pero insiste en que Gibraltar es una "colonia que vulnera la integridad territorial de nuestro país".
En las conversaciones para abandonar la Unión Europea, las autoridades británicas se centrarán en el control de sus fronteras y de la inmigración, lo que convierte en improbable su continuidad en el mercado único, según expresaron funcionarios europeos. Esto hace que muchos en Gibraltar se pregunten si se considerará su destino durante las negociaciones con Bruselas.
Picardo mantiene que es compatible limitar la inmigración y mantener "fluidez" en la entrada de mano de obra y turistas a Gibraltar. Es una solución que cree que puede funcionar también en otras fronteras terrestres británicas, como con Irlanda.
Nadie espera un cierre de las fronteras del Peñón de forma inmediata. Pero el denominador común en los desvelos de trabajadores y empresarios son los trastornos y largas colas en el embudo de "la verja", como se conoce aquí a la frontera.
Danny Gabay, director de Redwood International y el jefe de Molina, dijo que su negocio logístico ya se ha visto afectado negativamente por el incremento de las inspecciones en las aduanas. "Gibraltar está pagando un precio por situaciones políticos, y obviamente nuestros negocios están en primera línea de fuego", apuntó.
Su oficina está situada en una terminal aeroportuaria cuyo edificio se corta de forma abrupta sobre la frontera, un símbolo poderoso de la falta de cooperación a nivel oficial. España nunca construyó la terminal en su lado porque Madrid considera que Gibraltar ocupó ilegalmente la zona donde se asienta la pista de aterrizaje.
Eso deja al aeropuerto con enlaces aéreos solo con Londres, Manchester y un puñado de destinos en Gran Bretaña. El futuro podría ser aún más sombrío ya que España amenazó con bloquear el acceso de los británicos a los acuerdos de cielos abiertos de la UE una vez se complete el Brexit.
La mediación europea ha sido clave para desatascar conflictos diplomáticos entre los dos países en el pasado. Pero ahora, con dos años en el horizonte enturbiados por la cuestión de la soberanía, muchos trabajadores se sienten como un efecto secundario.
Jesús Verdú, profesor de derecho internacional de la Universidad de Cádiz, cree que Gibraltar está bien posicionado para navegar por aguas desconocidas. Si España hace valer su posición más dura los mayores afectados serán trabajadores como Molina y otros en el Campo, una zona con alto desempleo y cuya economía depende en un 25% de los empleos en el Peñón o el gasto de los gibraltareños, agregó.
"Hay tantas cosas en juego tan esenciales para Gran Bretaña y para la UE que el aspecto de Gibraltar queda diluido a un ámbito ultra marginal y periférico que evidentemente genera mucha preocupación a todos los que estamos en esta zona", manifestó Verdú.